Todas las profesiones tiene su jerga. Guiños, lugares comunes y dichos populares que tienen que ver con la materia forman parte del acervo con el que cargamos. Ya hemos visto otras veces que cosas como desear a alguien que se rompa una pierna, algo bastante desagradable en cualquier ámbito, es poco menos que un brindis por la buena fortuna en el teatro. Y, como ocurre de un tiempo a esta parte en todas partes, también tienen sus siglas, sus abreviaturas y sus acrónimos. Algunas, solo entendibles entre los iniciados, y otras, que ya han pasado al lenguaje popular. Como el ya famoso VIP, que ha cobrado tal significado propio que muchos no siquiera recuerdan que eran las siglas de Very Important Person.
Y en nuestro teatro no es que no podamos ser menos. Es que somos más. Entre tecnicismo, abreviaturas y frases de uso frecuente bien en lenguaje culto o bien coloquial hemos acabado creando una jerga que a veces nos vuelve incomprensibles para un no iniciado en la secta de las togas, El Club de los Togados Ciertos .Y casi sin darnos cuenta. Y no solo es nuestro lenguaje, con su propia terminología, sus latinajos y todo. Son muchas otras cosas que hacen que en ocasiones se necesite la Piedra Roseta judicial para entendernos. O ni así. Código Rojo, volamos hacia Justicia
¿Quién no nos ha oído hablar alguna vez de cosas como esepear, pasar a falta o a palo, ir al tesejota, pedir tebecés, incoar dip, bajar el tercio o hacer una media pena?. Cosas que decimos con toda naturalidad y que dejan a cualquier oyente ajeno como si se hubiera aparecido en la Torre de Babel. Y que, por su supuesto, tiene s explicación.
Se esepea cuando se sobresee provisionalmente una causa (de SP, obviamente), se pasa a falta o a palo cuando se transforma el procedimiento en juicio de faltas –hoy delito leve o, mejor, levito- o procedimiento abreviado, se va al Tribunal Superior de Justicia o se solicita la pena de trabajos en beneficio de la comunidad. Y, aunque cuando yo ingresé en la carrera ya se había derogado la obligación de forma PD, todavía signamos en ocasiones con ese PD que significa “por delegación”, al igual que utilizamos la V que, según los casos, quiere decir “Visado” o “visto”, que puede parecer lo mismo pero no lo es. Aunque no desvelaré mucho más del Misterio Fiscal, no vaya a acabar haciendo spoiler de mi propia carrera, que siempre hay que mantener algo de intriga o el espectáculo dejará de tener interés.
Por otro lado, cuando hablamos de bajar el tercio, no nos referimos a ir a la barra del bar y pedir una cerveza, por más que pueda parecer eso lo de pedir un tercio. En realidad no es otra cosa que la rebaja legal prevista en la ley en el caso que el investigado se conforme de inmediato y admita los hechos. Y tampoco tiene ninguna relación con la gastronomía ni las tapas eso de las DIP, por más que en otro ámbito se haya popularizado el término dipear para referirse a mojar algunas salsas –el rebañar de toda la vida- Pero nosotros no rebañamos nada, solo abrimos unas diligencias de investigación, aunque podamos acabar rebañando responsabilidades penales si toca, claro está.
En cuanto a la media pena, que tampoco crea nadie que son las rebajas de Enero. Es un modo de llamar coloquialmente a la vista de prórroga de prisión preventiva del condenado pendiente de recurso, que se puede prorrogar hasta la mitad de la pena impuesta. Mucho menos atractivo de lo que pudiera parecer, la verdad.
Recuerdo que cuando empecé mi vida toguitaconada, oía hablar a mis compañeros más veteranos de pelos y de palos. Con esa mezcla entre prudencia y miedo del que es Nuevo en esta plaza, me quedaba mirando esperando descifrar qué narices quería decir aquello, que no venía en ninguno de los más de trescientos temas que llevaba todavía tatuados a fuego en mi cerebro. No tardé en descubrir que con eso de PELO se referían al ya derogado procedimiento para el enjuiciamiento oral de delitos dolosos, menos graves y flagrantes, que fue declarado inconstitucional y sustituido por el PALO, el ya tan conocido procedimiento abreviado. Que, por cierto, es una contradicción en sí mismo, porque en muchos casos puede decirse de él cualquier cosa menos que sea abreviado –aunque hoy nos hayan tirado encima lo de la limitación del plazo de instrucción-, y menos aún que sea un procedimiento especial, como lo conceptúa la ley, cuando por él se juzgan la inmensa mayoría de los asuntos penales.
Pero si hay un rey indiscutible del lenguaje toguitaconado, ése es el verbo “evacuar”. El dichoso verbo, que todavía se emplea en gerundio para contestar escritos por muchos fiscales –“evacuando el traslado conferido”– tiene unas escatológicas connotaciones en el lenguaje común que hacen sonrojarse a más de uno. Y advierto que aunque pretendamos desterrarlo continúa inasequible al desaliento anclado en los modelos de nuestro sistema informático, el simpar Fortuny, al que alguna vez me he referido como Infortunyo por los quebraderos de cabeza que nos produce.
Y así seguimos. Hablando nuestra propia jerga, no exenta de alguna que otra broma. Como las de quienes todavía nos llaman a los fiscales Inmortales por cierto chiste que decía que no podíamos pasar a mejor vida. Y que pasó a la historia, visto lo visto.
Pero la vida hay que tomarla con humor. Por eso hoy el aplauso es para todos los que con su ingenio nos la hacen más agradable, añadiendo un apelativo amable a cualquier vocablo infumable. Porque una sonrisa siempre es de agradecer, aunque sea una sonrisa puñetera.
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Yo tiendo a preguntara mi marido cuando finen los yogures…..
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