Mucho han cambiado las cosas desde que las películas y las obras se anunciaban con carteles y octavillas repartidas por la calle. Hoy en día, las redes sociales han sustituido a las octavillas, y los carteles se hacen con ordenar y se insertan en esas mismas redes. Sin una adecuada comunicación, la mejor de las obras puede irse al garete por falta de espectadores. Ya no estamos en los tiempos de Cinema Paradiso, sino más bien en las de cualquier epopeya futurista, y hasta esas cosas que parecían anticipar películas como La red han quedado totalmente desfasadas.
Nuestro teatro, con sus cortinajes de terciopelo y su parafernalia, parece más amigo de las octavillas que de las redes sociales y, como ya dijimos en un estreno, las redes todavía son un potencial a descubrir, aunque poco a poco vayamos incorporándonos al invento y, en particular, vayamos subiéndonos a lomos del pajarito azul.
No pretendo hacer aquí un estudio pormenorizado de nuestro comportamiento en redes, con estadísticas y todo. Eso lo dejo para otros estudios más jurídicos y sesudos. Pero sí unos comentarios toguitaconados de lo que hacemos y lo que no, de lo que tenemos y lo que nos falta. Un balance en el que me temo mucho que todavía gana el debe sobre el haber. Espero que al echar el telón de este estreno tengamos las cosas al menos un poco más claras.
Vayamos por partes. Lo primero que es necesario diferenciar es la actuación en redes de las instituciones y las asociaciones de las de los particulares que ponemos una toga al pajarito azul.
En cuanto a las instituciones oficiales relacionadas con la Justicia, hay que reconocer que no son el colmo de la modernidad. La Fiscalía General del Estado fue la última en incorporarse a este mundo virtual, y lo hizo hace menos de un año. El Centro de Estudios Jurídicos -el equivalente a la Escuela Judicial para fiscales, LAJs y médicos forenses, entre otros- ya lo había hecho antes, y hay que reconocerle al menos la voluntad de animarnos a usar estos instrumentos en cada comunicación que nos envía. Algo es algo. Porque si miramos la cuenta de twitter del Consejo Fiscal, seguro que creemos que hemos viajado en el coche de Regreso al futuro: su último trino data de septiembre de 2016 nada menos.
Un poco mejor lo llevan las cuentas relacionadas con la carrera judicial. La mayoría de los Tribunales Superiores de Justicia tiene su propia cuenta de twitter, como también la tiene el propio Consejo General del Poder Judicial y la Escuela Judicial. Unas cuentas muy profesionales, muy serias y muy institucionales, que pueden llevarse al día gracias a la existencia de gabinetes de comunicación de los que carecemos el resto. No obstante, en uno y otro caso, estas cuentas me recuerdan bastante al NO DO. No inauguramos pantanos, pero sí anunciamos cursos, visitas o leyes, con foto incluida. Cumplen su función, pero no dejan de ser cuentas-BOE, lejos del mecanismo común y de la espontaneidad y frescura de la red social.
Por lo que respecta a las cuentas de asociaciones judiciales, de la carrera fiscal y de LAJs -de médicos forenses no encontré nada-, hay de todo, como en botica. Desde cuentas con tropemil seguidores, hasta cuentas con un número tan discreto de ellos que cuesta creer que sea una asociación. Pero hay que entender que no hay más CM que uno o varios asociados voluntariosos, y el tiempo da para lo que da.
Algo muy distinto son las cuentas individuales de quienes se identifican como jueces, fiscales, LAJs, abogados, procuradores, notarios – o sus equivalentes femeninos-, y un enorme ectéctera. Sin duda alguna, quienes llevan togas sin puñetas nos ganan por goleada, por un lado, y quienes no llevan toga también. El número de jueces y fiscales tuiteros y tuiteras se podía contar hasta hace poco con los dedos de una mano, aunque parece que últimamente podemos sumar las dos manos y hasta los pies. Pero no mucho más. Si de estos restamos a quienes no se identifican con su propio nombre, la cosa se reduce. Ya hablé en su día del anonimato -o el pseudoanonimato del que habla @adsuara- como una opción personal, que respeto aunque no comparta. Eso que uno de ellos llama el economato, emulando a Gomaespuma, en un giro genial. Es más, en los últimos tiempos he sido testigo de cómo una de esas cuentas se transformaba y venía hacia la luz, como la Carolyn de Poltergeist, y arrumbaba a su sosias tuitera para tuitear con su propio nombre.
No voy a citar nombres, ni nicks de cuentas. Seguro que me dejaba alguna, y no está la cosa como para ganarse enemigos ni crear agravios. Pero a buen seguro que la mayoría de gente que transita por los dominios del pajarito azul sabe a quiénes me refiero.
Sin ningún género de dudas, voy a romper una lanza por todos esos profesionales de la toga que se arremangan las puñetas para entrar en los dominios del pajarito azul. Creo que es muy importante dar una sensación de cercanía a la ciudadanía, y que es un buen instrumento para ello. Entrar en twitter supone salir de la torre de marfil y, por qué no decirlo, llevarse algún disgusto. Hay quien entiende que tener en tu perfil o en tu bio un par de puñetas te convierte en oficina de denuncias ambulantes, y en depositaria y representante de todos los males que asolan la justicia. A veces, es como hacer de puching ball. Llega el ciudadano descontento, y te acusa a ti, que pululas con tu cuenta por la red, de no señalar a tiempo, de lo podrida que está la justicia, de que somos machistas o de que somos feministas -hay críticas en ambos sentidos- o de que a su cuñado no le dieron la razón en un accidente de tráfico. Da igual, quienes buscan un culpable, tienen un blanco fácil. Sobre todo, porque tenemos difícil contestar sin saltarnos nuestros estatutos y el sentido común, aunque más de una vez cueste morderse los dedos.
Pero, por supuesto, hay una parte positiva, y debería valorarse más de lo que se hace. Además de dar una sensación de cercanía, muchos toguituiteros y toguituiteras usan la red para contar en qué consiste nuestro trabajo, para reinvindicar por las carencias, para explicar instituciones jurídicas de difícil comprensión o para dar una opinión que, compartida o no, siempre está fundada en Derecho. La corrupción, la violencia de género, la igualdad, la falta de medios, la politización de la justicia, entre otras, son causas justas por las que estos guerreros del pajarito azul se baten el cobre cada día. Con tuits, con hilos, con artículos, con blogs, con imágenes y hasta con preciosas fotografías que hacen que una se acueste o se levante con una sonrisa en la cara.
Por todo eso, mi aplauso. Yo también seguiré ahí aportando mi toguitaconado granito de arena. Gracias por estar ahí. Y una vez más, un aplauso extra para @madebycarol1 por esa insuperable ilustración toguituitera (ya sé que me envidíais, pero es mía)
Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
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Grrr…envidia es poco 😘😘😘🤣🤣🤣
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