Coincidencias: ley de Murphy


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Los artistas, sobre todo los que han alcanzado cierto caché, tienen sus representantes para llevarles la agenda. Ellos gestionan sus entradas y salidas, dónde y cuándo aparecen y deciden si les conviene o no. Y, a buen seguro, deciden también a cuál acudir entre varios eventos que coinciden. Porque eso es inevitable. A veces son los astros que se posicionan y otras veces la falta de sentido común, y se reclama su presencia en varios sitios a la vez.. ¿Es más conveniente acudir al festival solidario, al prestigioso certamen, a la cena homenaje a un compañero, al estreno, a una fiesta conmemorativa, a un aniversario? Y como el don de la ubicación aun no ha sido inventado, llega el problema. Que, si de una estrella se trata, resolverá el agente sin molestar al divo o a  la diva.

Nosotros también sufrimos los efectos de la ley de Murphy. Tal vez una de las leyes que más se cumple –para algunos, en franca competencia con la ley del embudo, pero esperemos que no sea así- La tostada cae siempre del lado de la mantequilla y ya está el lío montado. Sálvese quien pueda.

La coincidencia de escenarios a las que acudir es un mal común en nuestro teatro. Especialmente de señalamientos. En eso abogados y procuradores tienen un máster y probablemente nos ganen por goleada, pero no son los únicos.

Seguro que quienes habitamos Toguilandia hemos vivido una y mil veces la misma escena. En la Sala, todos en nuestros puestos, y un avatar del destino impide la continuación del juicio. Hay que señalar un día para la continuación. Se masca la tragedia. El juez -o jueza- que preside empieza a hojear el libro de señalamientos. Tensa espera. Y entonces dice la frase mágica: comprueben sus agendas. Que a mí me suena a algo así como el “desenfunda forastero” del más típico de los westerns. Y los vaqueros se palpan el bolsillo, y sacan el móvil, la tablet, o, algunos todavía la agenda de papel de toda la vida. Y empieza el sudoku. Tal día tengo un juicio, yo tal otro tengo una declaración, pues yo ése estoy de guardia y aquél en un congreso. Y no hay modo de encontrar una fecha disponible dentro de los 29 dias siguientes, que es el plazo máximo que debe mediar entre sesión y sesión de un juicio empezado. Aunque al final, parece que la sangre no llega al río y consiguen la cuadratura del círculo. Y lo que parecía Misión Imposible, conseguir fijar el Día D, se logra.

Más difícil es, si cabe, en los casos en que el juicio no ha dado comienzo. Ahí no hay 29 días que valgan, hay que buscar fecha, cosa que a veces es más difícil que buscar una aguja en un pajar. Los señalamientos están encajados como piezas de un complicado puzzle, y tratar de que encaje otra en medio puede llevar al garete el invento. Así que, o se incrusta en una sesión ya teóricamente completa con el riesgo de acabar a las mil y monas o se pone cuando toca según la inexorable lista de espera. En ocasiones, hasta un año más tarde o más, que el colapso de algunos juzgados es lo que tiene. Eso sí, ahí el desenfunde de agendas es más relajado. Es difícil que coincidan señalamientos a tantos meses vista. O que se sepa en ese momento, claro.

Pero, lejanos o cercanos en el tiempo, cuando coinciden se suscitan verdaderos conflictos. Porque hay normas, claro, pero tantas como criterios para interpretarlas. Tienen preferencia las causas con preso sobre las que no lo son, la jurisdicción penal a la civil, los señalamientos hechos con más tiempo a los menos previsores, la violencia de género o los menores sobre otras materias, la guardia a lo que no lo es, el juicio con jurado a otros juicios, y, ahí va la bomba, lo urgente sobre lo demás. Combine usted todos los criterios y si le sale, habrá ganado premio. Porque he visto a más de una Letrada o Letrado tratar de explicar en vano que esta víctima de hoy es la que heredó de la guardia de ayer porque la atendió en comisaría, por más que hoy no esté de guardia, mientras en otro juzgado tiran de su toga porque ellos tienen un preso y el teléfono se quema con llamadas de ese juzgado donde le señalaron hace ocho meses. Para volverse locos.

Y no crean que a los fiscales no nos pasa. Menos, y de otra manera, pero nos pasa. Como, por el contrario de lo que piensa el mundo, no pertenecemos a un juzgado si no que actuamos en varios –aquel o aquellos donde estemos adscritos, mas juzgados de lo penal, salas, jurados, guardias y demás- cuando llega el momento de desenfundar revólveres, cruzamos los dedos. Porque a nosotros nos dicen aquello de “que venga un compañero, que el fiscal es único”. Y no digo yo que no, pero, único y todo, no nos han dotado aún de un chip que transmita al cerebro de un fiscal la parte de juicio que hizo otro u otra, ni lo que llevaba estudiado. Y a veces no nos queda más remedio que tirarnos a la piscina a riesgo de que no haya agua, aguantando la respiración para que no nos pillen en un renuncio. Porque claro, lo de sustitutos para cubrir estos problemas pasó a la historia cuando la tijera recortadora decidió defenestrar a la mayoría, con más precisión que Eduardo Manostijeras

Y si ya hablamos de cursos de formación o de congresos, respecto de los que no sólo tenemos derecho a ir sino también obligación de formarnos, que el cielo nos asista. O hay algún colega que se apiade de ti o ya estás renunciando a formarte. En nuestro caso, además, con un lindo papelito que justifica que lo hacemos por necesidades del servicio. Aunque más bien habría que decir por la falta de él.

Recuerdo una ocasión en que, existiendo una sala de refuerzo en aquélla a la que estaba asignada, nadie previó la posibilidad de que señalaran ambas al unísono, como si fueran los mismísimos Chicos del Coro. No había fiscal libre y se decidió dejarlo a la suerte, esto es, a cruzar los dedos -tenemos ya calambres de tanto cruce- para que uno de los dos señalamientos acabara en conformidad o se suspendiera. Así fue, pero eso de subir y bajar escaleras haciendo trozos de juicio en salas diferentes, casi me cuesta un paro cardíaco. Y aun tengo taquicardia de recordarlo. Taquicardia que, por cierto, se me fue de golpe siendo sustituida por un fuerte instinto asesino cuando alguien me dijo eso de “¿ves como podías?”. Pues eso.

Así que hoy el aplauso no es para Murphy ni su famosa ley, sino para los supervivientes a ella. Para los que pese a todo salen del entuerto aunque tengan que disimular lla mancha de mantequilla de la tostada

 

5 comentarios en “Coincidencias: ley de Murphy

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