La escuela es otro de los escenarios más frecuentes en películas, teatro y series de televisión. De hecho, ha habido aluvión de series de todas las nacionalidades acerca de las aventuras y desventuras de sus protagonistas en el colegio o instituto, Al salir de clase, Segunda enseñanza, Compañeros, Rebelde, Rebelde Way, Sensación de vivir , Lizzy McGuire o Merlí son muchos de los títulos de series de adolescentes centradas en sus peripecias en el centro de enseñanza, por más que, en algunas de ellas, apenas aparezca una sola clase y menos todavía una lección. Por supuesto también en cine han encontrado su filón, y películas como Grease o High School Musical, han marcado generaciones enteras.
En nuestro teatro no hay escuela una vez nos hemos puesto la toga, aunque sí haya mucho que aprender. La facultad , la preparación de la oposición y las prácticas se supone que nos dan la formación adecuada para meternos de cabeza en Toguilandia, si bien aderezada con algunos cursos de vez en cuando. El resto, corre por nuestra cuenta y depende de nuestro tiempo y nuestras ganas, que no siempre pueden ir a la par.
Pero más que de lo que aprendamos, que también, hoy quería dedicar este estreno a lo que podemos enseñar. Es más, a mi juicio, debería decir a lo que debemos enseñar, aunque sé que no todo el mundo coincide con esta idea mía de que Toguilandia debería ser más accesible. Sigamos con la función y veamos si al final he logrado convencer a alguien más.
La verdad es que cuando yo aterricé en este mundo todo me parecía muy lejano, a pesar de que no era la primera jurista en mi familia. Pero ese universo de cortinajes de terciopelo, pesados muebles, jerga incomprensible y frases en latín ya me resultaba extraña. Eso sí, tenía la pompa de lo desconocido, de lo inaccesible a los simples mortales. Pero eso mismo parecía ser su gran defecto. No tardé mucho en atreverme a decir en voz alta que aquello me parecía viejuno, aunque es verdad que tardé un poco más en escribirlo, en cuanto mi toga y mis tacones me dieron pie a ello.
Ahora, como ya me he soltado la melena, trato de dedicarme a hacer pedagogía o, cuanto menos, a desmontar algunos mitos que que mucha gente se forma en relación con la Justicia. Aunque es una medalla que no quiero ponerme si no es compartida con todos los compañeros y compañeras juristas que desde sus blogs o sus cuentas de redes sociales se empeñan en hacer más comprensible este mundo nuestro. Como digo siempre ,la Justicia pertenece al pueblo y se administra en su nombre, según la propia Constitución, así que ¿cómo vamos a administrar en su nombre algo que no entiende? Por eso creo que es tan necesario hacerse comprender, como ya dije en otros estrenos.
A la chita callando, hemos ido consiguiendo que la gente sepa que la Justicia en España no es como la que ven en las películas y series, en su mayoría anglosajonas. Así que hay quien por fin ha descubierto que no llevamos peluca, que no usamos mazo sino campanilla -o deberíamos- y que no nos levantamos al entrar en sala el juez al grito de “ en pie, preside el ilustre juez x”. También creo que ha quedado claro a estas alturas que los testigos no ponen la mano en la Biblia, ni sobre el pecho, que no juran decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad y que el investigado, precisamente porque no jura nada, no puede cometer delito de perjurio -que como tal no existe en nuestro país- Y, otra cosa muy importante, que en las bodas no se dice eso de que quien tenga algo que decir que hable ahora o que calle para siempre, aunque sea muy chulo y haya dado lugar a escenas gloriosas de la historia del cine, como el grito de “Elaaaaaaaine” de “El graduado”.
Pero tal vez de las cosas que más nos hemos esforzado en explicar es en que consiste la figura del Ministerio Fiscal y qué papel desempeñamos. Después de todo lo que hemos contado otros compis y yo, espero de todo corazón que nadie nos venga a decirnos eso de que recibimos órdenes del Gobierno para cualquier cosa o, la herejía más terrible, que estamos a las órdenes de los jueces. Si quieres ganar la enemistad de un fiscal hasta el fin de tus días, dí algo así y no te lo perdonará. Y diría que doy fe de ello si no fuera porque no usurparé el papel de otros de los grandes desconocidos, los LAJs -Letrados y Letras de la Administración de Justicia, antiguos Secretarios judiciales– a cuya función también se ha dedicado más de un estreno.
Hacer pedagogía no es quitar seriedad a la Justicia, ni rebajar su nivel. Por el contrario, creo que la engrandece, al ponerla al alcance de todas las personas a quienes va destinada. Solo si conocen nuestro trabajo pueden valorarlo. Y solo lo conocerán si somos capaces de mostrarlo.
Y como de muestra vale un botón, recurriré a algo que me pasó ayer mismo. Estaba en la guardia, compartiendo instalaciones con mis compañeros de Fiscalía de Menores. La fiscal de Menores le decía al funcionaría que “tendrían que hacer una muñeca”, lo cual dejó estupefacta a una señora que andaba por allí denunciando el delito del que había sido víctima a manos de ese presunto menor. Imagino, por su cara de sorpresa, que la señora estaría preguntándose si los fiscales no teníamos otra cosa que hacer que andar fabricando muñequitas. Menos mal que la compañera se apercibió y le explicó de inmediato que se trataba de la radiografía de muñeca para determinar si el ínclito era mayor o menor de edad. Pedagogía instantánea que, de no haberse hecho, hubiera dejado a la mujer con la duda eterna.
Algo parecido viví hace mucho tiempo con la referencia a un levantamiento de cadáver. La madre del fallecido, con la mejor intención, nos dijo que iba a ser imposible que lo levantáramos, porque su hijo estaba muy gordo. Obviamente, echamos mano de la pedagogía instantánea para explicarle que lo de “levantar” no es literal, sino el momento a partir del cual se mueve el cadáver de donde se encuentre y se empiezan las gestiones para la investigación y por supuesto, para las exequias.
Así que hoy el aplauso no podía ser otro que para quienes desde sus despachos, desde sus cuentas de redes sociales, o desde los medios de comunicación, acercan la Justicia a la ciudadanía. Porque una justicia que no se entienda siempre parecerá menos justa.
Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
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