Incertidumbre. ¿qué se nos viene encima?


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Aunque el género humano gusta de certezas, es cierto que al mundo del arte le gustan casi más las incertezas. La incertidumbre, el miedo a lo que vendrá mañana o la zozobra ante lo que se avecina es tema de obras de teatro, películas o novelas desde que el mundo es mundo. El Qué será será que cantaba Doris Day en El hombre que sabía demasiado, de Hitchcook, podía ser la banda sonora de los días que vivimos, pero también de muchos que se vivieron antes. ¿Nos esperan Los mejores años de nuestra vida o tal vez Un día de furia tras otro? ¿Resolveremos la Incertidumbre El día de mañana, o será para El día después de mañana? Veremos

Y, si la incertidumbre va a ser el leit motiv de nuestras vidas una semana tras otra, Toguilandia no podía ser menos. Una vez superados los peores momentos de esta pandemia que nos ha pillado con el pie cambiado, hay que recuperar nuestras vidas en la medida de lo posible. Y en nuestra vida entran, sin duda, nuestros pleitos. Presentes, pasados y futuros.

En el presente, lo primero es saber cómo resolvemos. Cuando, hace ya cuarenta días que parecen una vida, nos cerraron el mundo, se quedaron dentro de él nuestras togas y nuestros juicios -los tacones me los llevé puestos, afortunadamente- Los señalamientos fueron cayendo como fichas de dominó, uno tras otro, y, aunque se supone que las causas con preso podían celebrarse, la realidad me ha dado la razón a lo que aventuraba en uno de losprimeros estrenos del confinamiento  y la inmensa mayoría no pudieron celebrarse porque no acudieron los testigos. No olvidemos que ser testigo de un juicio no es una excepción para la obligación de permanecer en casa así que, en teoría, hasta se jugaban ser multados.

El presente de Toguilandia ha resultado ser fantasmagórico. Me crea un desasosiego enorme cada vez que voy a la guardiay veo a todo el mundo guardando las distancias, en el sentido literal de la palabra, con mascarilla y guantes, y un no sé qué en la expresión de la cara que dice que estos no son los juzgados que conocíamos, aunque el escenario sea el mismo y los intérpretes también.

Ahora vivimos las urgencias, lo que no admite demora, lo que ha de solucionarse ya mismo o incluso antes. Detenidos, órdenes de protección, y causas con preso en cualquiera de sus trámites en el orden penal. No olvidemos que, como decían las series de antaño, el crimen nunca descansa, y por eso quienes lo perseguimos tampoco. Por lo que atañe al Registro Civil inevitables gestiones derivadas del dolor de los fallecimientos y de los nacimientos que recuerdan que la vida se abre paso. En el orden civil, fundamentalmente cuestiones de familia, relacionadas con regímenes de visitas y la situaciones de los menores, cuyo eventual riesgo no admite ni un minuto de retraso. Y en otras jurisdicciones, las actuaciones que tampoco admitan demora, como ha sido toda la materia laboral derivada de esta hecatombe económica que ha traído consigo el maldito virus. Nadie había oído hablar de un ERTE hasta ahora. Sin embargo, ahora raro es quien no sepa qué es.

Pero ¿y el pasado? ¿Qué va a ser de todos los juicios que se suspendieron, de los plazos que quedaron congelados, de los asuntos que estaban pendientes de algún trámite y que no se encuentran en el top ten de los asuntos de urgencia inaplazable?. Pues parece que recobraremos su pulso, pero es imposible saber cómo. Ni, por supuesto, cuando.

Una de las primeras dudas que me asalta es lo relativo al límite de la instrucción, del que tanto he hablado. Ese límite de seis meses -prorrogable a dieciocho- tras el cual no se podía seguir investigando. Un límite que ha provocado la impunidad de varios asuntos que se sepa, sobre todo relacionados con  la corrupción. Pero que también puede haber dado lugar a más impunidades en asuntos que ni siquiera sabemos, porque las prisas no son buenas consejeras y el haber cerrado una causa con prueba justita puede suponer una absolución si esa prueba por cualquier motivo falla. Y mi pregunta es ¿ese plazo sigue corriendo? Cabe pensar que no, y que la suspensión de los plazos le afecta, pero la cosa no es tan simple. Porque, cuando llegue un mañana que está más cerca de lo que parece, la cosa va a estar fastidiada -léase el sinónimo malsonante, que es más real- ya que, si era difícil concluir la instrucción en tan poco tiempo y con tan pocos medios, hacerlo en peores condiciones por el trabajo acumulado durante este tiempo va a hacerlo casi heroico. O, como diría el torero, en dos palabras im-posible. Esperemos que recuperen la cordura, si la tuvieron, o que la encuentren en otro caso y que por fin se avengan a derogar este precepto, haciendo una versión multiplicada por diez del refrán. O sea, a la trigésima va la vencida.

Pero esto no es más que un ejemplo. Pensemos en todas esas suspensiones con señalamientos a dos años vista que tan frecuentes eran debido al colapso de algunos juzgados. E imaginemos qué será ahora ¿a cuatro, cinco años vista? Obviamente, un desastre cuya solución solo tiene una fórmula mágica, que siguiendo a Quevedo no es otra que la de Poderoso caballero es Don Dinero, Que no se diga que no citamos a los clásicos.

Y, por supuesto, íntimamente relacionado con eso, está el futuro. ¿Qué nos deparará un mañana donde, de momento, no podemos recuperar el tiempo perdido porque aun dependemos de las medidas oportunas para preservar nuestra salud y la de los demás?. Lo del teletrabajo  sería en muchos casos, si no una solución, sí un buen parche, pero para eso tendría que estar todo previsto, y va a ser que no. Y eso sin olvidar que la vetustez de algunas de nuestras leyes aguantan tan mal la modernidad que cualquier remedio no pasa de ser una tirita deshilachada.

Ya hemos visto las medidas del plan de choque, más choque que plan  Pero sin medios materiales y personales no van a ningún sitio. Y con ellos en cantidad suficiente, tampoco hacen falta más medidas que duplicar personal y medios. De nada sirve habilitar agosto si no va  haber jueces, ni fiscales, ni LAJs para celebrar los juicios. Y eso sin olvidar ese cómo me la maravillaría yo que, tal cual si fueran la mismísima Lola Flores deben cantar cada día letrados y letradas. Y no basta con una toga de lunares y volantes, por más que podría quedar apañada. O no,

Así que este es el panorama, para el que ya ni siquiera sirve lo de Virgencita que me quede como estoy. Saldremos, pero esperemos que no tengamos que acabar cogiendo moscas. Mientras tanto, y por si eso llega, adelanto el aplauso, que va dirigido a quienes, al fin y al cabo y como ocurre siempre, habremos de sacar las castañas de fuego desde la trinchera 

 

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