Lengua cooficial: convivencia


lenguas cooficiales

Aparentemente, el arte es universal, y en cuanto a universal, debería ser entendido por todos, hablaran la lengua que hablaran. Pero eso que parece obvio, no lo es tanto según ante cuál de las musas nos encontremos, y Terpsícore y su teatro nos lo ponen más difícil en cuanto la representación incorpora un texto hablado y previamente escrito. Y ahí nos encontramos con los obstáculos con los que el mundo nos impone desde los tiempos de La Torre de Babel. Por eso hoy en día es impensable el actor que no hable un inglés cuanto menos aceptable, porque el idioma anglosajón se ha convertido de facto en la lengua en la que acaba entendiéndose todo el mundo. Sin perjuicio, por supuesto, de que cuanto más azúcar más dulce, y cuanto más idiomas se conozcan mejor irá la cosa.

Atrás quedaron los tiempos en que a los artistas les bastaba una caída de ojos y una sonrisa, como los que magistralmente empleaba la protagonista de La Niña de tus ojos. para llamar en el más puro andaluz al Doctor Güebels. Tanto es así que las vicisitudes idiomáticas ya han dado su fruto en el cine, como ocurre en Spanglish, con una Paz Vega navegando entre el andaluz y el inglés que a veces me viene a la cabeza en algún que otro juicio.

En nuestro escenario, al menos de momento, nada de inglés. Salvo algunas excepciones que por la población extranjera o por la universalidad de la materia es más que recomendable conocerlo, nos manejamos en perfecto castellano –o español, si se prefiere-, pero, en algunos sitios, con un elemento adicional: la lengua cooficial. Algo que muchas veces se presenta como un conflicto pero que en realidad no lo es tanto. O al menos nunca lo ha sido durante toda mi toguitaconada vida en una comunidad bilingüe.

He de decir que jamás de los jamases he tenido problema alguno de comunicación por razón de lengua. Y que, más allá de alguna anécdota reseñable, la cooficialidad ha transcurrido como una balsa de aceite, por más que reconozca que el castellano es más que preeminente en escritos y juicios. Pero también he de reconocer que he hecho interrogatorios en valenciano y hasta algún que otro juicio, incluido uno ante el tribunal del jurado, cuando las circunstancias de los que allí estaban lo han aconsejado. Y tan tranquilos.

También he conocido de algún juzgado cuyo secretario judicial –hoy LAJ-hacía sus escritos en valenciano. Y tan tranquilos también. Lo que no podemos olvidar es que estamos ante un servicio de ámbito nacional, con cuerpos de funcionarios de ámbito nacional, y que muchos pueden no conocer la lengua cooficial. Pero se soluciona del modo previsto en la ley y punto.

Eso sí, como siempre, hay veces que los medios juegan las malas psadas de costumbre, como no hace mucho en que se nos decía que la traducción oficial de un escrito del valenciano al castellano podría tardar unos cuantos meses. Curiosa burocracia, cuando cualquiera podríamos hacerla en un pis pas, máxime cuando hay multitud de funcionarios en posesión del título oficial de valenciano, habida cuenta que eso les da puntos a la hora de concursar. Y alguna que otra toguitaconada también, por cierto.

En cualquier caso, y como en todo, no dejan de suceder anécdotas curiosas. Cuando en mi primer destino encontré la palabra “palet” escrita en un atestado, creí volverme loca. Estaba convencida que aquello era valenciano y que debía traducirlo como “palito”, con lo cual el hecho no tenía sentido. Hasta que alguien me hizo ver que las cosas son más sencillas de lo que parecen y que no era otra cosa que la denominación de los materiales de construcción apilados. Que, por cierto, habían sido objeto de robo, como bien supondrá el avezado lector.

También recuerdo otra anécdota curiosa. Por aquel entonces, uno de los juzgados había pedido –y conseguido- un traductor de valenciano/castellano con carácter casi permanente. Y allí estaba el hombre traduciendo cosas que todos entendíamos. Fue difícil aguantar la risa alguna que otra vez ante cosas tan chocantes como un impagable “diu que sí” para traducirnos un “sí” como respuesta a una pregunta que, evidentemente, todos habíamos comprendido porque es exactamente igual en ambas lenguas.

Otra de las cosas que sucede a veces es que, cuando se le instruye al testigo de su derecho a utilizar alguna de las dos lenguas cooficiales, no acabe de entender lo que le dicen. Cuando, en perfecto castellano y con toda solemnidad, le dicen una retahíla de derechos que tiene, puede ofuscarse. Como le sucedió a una buena mujer que, tras estar durante gran parte del interrogatorio respondiendo en valenciano con aparente nerviosismo, nos preguntó “¿y cuándo puedo hablar castellano?”. La pobre señora, andaluza de nacimiento y valenciana de adopción, estaba sudando la gota gorda para responder en valenciano, porque había entendido que eso era lo que le decían cuando le explicaron lo de la lengua cooficial. Dio un respiro y, al hablar su lengua materna, comprobamos que no era nerviosismo sino padecimiento porque jamás había tenido que expresarse en esa lengua, aunque la entendía a la perfección. Cosa nada infrecuente por estas tierras, donde son comunes las conversaciones bilingües, en que cada uno habla lo que mejor le viene.

Así que, relax. Dos no riñen si uno no quiere. Y no pongamos trabas en donde no debe haberlas. Que bastante tenemos en Justicia con lo que tenemos

Por eso el aplauso no puede ser otro que no muy fuerte para todos los que, con sentido común y tolerancia, viven la cooficialidad de lenguas como una riqueza, no como un motivo de enfrentamiento. Que  con la que está cayendo ya hay más que suficientes problemas. ¿O no?

 

1 comentario en “Lengua cooficial: convivencia

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