Sombrillas y bikinis, piscinas o playas, castillos de arena, chanclas y mil cosas más son tópicos a los que nos acostumbra el verano y que cine y literatura reflejan un año tras otro. Desde el clásico Verano azul hasta El final del verano tenemos toda clase de películas y series supuestamente refrescantes con que entretenernos. Aunque, entre todas, siempre recodaré aquel crucero de Vacaciones en el mar, con su capitán Stubing, su sobrecargo Smith y Julie, su sonriente relaciones públicas, a la única que conocíamos por su nombre y no por su apellido. Aquellas vacaciones eran un poco nuestras.
En nuestro teatro, un año tras otro, hemos visto desfilar todos los tópicos con sus especialidades toguitaconadas. Juzgados vacíos casi fantasmagóricos, el mes de agosto declarado inhábil, causas con preso inoportunas y un sindrome postvacacional de proporciones cósmicas, traducido en mesas y armarios llenos de un papel que en teoría no debería existir. Es lo que hay. O, mejor dicho, lo que había.
Pero, de pronto, llega un verano que no es verano, con unas vacaciones que no son vacaciones y unos dias inhábiles que no son del todo inhábiles. Y todo por culpa de un bichito microscópico del que nunca nadie había oído hablar, y que lo ha cambiado todo. Lo que no han podido las decisiones políticas más estrambóticas, la falta de medios o la crisis económica, lo ha conseguido el coronavirus, maldita sea su estampa.
Quién nos hubiera dicho el verano pasado, cuando el independentismo llenaba horas de informativos, que este verano apenas se le nombraría. Y otro tanto cabe decir de muchos otros temas. Pero lo peor de todo es que se acabaron las serpientes de verano. Ya no reptan por los noticiarios con historias de relleno porque los periodistas no tenían nada de que publicar. Ahora, sin embrago, les sobran temas, aunque después de todo lo que ha ocurrido a algunos y algunas lo que les falta es el empleo. Paradojas de la vida.
Nunca pensé que las echaría de menos. Pero la vida nos sorprende y aquí estoy yo hoy, escribiendo sobre esas cosas de las que parecía estar harta. Eso sí, con su toque toguitaconado, que no se diga.
Lo primero que vamos a echar de menos es la canción del verano. Nada de Chiringuito, ni de La Barabacoa, que estamos muy juntitos y hay riesgo de contagio. Así que señor Georgie Dan, sus derechos de autor están este verano a salvo, porque nada de verbenas. También quienes nos dedicamos al Derecho Penal nos libraremos de todas esas cosas que sucedían en los alrededores, aunque no es necesaria una verbena para portarse mal, claro está. Aunque no haya verbena, el Si bebes no conduzcas sigue vigente. Y, por descontado, el castigo a los infractores. Un delito que siempre está de moda. Por desgracia.
Eso sí, hablando de tráfico, nos han dejado sin algunas de las serpientes de verano más recurrentes. Los atascos, las recomendaciones sobre revisar el coche antes de salir de viaje, las subidas de precio de la gasolina y algún reportaje graciosillo donde los conductores y conductoras en cola contaban su desesperación en su minuto de gloria televisivo. Se siente, pero ahora hay otras cosas de que ocuparse.
Tampoco hay, salvo que yo esté despistada al respecto, una enésima reposición de Verano Azul. Aunque podamos reproducir su sintonía con silbiditos siempre que nos dé la gana, faltaría más. Eso sí, lo veo difícil con mascarilla, pero todo es ponerse.
Si damos un paso más allá, y llegamos a las playas, nuestra desolación puede ser tremenda, si lo comparamos con otros años. Adiós a los reportajes sobre playas atestadas y sobre las piruetas que algunos hacían para clavar su sombrilla en la playa a las 8 de la mañana para que no les falte hueco. Ahora, por desgracia, lo más que veremos son los quejidos, y con razón, de quienes alquilan hamacas porque no se comen un colín
Y aunque la playa no esté desierta como la de aquella Maria Isabel que fue canción del verano cuando la televisión era en blanco y negro, ya no da para más noticias. Con la de cosas de las que hay que ocuparse y preocuparse, a nadie le interesa si se llevan más las colchonetas de cocodrilos o de unicornios. O a casi nadie, vaya, que tampoco se puede generalizar.
Aunque si algo se echa de menos especialmente son las imágenes de aeropuertos a reventar con gente sonriente que se iba de viaje, o menos sonriente, a la que había tocado la huelga de turno, el overbooking o el vaya usted a saber qué. Tampoco tenemos, por desgracia, las escenas de llenazos en lugares turísticos, aunque no nos engañemos, no echaremos nada en falta los excesos de prácticas estúpidas como el balconning, comas etílicos y excesos varios. Podría decir que no hay mal que por bien no venga, pero me lo callaré no vaya a ser que alguien se me meriende, que no está el horno para bollos
Tampoco veremos esos reportajes que se repetían año tras año sobre los supuestos timos a la hora de recibir el apartamento alquilado, que en vez de 120 metros tenía 20 y en vez de piscina una bañerita con patas. No nos cargarán los juzgados con ese tipo de estafas, ni con los robos de cada año de quienes hacían el agosto. Y, por supuesto adiós a esos fascinantes reportajes sobre la recetas de los mojitos, el precio desorbitado de la piña colada o las herejías sobre la verdadera paella valenciana. Algo habrá, pero nada que ver a lo que teníamos costumbre.
Sin embargo, si algo no cambia son las altas temperaturas, que el calor ahí sigue. Eso sí, por una vez de algo podemos alegrarnos, y es de no tener que llevar toga para hacerlo aun más duro. Y conste que me refiero a toga física, porque la metafórica, gracias al culebrón de la habilitación de agosto y las no vacaciones no se la quita ni Dios. También continua, al igual que el calor y por desgracia, los incendios forestales que tanto trabajo y tanta pena dan. Ojala esto sí que desapareciera.
La cuestión es que a la pandemia, con sus brotes, rebrotes, futuras vacunas, negacionismos e incumplimientos se unen, batallando por los titulares de los informativos , las incidencias de una corona que no va asociada a ningún virus. Y que ha echado a perder cualquier lejana esperanza de la vuelta de alguna serpiente de verano. Otra vez será
Así que hoy, una vez más, el aplauso es para quienes, sea cual sea el ritmo del verano, lo bailan con su trabajo como siempre, con profesionalidad y entrega. Sean cuales sean las circunstancias