
Acabamos de salir de un año en que hemos vivido algo inaudito. Por más que nos hubieran pintado situaciones similares en filmes como Contagio o Estallido, aquello sonaba poco menos que imposible, propio de otras épocas como La peste. Pero lo que parecía que nunca pasaría pasó y convirtió a 2020 en El año que vivimos peligrosamente, un año para decirle Sayonara, baby, vete y no vuelvas más. Adiós, 2020, adiós.
Pese a todo, es preciso hacer balance. Incluso diría que es preciso más que nunca, porque nunca tuvimos una mejor ocasión de reflexionar y autoevaluarnos que la de este año. Con todo el tiempo que el confinamiento nos dio y se llevó. Siempre según el cristal con que se mire.
Cuando echo la vista atrás, me doy cuenta que la cosa no empezó tan mal. Es mas, empezó de maravilla para mí, con momentos inolvidables, aunque ahora parezcan tan lejanos que hace una eternidad.
Para mí el año comenzaba de un modo inmejorable. En el mes de enero recibía el primer premio de apropòsits en el concurso de teatro en lengua valenciana de Junta Central Fallera, con mi obra Caixa sense música. Era y es algo especialmente importante para mí, porque se trataba de mi primera incursión en el mundo del teatro, y lo había hecho aunando dos temas que me apasionan: la igualdad y las fallas. Espero poder verlo algún día representado. Y espero también poder repetir hazaña, que los huevos ya están puestos en la cesta. Ahí lo dejo.
El mes de febrero fue en el que vio la luz mi sexta criatura en solitario, No me obligues , mi segunda novela. No había cumplido ni quince días de vida cuando nos cerraron el mundo, y nos dejaron a ella y a mí sin un montón de presentaciones en diferentes puntos de España. Cáceres, Madrid, Teruel o Castellón eran algunas de sus citas, además de diferentes lugares de Valencia. Y, por supuesto, la Feria del libro, ese evento que tanto hemos añorado quienes amamos las letras. Mis criaturas y yo ya contamos los días para volver.
Marzo también me tenía sorpresas reservadas antes del cerrojazo pandémico. Ser elegida una de las cuatro mujeres referentes de mi Comunidad para la fantástica campaña “vull ser com..” (quiero ser como) realizada para el Día de la Mujer, es un lujo al que pocas mujeres tienen acceso. Así lo valoré en su día y hoy lo hago aun más, teniendo en cuenta lo que vino después. Ese mismo mes otro acontecimiento tenía que haber llenado mi vida, pero lo dejo en suspenso como quedó el acto. Ya lo contaré cuando recuperemos nuestras vidas.
Entonces llegó la pandemia y todas sus consecuencias. Todavía en el mes de marzo me dio tiempo a ir a la Biblioteca Valenciana, donde mi obra había sido reconocida como una de las que merecían celebrar un encuentro y formar parte de la misma. Ahí fuimos Caratrista y yo, y ella se quedará para siempre. Y la jornada, en mi recuerdo, también.
Ese mismo día dieron el aldabonazo de entrada en una de las épocas más duras que nos ha tocado y nos tocará vivir. En mi caso, la suspensión de mis amadas Fallas fue lo que me hizo ser consciente de la magnitud de la tragedia. Solo una Guerra Civil había podido evitar que se celebraran, y aun así hubo conatos. Era algo que jamás hubiéramos imaginado. Y marcó el pistoletazo de salida de una situación que nos ha perseguido y sigue haciéndolo: el reino de la incertidumbre
Teletrabajo , videollamadas, aplausos en los balcones y mil maneras de tratar de invertir la cantidad de tiempo con la que nos habíamos encontrado, marcaron unos días de confinamiento que se hicieron eternos. Cantábamos Resistiré a voz en grito para tratar de acallar las dudas sobre si resistiríamos que nuestra mente se empeñaba en formular. Pero resistimos. Aunque ahora, mirando atrás, creo que lo hicimos con la esperanza de recuperar nuestras vidas en cuanto pudiéramos abrir las puertas de nuestras casas. Craso error. La era de la mascarilla había comenzado.
