Twiteroteca:  Twitter University


 

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Hay un dicho según el cual todo el mundo tiene dentro un seleccionador nacional. Yo añadiría un jurista y un profesional de la medicina, que de estas cosas parece que todo el mundo sabe. Y, por descontado, el mundo del espectáculo no es ajeno. Cualquiera que vea una película o serie puede hacer de crítico twitero y ensalzarla o destrozarla a su antojo. No son Todos los hombres del presidente, pero sí Todas las gentes de twitter. Que no en balde ese presidente americano que parece que lleve acostado un gato en la cabeza –bloqueándole las neuronas, por cierto- utiliza twitter a modo de BOE.

Y es que no falla. Cada vez que hay un asunto judicial polémico, la red social del pajarito ve inundado su cielo de bandadas de “catedráticos” que en un nanosegundo tienen la capacidad de analizar los hechos, estudiar el expediente, hacer la calificación jurídica y poner la sentencia en solo 280 caracteres -y eso si no le da por tejer un hilo que ni Ariadna y su laberinto- sin haber pisado una facultad ni abierto un Código en su vida. Sentando cátedra, tal cual.

Yo, la verdad es que debo ser muy torpe. Porque, pese a haberme pasado más de media vida estudiando y otro tanto trabajando en esto, carezco de esa capacidad de adivinación. Y eso que he pedido a quien corresponda que me envíen la bola de cristal y/o la varita mágica, aunque sea a cobro revertido. Pero ni por ésas. No hay manera. Y sigo necesitando estudiarme bien las cosas para poder emitir una opinión.

Lo hemos visto en muchos casos. Con Diana Quer, con La Manada, con Juana Rivas y, por descontado, con la pléyade de asuntos de corrupción que invaden nuestro universo toguitaconil. También lo vimos con aquella supuesta violación en Málaga que luego no resultó tal pero ínterin pusieron a la juez y a la fiscal a caer de un burro. Salta la noticia, y todo el mundo parecía haber visto la grabación, leído la denuncia y escuchado las declaraciones. Y, por supuesto, conocía la legislación penal y procesal de cabo a rabo y sabía a pies juntillas lo que debía hacer el juez y el fiscal. Y al día siguiente, también sabían todo lo que se puede saber acerca de presunción de inocencia, diligencias de investigación y denuncias falsas. Y así, claro está, leímos todas las barbaridades que leímos. Como pasa siempre.

Y que no se me malinterprete. No abogo porque no se opine twitter o en cualquier otra red social o medio de comunicación, y hasta en la Hoja parroquial, si una quiere y le dejan. Yo misma lo hago, entre otros lugares, en este teatro toguitaconado, dentro de los límites correspondientes Es bueno, es sano y, lo que es más importante, es el libre ejercicio de un derecho constitucional, la libertad de expresión. Y además, hay opiniones muy sensatas y bien fundamentadas que más de uno y de una tendrían que leer con atención.

Pero cuidado con esas manifestaciones hechas demasiado a la ligera. En el fondo de unos hechos, siempre hay personas, a uno y otro lado, y el daño puede resultar irreversible. Y sobre todo, cuidado con dar pábulo a todo lo que se diga. Igual que siempre, hay que atender al sentido común, y pensar dos veces lo que se va a decir antes de abrir la boca o, en este caso, aporrear el teclado. Y, como dice el refranero, que es muy sabio, “a palabras necias, oídos sordos”.

Porque de lo contrario, ya sabéis, queridos estudiantes de Derecho y opositores varios: a olvidarse de Facultad, apuntes y Códigos, y a aprender en Twitter University. Que no en vano es el sitio con más catedráticos por metro cuadrado.

Por eso, el aplauso está hoy dedicado a quienes leen, reflexionan y piensan antes de darle a la tecla. Que las cosas en caliente, queman.

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