Números: cábala toguitaconada


numeros

Aunque a veces no los parezca, los números marcan muchas veces nuestras vidas. Más aún cuando se trata de personas supersticiosas, o simplemente maniáticas. Algo que es frecuente en el teatro, que siempre huirá de estrenar un Martes y Trece -o su versión anglosajona Viernes 13-, vestirse de amarillo o todas aquellas cosas que den mala suerte, por si las moscas. Hay quien incluso llega a obsesionarse con ellos, como uno de los protagonistas de Toc Toc. Y por supuesto, hay muchas obras que incluyen un número en su título,  y de cualquier género y estilo, como Los siete magníficos, Las Aventuras de los Cinco, Los Cuatro Jinetes de la Apocalipsis, Doce fuera de casa, Los Tres Mosqueteros, Vaya par de gemelas, Nueve semanas y media, 300 o Mamá cumple cien años, por poner unos cuantos de los miles de ejemplos.

Nuestro teatro no podía ser menos, y aunque no nos demos cuenta, cada día desfilan por nuestro escenario, además de las consabidas letras, las cifras. Las primeras que se le vienen a una a la cabeza son las de las dichosas estadísticas  con las que nos fríen a cada momento. En primer lugar las que nos toca hacer, un verdadero absurdo cuando todo se supone que queda registrado en el correspondiente programa, que, si funcionara como es debido, debería escupirlas a un golpe de tecla Y luego, todas ésas con que nos torpedean habitualmente: número de asuntos registrados, número de sentencias, de calificaciones, de informes, en uno u otro sentido, para acabar dándoles la vuelta diciendo que todo va bien y que para qué hacen falta más medios si con estos nos apañamos.

Solo así se explica el primero de los números habituales en nuestro teatro. El cero, y no me refiero, precisamente, al dichoso papel 0  que mucho tiene de papel y poco de cero. Cero patatero son los juzgados que se han creado en mucho tiempo, cero es la creación de nuevas plazas y cero es también la nota que merece la inversión en Justicia, por lo cicatera.

El 1 es fácil. Son muchas cosas las que nos pasan solo una vez. Pero el “una y no más Santo Tomás”, seguro que es algo que hemos repetido más veces de las que quisiéramos. En esas meteduras de pata que nos dejan deseando que el suelo de la Sala de vistas se nos trague para siempre, las veces en que no hemos caído en algo o las que se nos pasó alguna cosa por alto. Pero también, continuando con el santo varón, esas en que nos la han colado y hemos creído que era verdad, que ahora sí, que se iban a tomar en serio la Justicia, ésas en que decimos como él eso de “si no lo veo no lo creo”.

En cuanto al 2, me quedo con eso de que si dos no quieren , uno no riñe. Algo que vendría al pelo si lo aplicáramos con frecuencia a algunas trifulcas que surgen por ahí –qué falta nos hace la unión – y que sirve para conformidades, mutuos acuerdos y hasta la mediación. Cuántas cosas se solucionarían si no se enconaran los asuntos, cuántos pleitos nos ahorraríamos si las partes no estuvieran con la escopeta cargada, dicho sea en sentido metafórico. Me vienen aquí a la cabeza un montón de cuestiones que ventilamos en familia y que rozan el absurdo. Si el niño va a ballet, o a guitarra, si a judo o a fútbol, hasta si le apuntan a una falla u a otra o con quién ha de hacer la Ofrenda si coinciden, si toman la Comunión de uniforme o de organdí o si van a uno u otro colegio aunque ambos sean de las mismas características y disten unos metros. Cosas que se resolverían con un poco de voluntad y de sentido común, ese sentido tan poco común en ocasiones.

Para el 3, escojo eso de que “no hay 2 sin tres”, por manido que sea. Porque ésa y no otra es la sensación que se tiene en ocasiones cuando se suspende por segunda vez un juicio –hay algunos que parecen gafados por una mano divina o no tan divina-. También me viene frecuentemente a la cabeza cuando los planetas se alinean y coinciden dos señalamientos, que seguro que la ley de Murphy viene a vernos y acaban siendo tres. Aunque no hay que exagerar, no vayamos a sacarle 3 pies al gato.

En referencia al 4, es muy útil eso de que “4 ojos ven más que 2”, que tan bien nos vendría para repasar escritos y dictámenes, y que podemos aplicar a la costumbre inveterada del visado en Fiscalía, y también cuando se resuelven los recursos. Y aun, así, en ocasiones hay que andar con 100 ojos, por si se nos olvida algo. Y acordarnos de aquella clase o conferencia o charla sobre el tema a la que no fuimos y en la que solo había 4 gatos.

Lo del 5, me niego a escribir la rima facilona, ésa que seguro que hemos tenido en la punta de la lengua más de una vez cuando nos tumban un asunto. Una absolución cuando se acusaba, o viceversa, un recurso que revoca una resolución, un zasca en toda regla, son cosas de decir lo que estamos pensando. ¿A que todo el mundo sabe a que me refiero? Pues, choca esos 5.

Algunas veces, la cosa numerística adquiere tintes casi jurídicos. Que cualquiera ha oído eso de que quien roba a un ladrón tiene 100 años de perdón aunque no aparezca en ningún Código. Estaría curioso alegarlo como costumbre o como usus fori. Igual hasta cualquier día me lo planteo.

Pero no puedo acabar el tema, hablando de números, sin aludir a una anécdota de la oposición. Un año, salió el tema de la historia de los Códigos Penales. Como quiera que los apuntes que manejábamos la mayoría hacían referencia a los Cien Mil Hijos de San Luis, todos los aspirantes los citaban –hablo de una época en que los temas era los mismos para todo el mundo- Recuerdo a un miembro del Tribunal que, cuando salía a hacer un receso, le decía cariacontecido a su compañero que el pobre San Luis ya tenía mil millones de hijos, y que si se lo volvían a nombrar le daría una apoplejía. O dos

Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las 8. Y como un 8 me pongo yo de chulita para dar hoy mi aplauso a los cientos de seguidores de este blog que 2 veces cada 7 días me honran leyéndome. Un millón de gracias.

 

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