No obstante, una echa la vista atrás y descubre que hubo cosas hermosas, como aprender a disfrutar la vida y la compañía de los nuestros, que no es poca cosa. Y, por supuesto, la literatura. Este tiempo me ha permitido leer aquellos libros que tenía pendientes -no todos, claro- y escribir y escribir más. Se acabó mi colaboración con El Mundo, donde seguí publicando hasta que las circunstancias se llevaron la delegación de Valencia, y comencé una colaboración periódica en El Plural y también en Próxima Parada, de APunt, y en Mitomanía en Radio El Álamo, además de continuar en El Periódico de Aquí. También abrí una página en el blog dedicada a todos mis artículos Gracias por contar conmigo, y gracias también a quienes han recogido otras colaboraciones puntuales o esporádicas. Soy muy afortunada de tener tantas puertas abiertas a mi pluma.
En cuanto a libros, han visto la luz varios de los que había formado parte. Cada vez más iguales, de Valencia Escribe, fraguado antes de la pandemia, 2070 Relatos líquidos, de Generación Bibliocafé, relatos alrededor de la ciencia ficción con mucha relación con lo ocurrido. También participé en las dos antologías sobre Mujeres en el arte, y en “Ñ” de Ole libros, un libro muy necesario por su planteamiento optimista y positivo. Como necesaria es otra de las antologías de relatos en las que he participado, Los hilos de la vida, destinado a visibilizar el Alzheimer y a ayudar a quienes padecen sus consecuencias.
Las otras dos antologías en las que he estado presente, “Mirad, están ahí” de Acen, y la de los relatos finalistas del premio Carolina Planells, responden a mi condición de finalista en sendos certámenes literarios. También en esto he sido afortunada, porque mi relato Doña Nadie fue finalista del premio de narrativa de mujeres de la Generalitat Valenciana, mi cuento Raimunda logró el tercer premio del concurso literario del Colegio de Abogados de Valencia y, ya a punto de acabar el año, me llegaba de Paiporta la gran noticia de haber ganado el certamen de narrativa breve contra la violencia de género con mi relato “Azogue”. Mis microrrelatos , por su parte, también gozaron de reconocimiento en los diversos concursos que se organizaron en Valencia Escribe. No fue una mala cosecha, la verdad.
No me olvido de mi trabajo toguitaconado. Ha sido un año entero luchando, como siempre, por la igualdad, tanto en su vertiente relacionada con la Violencia de género como en la relativa a los delitos de odio , una materia tan desgraciadamente en boga. Solo diré que me encanta este trabajo, pero lo que más me encantaría es que ni yo ni nadie hubiéramos de hacerlo porque no hubiera razón para ello. Seguiremos, cómo no, luchando para lograrlo.
Pero el año todavía tenía algunas cosas tristes con las que machacarnos. A la muerte de todas las personas que nos dejaron por covid, que quise representar en la compañera fallecida a la que dediqué el post más leído del año, se unen dos pérdidas dolorosas para mí. La de Miguel Ángel Martínez , el que fuera Secretario Judicial -hoy LAJ- y querido amigo y muy recientemente, la de mi amiga y compañera María Jesús Moya . Ya les echo de menos
No puedo cerrar el telón sin nombrar esas otras cosas que me han dado la vida que las circunstancias se empeñaban en quitarnos. Mis amigas y amigos, a través de las pantallas o en persona, además de la familia, han sido esenciales. Gracias por estar ahí. Y la danza, tanto como espectadora como practicante -en la medida de lo posible- ha sido más de una vez e agarradero que necesitaba. Con razón dicen que bailar es soñar con los pies
Por último, me queda el aplauso. Lo siento, 2020, pero no te toca. Y el de 2021 lo dejó en suspenso a la espera de cómo se porte, No nos defraudes, por dios, que tu antecesor te lo ha puesto fácil.
Gracias por último a @madebycarol por esta y por todas sus ilustraciones. Y por ser amiga y cómplice tantas veces.
Muchas felicidades por tanta cosa bonita que escribes y por practicar esa profesión que como bien dices, ojalá no fuera necesaria. Es un placer leerte y compartir letras contigo.
Feliz vida 2021.
Besicos muchos.
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Muchas gracias. Comentarios como el tuyo dan fuerza y ganas de seguir. Ten un maravilloso año!!
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