Herramientas: Kit de supervivencia


kit

Las situaciones límite son un escenario idóneo para cualquier obra de teatro, novela o película. Sentirse Acorralado en plena guerra es lo que hizo a Rambo pronunciar su ya clásico “no siento las piernas” . Y aunque vernos Al límite hace aguzar el ingenio, nada como un buen kit de supervivencia para estar en disposición de enfrentarnos a lo que sea. Que no todo el mundo puede ser Mc Gyver, que igual desactivaba una bomba con un chicle y una goma de pelo que la fabricaba con una lata de judías caducada y un clip sujetapapeles.

En nuestro teatro, aunque no hay guerras con fusiles ni hay que fabricar bombas, sí que hay más situaciones límites de lo que la gente cree habitualmente. Y guerras, no lo dudemos. Que nos lo digan sino a quienes llevamos familia, que mas de una vez nos hemos encontrado reviviendo La guerra de los Rose.

En mi toga y mis tacones queremos tenerlo todo dispuesto para esas situaciones límite, así que he elaborado mi propio kit de supervivencia toguitaconado, que espero que resulte útil tanto a quienes llevan toga -con puñetas o no- o a quienes esperan llevarla alguna vez, como a quienes nunca vestirán eso que una testigo llamaba el batín negro –se refirió a mi como la señora del batín negro-.

Lo primero de lo que debemos andar bien surtidos es de material escolar , todos esos adminículos sin los cuales, en plena era digital, no puede salir adelante la Justicia. Ya saben quienes me leen habitualmente mi fijación con los pósits, pero es que de verdad que son un bien escaso y de reconocida utilidad social. Tanto, que me planteo proponer una reforma donde se incluyan en el patrimonio digno de especial protección, y que el hurto o robo de los mismo sea un subtipo penal agravado. Igual así actúa eso que conocemos como prevención general –o sea, que el eventual delincuente pueda pensárselo mejor a la vista del castigo que le pueda caer- y dejen de desaparecer de mi mesa.

Entre todo este material nunca hay que olvidar los folios. Y conste que me refiero a los de papel de toda la vida. Porque, se crea o no, está empíricamente comprobado que la implantación de la tan cacareada digitalización  con su no menos cacareado lexnet  ha multiplicado el gasto de folios en juzgados, tribunales y fiscalías. El papel 0  en estado puro, vaya. Y sé de buena tinta de lugares donde a abogados y procuradores les instan a llevarse sus propios folios porque si no no les dan las copias que piden. Que no está la cosa para bromas.

Pero no creamos que eso nos libra de tratar de informatizarnos, digitalizarnos y hasta supervitaminarnos y mineralizarnos como Super Ratón. De eso, nada. Como quiera que en nuestro caso, una cosa no quita otra sino que lo que hace es multiplicar la faena –versión papel y versión digital-, pues también hay que estar armados y pertrechados de CD´s vírgenes y memorias usb para llevarnos la información. No deja de ser gracioso que los juicios siguen grabándose en CD pero los ordenadores ya no llevan lectores, así que la cosa tiene bemoles. Juro que no hace mucho me pase mi buen rato dando vueltas al ordenador portátil por el que sustituyeron el fijo en busca de la ranura para introducir el Cd. Sin resultado, claro, aparte de las carcajadas  de quien me observaba en semejante trance.

Tampoco la modernidad ha llegado a nuestras vidas hasta el punto de hacer desparecer los Códigos en papel. Continúan siendo una parte indispensable de nuestro kit de supervivencia, como toda la vida. Ahí están, sobreviviendo a reformas, a cambios de despacho, a traslados de un juzgado a otro, con sus páginas más que manoseadas, llenos de notas, acompañándonos en cada paseo por Toguilandia. Porque por más que la tecnología avance y los podamos llevar en nuestros dispositivos móviles, ellos siguen ahí, inasequibles al desaliento.

Pero, como no solo de pan vive el ser humano, hay otras cosas menos materiales que no pueden faltar en nuestro kit de supervivencia en Toguilandia. Cosa como la empatía  o la amabilidad  para tratar con profesionales y justiciable, que ya tuvieron su propio estreno. Aunque quizás de lo que más necesidad tenemos es de paciencia, así que conviene aprovisionarse de una ración doble, o triple. Paciencia para aguantar los retrasos en los señalamientos, paciencia para soportar los excesos de trabajo, paciencia para pelearse con ordenadores y programas informáticos y paciencia, en definitiva, para bregar con el día a día, que no es moco de pavo.

Tampoco nos puede faltar nunca una buena dosis de sentido del humor , que ya sabemos que la risa si no es siempre el remedio que cura la enfermedad, si que es, al menos, una buena receta para combatir los síntomas.

Aunque, ya puesta, nunca olvidemos tener a mano una bolsa para hiperventilar, un buen cacho de gomaespuma para que no nos duela si nos damos de cabezazos contra la pared y un paquete de kleenex para los disgustos. Y, ya que estoy generosa, revelaré mis dos ingredientes secretos: el respiranhondismo y la cuentahastresdina, ideales antes de tomar una decisión, lo aseguro.

Así que ahí queda eso. Mi aplauso va hoy para quienes son precavidos y nunca salen de casa sin su kit de supervivencia. Porque ya se sabe. Toguitaconada precavida vale por dos.

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