Estudiar: ¿obligación o devoción?


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Hubo un tiempo en que se pensaba que los artistas -o los cómicos, como los llamaban- eran unos gansos que no querían estudiar ni trabajar, y se ganaban la vida dando el espectáculo, nunca mejor dicho. Ese tiempo ya pasó, pero todavía quedan muchas prevenciones para el mundo del arte, como si eso no fueran estudios. Sin saber que músicos, bailarines o actores han de preparase tanto que a veces formarse los convierte en verdaderos héroes, teniendo que compaginar sus ensayos, sus prácticas y sus actuaciones con estudios en otras materias difícilmente compatibles en horario. Y además, es una formación que nunca acaba, que no en balde la bailarina debe seguir con sus clases día a día y aprender sus coreografías, los actores el libreto y los músicos las partituras. Así que, si quieren seguir ofreciendo un espectáculo digno, deben estudiar, estudiar y estudiar. Que el nombre de El Estudiante no sólo lo merece el personaje de Curro Jiménez

En esto nuestra función es exactamente igual. Por más que quisiéramos evitarlo, no nos queda otro remedio que estudiar jurisprudencia, leyes, reformas y doctrina para seguir ofreciendo nuestra función del modo que se merece nuestro público, el ciudadano. Y ahí estamos.

Estudiamos una carrera y, los que la hicimos, una oposición, con la vana esperanza de que jamás nos tendríamos que volver a encerrar en casa en bata y zapatillas para llenar nuestro cerebro de todas aquellas cosas que habríamos de soltar en un examen. Pensábamos que no volveríamos a pasar aquel trance como Escarlata O’Hara no volvería a pasar hambre. Pero de eso nada. La realidad nos dio en plenas narices, como suele suceder. Porque ya se sabe que la realidad supera siempre a la ficción.

Cuando una aterriza en este mundo, con la toga, los tacones y las ganas por estrenar, cree que lo sabe todo, o casi todo. Pensamos que hemos estudiado tanto que nuestro cerebro no admite ni un conocimiento más. Y además, como si fuéramos Leonardo di Caprio, nos agarramos a la proa del Derecho diciendo “Soy el amo del mundo”. Para descubrir pronto que si no nos esforzamos el Titanic se hundirá sin remedio. Así que, en apenas unos días, nos estrellamos con la realidad y nos hacemos a la idea de que seguiremos estudiando toda la vida, si queremos que nuestra función triunfe. Es lo que hay. Y, a decir verdad, tampoco está mal.

Pero a veces, las circunstancias nos superan, y tenemos que convertirnos en superhéroes para conseguir aprender todo lo que se nos viene encima. Como ahora, sin ir más lejos, que caen sobre nosotros una reforma tras otra como si no hubiera un mañana. Una macrorreforma del Código Penal, una reforma abortada del Registro Civil y una reforma a plazos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, como si de un electrodoméstico se tratara, con retoques aquí y allá de la Ley Orgánica del Poder Judicial y de todo ello que tenga a bien ocurrírsele al legislador, que parece llevar puestas las pilas del conejito de Duracell.

Y nosotros dale que te pego. Además de estudiarnos nuestros asuntos, y la jurisprudencia aplicable al caso, a hacer la maratón legislativa que ríase usted de la San Silvestre.

La verdad es que, ante la inminencia de El Diluvio que viene, ganas me entran de hacer de Noé y meter en mi arca, además de mi toga y mis tacones, un ejemplar de la Constitución, del Código Penal, del Código Civil, de las leyes procesales, administrativas, laborales y todas aquellas que se me ocurra, para que no se pierdan las pobrecitas y algún día podamos representar Tal como éramos

                Pero, de momento, no se si voy a poder. Que eso de construir el arca da mucho trabajo y no me da tiempo mientras hinco los codos. Con cuidado, eso sí, de que las puñetas no se estropeen, que no están las cosas para perder nada.

Así que ánimo, que lo superaremos, como hemos superado muchas otras reformas. Pero paremos al menos un minuto. El que debemos dedicar para aplaudir a todos los que se esfuerzan para estar al día y dar una función digna un día tras otro. Porque el esfuerzo merece la pena.

9 comentarios en “Estudiar: ¿obligación o devoción?

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  2. No sabe usted lo terriblemente duro que ha sido para los opositores tanta reforma, que no solo implica horas de estudio por venir, sino horas de estudio perdidas y dinero! Esa enorme deuda que la mayoría tenemos con nuestros padres por acceder a sufragar los gastos de la oposición (como si deberles la vida ya fuera poco!) actecentada, volver a comprar los libritos de penal, códigos, hacer selección de la info de qué artículos han de quedar en el olvido tras su derogación y la introducción de los nuevos…
    Yo estoy agradecida, dentro de las circunstancias, por llevar solo 1 año, apenas terminada la 1a vuelta, pero me pongo en la piel de mis compañeros opositores que ya se sabían el CP al dedillo, tras 3-4 o 5 años… Y creo que las únicas palabras que me vienen a la mente son rabia y frustración.

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