De nuevo llega la noche de Reyes. Esa noche mágica para los niños y los no tan niños, que se aprovecha para pedir una lista de buenos deseos, de cosa materiales, o de lo típico, como la canción: salud, dinero y amor. Ahí es nada.
A los pobres Reyes Magos no les dedican demasiado protagonismo en el mundo del espectáculo, colonizado por la influencia anglosajona que hace competencia desleal con el Papá Noel que ellos llaman Santa Claus, y que dónde va a parar. Si es pura matemática: tres mejor que uno, como las ofertas del súper. Pero es lo que hay. Alguna película de animación, como Los Reyes Magos –título original donde las haya- o alguna otra como La noche de Reyes –más originalidad- y pare usted de contar. O alguna referencia en otras, como sucede en La vida de Brian, o en Jesús de Nazaret, que ví muchas veces en mi infancia de colegio de monjas, y de la que aún recuerdo a Fernando Rey haciendo de rey mago, imagino que porque me hizo gracia la coincidencia con el apellido. Estaba convencida que le habían elegido por eso, ya ves. Cosas de niñas.
Tal vez por eso, los Reyes se enfadan y no siempre nos traen todo lo que pedimos, que no somos conscientes del trabajazo que les damos. Pero yo no cejo, que la tenacidad ya me la trajeron de pequeña, y voy a insistir con la carta a los Reyes desde el escenario de Con Mi toga y Mis Tacones.
Como aún estoy esperando lo que le pedimos en otras ocasiones , se me ocurre que quizás confundimos a los pobres magos. Porque, claro, tanto pedirle possits, bolífrafos, grapadoras y folios cuando leen que ha llegado el Papel 0 , pudieron pensar que nuestras peticiones habían prescrito. O caducado, más correcto en Derecho. Así que hoy voy a aclarárselo.
Queridos Reyes Magos. Han de saber que lo del expediente digital y el papel 0 es a día de hoy una milonga y seguimos necesitando todos esos adminículos de papelería que llevamos pidiendo tanto tiempo. Por no hablar de impresoras, con su correspondiente tóner, ordenadores que no funciones a pedales y programas que funcionen de verdad, y no solo en lo que cuenta algún mandamás inspirado. Hágannos caso a quienes nos mojamos las rodillas y nos tenemos que remangar la toga.
Pero por si acaso no me creen, ahí van unas cuantas peticiones de las seguro tienen stock. De las de toda la vida.
Tráigannos paciencia para aguantar sin medios y sin plazas las avalanchas de papel –del de verdad-, y para soportar sin perder los nervios las promesas incumplidas cada vez que alguien va a contar a la prensa lo bien que va todo.
Tráigannos templanza para mantener el tipo, sin soltar la carcajada, cada vez que nos vemos ante alguna de esas anécdotas que ya han protagonizado más de un estreno. Para mantener el gesto y la seriedad de las circunstancias si alguien monta en cólera porque cree que le llamaron “insolente” cuando se trataba de “insolvente” o si protestó enfervorizado porque él no era el “actor”, que se dedicaba a la fontanería. O cuando echan la bronca a su propia Letrada porque el juez la llamó “impertinente” cuando lo impertinente era su pregunta. Y tantas otras cosas.
Tráigannos un estómago forrado de amianto para asimilar la situación injusta de tantas víctimas, que a veces dan ganas de llevárselas a casa de pura impotencia. La vida a veces se empecina en hacerlo pasar tan mal a muchas personas…
Tráigannos unos nervios de acero para mantener la calma ante determinados delincuentes, cuyos hechos deleznables pueden llegar a hacer tambalearse los principios generales del derecho. Y, buena memoria, para recordar siempre que somos juristas, y que el estado de derecho está ahí para algo, aunque cosas como la violencia de género, la pornografía infantil o las violaciones nos revuelvan las entrañas.
Tráigannos cordura y sensatez para tomar las decisiones adecuadas para el justiciable, y una dosis extra de sabiduría para lograr hacérselo comprender.
Y tráigannos también unas retribuciones dignas, adecuadas y cobradas a tiempo, que reclamar una guardia o los emolumentos del turno de oficio no se convierta en una hazaña digna de Furia de Titanes.
Y, si aún les queda algo en las alforjas de sus camellos, no olviden dejarnos, para el caso de que todo lo demás no llegue, horas de más para que cada día alcance las 30 o 40, que a falta de pan buenas son tortas cuando no queda otra que suplir con esfuerzo la falta de medios.
Y, ya puestos, no se olviden de traernos una sonrisa, que eso siempre ayuda.
Así que hoy coloco mis tacones en la chimenea imaginaria de nuestro escenario, y pido un fuerte aplauso para esos Reyes Magos. A ver si recibiéndolo por anticipado tienen la energía suficiente para dejarnos todos esos regalos.
Feliz noche de Reyes.
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