Guardias: en bucle


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Pocas veces una película ha descrito una sensación mejor que Atrapados en el tiempo.  El famoso Dia de la Marmota se ha convertido en un clásico para aludir a esa sensación de encontrarse por enésima vez en el mismo lugar haciendo la misma cosa. En bucle. Si estuviéramos en Casablanca, a buen seguro que mandaríamos a Sam al guano y le suplicaríamos que no la tocara otra vez.

Pero nuestro teatro dista mucho del escenario de esa ciudad y quienes lo habitamos no somos Humphrey Bogart ni Ingrid Bergman, así que no hay pianista a quien pedirle nada. A nuestro pianista, quien quiera que sea el encargado de marcar la melodía de Toguilandia, solo le podemos pedir una cosa: si hemos de hacer algo, que sea en unas condiciones dignas.

Ya dediqué un estreno, en los inicios de este blog, al Juzgado de Guardia. Por eso no me extenderé en machacar sobre la importancia de las cosas que allí se hacen. Pero, llegado este momento, contaré más bien cómo se hacen -o cómo no se hacen- y cómo se debieran hacer.

Cuando pienso en las guardias, siempre recuerdo a una compañera, que contaba que su hija, preguntada en el cole por el trabajo de su mamá, dijo “no sé, siempre trabaja en la guardia”. Ninguna de sus amiguitas acertó sobre cuál era el trabajo de su madre, de inmediato lo relacionaban con ser médico o policía. Y debe ser por eso, porque se conoce poco, por lo que pasa lo que pasa.

El hecho de estar de guardia marca los tiempos de nuestras vidas como nadie que no esté en el ajo podría hacerse idea. Cuando mi hija era pequeña, un día me dijo muy seria que había descubierto la causa de la violencia de género. Ante tan singular anuncio, me dispuse a prestar orejas a lo que tuviera que decirme, no fuera a ser que una niña de 8 años hubiera dado con la fórmula que llevamos tanto tiempo buscando. Totalmente convencida, aseguró que “los malos maltratan el día que estás de guardia, porque saben que tengo examen, para que no puedas ayudarme a estudiar y suspenda». A punto estuve de hablar con su profe para que cuadrara los exámenes con mis guardias, a ver si tenía razón. No hubo suerte, claro está, pero sirva esta anécdota para comprobar la incidencia en nuestras vidas de ese hecho repetitivo de “estar de guardia”.

Aunque la gente no lo crea, en Toguilandia hay más modalidades de guardia que canciones en un musical. En las ciudades grandes hay guardias de 24/48 horas en los juzgados de instrucción, a las que se suman las guardias de Menores y de Violencia de Género -generalmente, de 3 días-, y la guardia de delitos leves -antigua guardia de faltas-. En el resto de partidos judiciales, las guardias son de una semana seguida, a la que se suma el famoso octavo día, dedicado a juicios rápidos sin detenido. Ese es el esquema básico, con todas las variantes posible, para juzgados.

En cuanto a Fiscalía, las modalidades se multiplican hasta el infinito. Salvo en el caso de Juzgados de Instrucción de grandes capitales, en que hay un fiscal por juzgado, la mayoría de partidos comparten fiscal con otro u otros juzgados, lo que hace imposible el esquema de que el fiscal haga la guardia del juzgado al que está adscrito. Así que se agrupan como se puede, y se gestionan por semanas. Tanto en el caso de jueces, como de fiscales o LAJ, una semana entera con disponibilidad las 24 horas del día, con una periodicidad que va desde una cada dos semanas, hasta una al mes más o menos -salvo en partidos judiciales de un solo juzgado, de guardia siempre-. Y, aunque mi madre siempre me dijo que estaba feo hablar de dinero, desobedezco sus consejos para contar que ese tiempo está pagado a razón de cantidades que a veces no llegan a 1 euro la hora. O sea, que ni siquiera da para pagar a alguien que cuide a nuestras criaturas mientras.  Además se cobra a unos tres meses vista, con suerte.

A todo esto hay que añadir que, tras la supresión de los sustitutos para estas cosas, por más que estés de vacaciones, hay que volver a hacer la guardia y seguir con las vacaciones después, con lo que es difícil encadenar más de 10 días de vacaciones seguidos, lo que hace imposible la necesaria desconexión. Tampoco se cuentan los fines de semana trabajados a efectos de vacaciones, así que en cómputo global, trabajamos más días al año, sin que ello se compense con días de vacaciones o libranza, salvo los arrancados a golpe de recurso y con una interpretación restrictiva.

Y una cosa más. El servicio en los juzgados de violencia sobre la mujer -salvo los de Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia, por tener cuatro o más juzgados- no se retribuyen, aunque se atiendan detenidos y otras cosas exactamente igual. Eso sí, no atienden por la tarde ni en fin de semana porque el legislador ha decidido que la especialización para la mayoría de partidos judiciales solo exista en horario de oficina.

No me olvido de los letrados y letradas. Confieso que soy incapaz de comprender, y menos transcribir, los diferentes sistemas que, según Colegios, utilizan para distribuir las guardias. Pero lo bien cierto es que van como pollos sin cabeza de comisaría a juzgados -a veces con muchos kilómetros de distancia- y no solo el día que teóricamente están de guardia, sino que cotinuan el día siguiente -o los días- para solventar los famosos flecos de la guardia, tantos que acaban pareciendo el mantón de Manila  de las chulapas de Don Hilarión. El detenido de ayer al que se toma declaración hoy, la víctima que no encontraron y de pronto aparece, la diligencia que quedó pendiente… Y todo eso al módico precio de alrededor de 3 euros la hora, que se cobrarán cuando los sapos bailen flamenco, día arriba, día abajo

Así estamos y así seguimos. Porque parece que decidir sobre la libertad de una persona, o sobre cómo proteger a una víctima, no está suficientemente valorado por quien tendría que hacerlo.

La idea de este estreno me surgió a raíz de un tuit de una compañera, que se quejaba amargamente de que pasaría las navidades completas, por segundo año consecutivo, a muchos kilómetros de su pareja y su familia por gentileza del servicio de guardia. Tampoco yo sé a qué hora tomaré el cocido de Navidad ni si lo haré por la misma razón, aunque, con todo, sea una privilegiada que, tras 26 años de carrera “solo” tengo hipotecados 1 de cada 7 días laborables y 1 de cada 7 fines de semana.

Las guardias son necesarias, sin duda. Son el modo de cumplir con el derecho a la tutela judicial efectiva que consagra como un derecho nuestra Constitución. Precisamente por eso, deberían ser reguladas y retribuidas de un modo digno y razonable.

Por todo eso, mi aplauso es hoy para quienes siguen hipotecando horas de su vida en un juzgado de guardia en pro de una justicia que no siempre es justa con quienes la administramos. Buena guardia.

4 comentarios en “Guardias: en bucle

  1. Me viene al pelo: Soy letrada… entré ayer 4/12 de guardia al detenido (y en los 46 años) y estoy hasta el 12/12 con 2 compañeras más… mañana festivo soy yo titular. Si le sumo un niño de 13 meses, ser madre soltera por elección y que mis padres vivan a 600 kms, va a ser una juerga loca… Y si tengo en cuenta lo pagado del Turno de oficio me empiezo a dar cabezazos y no paro… solo rezó porque no me llamen de noche y tener que salir con el niño a Comisaría… o que si lo llevo al juzgado de guardia (es muy bueno) entiendan que no es por capricho… es la puñetera conciliación.
    Lo siento… Estoy que fumo en pipa..

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