No hay Noche de Reyes sin roscón, y sin todo lo que acompaña al roscón. Y, aunque cuando de películas se trata, conocemos más a Papá Noel por influencia del cine americano, no podemos olvidarnos de Los Tres Reyes Magos y la historia de la Natividad en la que tanto tuvieron que ver que se convirtió en una tradición, la de regalarnos cosas, que cualquier excusa es buena, y más si se trata de criaturas. Siempre recordaremos la cara del Carlitos de Cuéntame ante su Madelman -Dios mío, yo tenía uno igual- o al Chencho perdido de La Gran Familia ante los regalos del Padrino José Luis López Vázquez
Pero claro está que no se puede reclamar si antes no se ha pedido, y en eso consiste precisamente el cuasi contrato que tenemos con los Reyes. Hemos de redactar nuestra carta y, si es conforme, ellos vienen con el pedido. Ahora bien, los requisitos de este negocio jurídico no son moco de pavo. Nada de contratos de adhesión con claúsulas abusivas. La causa es nuestro comportamiento, porque si no nos hemos portado bien durante el año, nos traerán carbón. El consentimiento existe desde que aceptamos la existencia de los Reyes Magos como portadores de regalos por encima de Papá Noel -habría que examinar si hay,exclusividad, en cuyo caso haber recibido algo de Santa Claus anularía el contrato con Sus Majestades- Y la forma, desde luego, es bien conocida: tres Reyes de distintas procedencias montados en camellos y precedidos de sus pajes con los que, a buen seguro, tienen suscrito un contrato de trabajo como trabajadores fijos discontinuos, ya que solo reparten en este época.
En nuestro escenario hemos escrito nuestras cartas todos los años, sin fallar ni uno. Pero, o no debimos explicarnos bien, o los Reyes Magos no tenían su día cuando hicieron el reparto, pero se dejaron muchas cosas en el tintero. Pero como la perseverancia es una gran virtud, hagamos gala de ella e insistamos, a ver si de paso se da cuenta de que somos de los mejorcito del mundo mundial y nos lo merecemos todo, todo y todo.
Empezaré, para no variar, por algo que pido todos los años y que espero haber acumulado puntos suficientes para lograrlo, como hacía Don Pantuflo con Zipi y Zape hasta lograr su ansiada bici. Me refiero, cómo no, a mi bola de cristal y mi varita mágica. Con la primera espero adivinar lo que va a pasar en un futuro con esa persona que viene a denunciar, si su vida corre riesgo o no, y la segunda la usaré para ponerle remedio. Qué falta nos haría en muchos juzgados, y en especial en los juzgados de violencia sobre la mujer en los que tan difícil nos lo ponen esas mujeres que, por miedo, por dependencia, o por cualquier otra causa, se niegan a declarar contra su agresor. Que, por cierto, bien estaría que nos trajeran por Reyes una revisión del precepto que establece la dispensa a declarar, que ya le toca.
Y, al hilo de esto, voy a recordaros lo que os pedía mi buen amigo Alvaro Botías en su carta a los Reyes que eran tres cosas, a una por Rey. La primera era esperanza para poder seguir luchando, frente a los obstáculos, por la igualdad. La segunda, un buen saco de gafas moradas para ver la realidad en que vivimos y poder hacer posible esa igualdad. La tercera era cariño y apoyo para los seres queridos de las mujeres asesinadas este año. Ya puesto, os sugiero que una buena causa es la lotería solidaria para becas de estudio para sus huérfanos y huérfanas, que, aunque ya tuvo su propio estreno, no está de más recordar.
He pedido, como siempre, ayuda a mis compis, y traigo sus peticiones para que los Reyes no se olviden de nada. He de reconocer que entre mis preferidas está la de un compañero que dice, literalmente, que pide como las misses, la paz en el mundo. Aunque luego se viene arriba y añade que desea que no haya quien escupa sangre para que otro viva mejor. No puedo por menos que sumarme y aplaudir.
Otras peticiones se hacen directamente al legislador o, mejor dicho, a los Reyes de Oriente para que se las transmitan. Entre estas está la que es un clamor entre todos los juristas y especialmente entre los fiscales: que deroguen el maldito plazo del artículo 324 LECrim y su bomba lapa incorporada. También hay quien pide, con mucho tino, que se meta mano al sistema de nombramiento del Fiscal General del Estado y que, cuanto menos, sea propuesto y cesado por el Parlamento. Otra compañera, también muy atinada, pide la ampliación del catálogo de las motivaciones que dan lugar al delito de odio, que no se nos queden fuera cosas como la aporofobia. Y me sumo al propósito de otra de mis compis, que avancemos en transparencia y comunicación, que no estaría mal llegar al siglo XXI. Yo, por mi parte, añado el anhelo de que se cumpla lo que prevé el Convenio de Estambul y el pacto de estado respecto de la violencia de género, que solo se trata de aplicar normas ya existentes. A ver que tal se entienden sus majestades con quienes controlan la fábrica de leyes y hay un poco de suerte.
Otro grupo importante de peticiones son las que afectan a la carrera fiscal propiamente, pero podrían hacerse extensivas a otras. No son cosas extravagantes, más bien básicas, como que haya concursos de traslado con cierta frecuencia, que se regulen como Dios manda las sustituciones y no sean una chapucilla, que nos quiten de encima el cáliz de hacer los estadillosy que a la hora de productividad valoren la calidad y no la cantidad, que no somos máquinas de hacer churros. Y puestos a pedir, que recuperemos la capacidad adquisitiva perdida en tiempos de los recortes. Aunque lo más importante, y que resume todo esto, es la petición de otro compañero “una miajita de respeto”. Te lo dice too y no te dice na, vaya
Y visto lo visto, se entienden peticiones más prosaicas como cortinas para unas compañeras que tapan el sol con carpetillas, un colchón en condiciones para la guardia de menores para otra -incluso, una almohada, si no es abusar- o calefacción para esos sitios donde les salen carámbanos en las puñetas de la toga. Me solidarizo, además con otra fiscal que soporta una servidumbre de paso de cuarto de baño en su despacho, porque yo lo sufrí por mucho tiempo y aseguro que es bastante incómodo. Y ojo. Una vez más, bolis que no sean verdes y pósits. Lo de los Códigos me dice otra compañera que lo deja estar porque no quiere pasarse. Y no me extraña, que sé de buena tinta de un juzgado cuyos Códigos, entre otras cosas, perecieron en un incendio y que, al pedir la reposición, se han encontrado con la respuesta de que los tiene en Internet, Verdad verdadera.
No obstante, siempre hay escépticos, así que hay quien opta `por lo de Virgencita, que me quede como estoy, y quien quiere cambiarlo todo, por eso de Peor imposible. Pero ya sabemos que el punto medio está la virtud. El verdadero problema es encontrarlo.
Por último, no quiero acabar la carta sin el encargo de mis amigos y amigas que se dedican a la abogacía, y que cada día demandan condiciones dignas para el turno de oficio. Pues bien, hacer el favor de hablar con quien sea para dárselas, que ya se las merecen, por lo que trabajan y por la insistencia.
Y con esto acabo mi carta. Y ya os digo, queridos Reyes Magos, que os adelanto el aplauso como si de arras se tratara, pero ya podéis devolverlo si no cumplís. Eso sí, si lo hacéis, jamás habréis escuchado mayor ovación. Os lo aseguro
PD (NO HAY CARTA SIN ELLA) ¿Podéis traerme una cosa extra para mí? No es gran cosa, pero me hace mucha ilusión que mis libros estén en escaparates de toda España. Por favor, por favor, por favor
Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
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