Concursos: la plaza justa


ruleta

En el mundo de la farándula los desplazamientos son algo normal. Giras, tournés, promociones, y bolos diarios forman parte de su día a día hasta el punto de haberse convertido en un clásico eso de viajar más que el baúl de la Piquer. Motivo de envidia para los de fuera y de hastío para los de dentro a partes iguales. Gajes del oficio.

Sin embargo, nuestro teatro es mucho más inmóvil. Sus escenarios se despliegan a lo largo y ancho de la geografía pero los protagonistas de cada uno de ellos tienden a variar poco, o al menos a eso aspiran la mayoría de ellos. A una ubicación estable que traiga consigo una vida familiar también estable. Lo que no siempre es fácil, máxime en los tiempos que corren.

Nunca se me olvidará lo que me contó una compañera a la que, en su primer destino, le dijeron con toda seriedad que anduviera con ojo, que allí los embarazos se decidían en Junta de Fiscales. Nunca supimos bien ni ella ni yo si aquello era en broma o en serio, pero dado que la carencia de personal en Justicia es un mal endémico desde que mundo es mundo, no me extraña que su jefe imprimiera bastante seriedad a la advertencia. Y, pese a que hace muchos años de aquello, la situación no ha mejorado. Más bien lo contrario, que desde que tuvieron a mal cortar de cuajo con los sustitutos, cada baja de un compañero se convierte en un verdadero drama para los que seguimos al pie del cañón. Y, mientras tanto, la edad de jubilación aumentando, que parece que nos quieran hacer protagonizar eso de Murieron con las botas puestas. Y lo que te rondaré, morena.

Pero, bromas aparte, los concursos –o más bien, la falta de ellos- son un auténtico motivo de angustia que deja en stand by muchos proyectos. El de comprar un piso, formar una familia o matricular a los hijos o hijas en el cole, nada menos. La vida del funcionario que se trate queda en modo pause a la espera de cuándo tengan a bien convocarlo y qué le llegue en la lotería del concurso. Y, cuando de una pareja de funcionarios –entiéndaseme en el sentido de trabajadores que perciben su sueldo con cargo a los presupuestos del estado- se trata, hay que hacer verdaderos encajes de bolillos, cuando no prestidigitación. No hace mucho que se consideró la posibilidad de los concursos subordinados, pero hasta entonces había que hacer un cálculo a la cuenta de la vieja de a ver a qué sitio no querría ir nadie, a ver si allí podía tener cabida la pareja en cuestión. O resignarse a vivir separados por cientos de kilómetros mientras esperamos a que se alineen los planetas y el escalafón nos permita juntarnos en algún punto del camino, ascensos mediante además. Y juro que no exagero lo más mínimo si digo que mis dos hijas nacieron al ritmo que el BOE nos impuso a sus padres. Porque, como quiera que una es organizada, conseguí acoplar mis embarazos a los respectivos concursos que nos trajeron a su padre y a mí al destino proyectado. Y de milagro no les puse de nombre Boetina I y Boetina II.

En mi caso, mi veteranía toguitaconada ya me ha dado alguna estabilidad, que alguna compensación tenía que tener eso de No pesan los años, pesan los trienios. Pero cada vez que leo las cuitas de mis compañeros más jóvenes esperando que salga un concurso, o que se resuelva, con más avidez que esperaban los hebreos el maná en Sinoué el Egipcio o Moisés, se me hace un nudo en el estómago. Y entiendo que les entren ganas de mandar las Diez Plagas a los responsables. Porque entre llamadas, confirmaciones off the record, correcciones y espera a que se publique, a uno se le van las energías. Y con ellas, alguna que otra mensualidad de alquiler, el plazo para la matrícula del colegio y hasta las ganas de trabajar. Comprensible.

Y todo esto sin entrar en las famosas resultas, que son algo así como un ejercicio de adivinación sin bola de cristal ni ouija que nos auxilie.

Pero así seguimos. Con la inseguridad de no saber adonde vamos a ir a parar en nuestro aparentemente seguro trabajo. Porque no deja de ser una paradoja que, siendo una de las razones que la gente sopesa a la hora de opositar la de esa seguridad en el puesto, acabemos pasando tanta fatiga. Gajes del oficio también en nuestro caso.

Eso sí. No creamos que este tema es algo que solo afecta a quien concursa o pretende hacerlo. Todos hemos visto cómo hay juzgados que languidecen a la espera de que los avatares de la diosa Fortuna cubran las vacantes de juez, fiscal, LAJ, forense o funcionarios, mientras los asuntos permanecen en una mesa durmiendo el sueño de los justos, habida cuenta que los sustitutos o interinos pasaron en muchos casos a la historia. Y eso perjudica a todos los profesionales y, por supuesto al ciudadano, que siempre resulta afectado cuando de Justicia se trata.

Así que hoy el aplauso no puede ser otro que para la santa Paciencia y para la Diosa Fortuna. Que son quienes, visto lo visto, tiene más que decir en este tema.

7 comentarios en “Concursos: la plaza justa

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