Hay que planificar las cosas. El momento en que se hagan es un factor fundamental para que salgan bien o sean un desastre. Bien lo saben los empresarios del espectáculo, que planean minuciosamente los estrenos en función de diversidad de variables. Y un error en eso puede ser vital a la hora del éxito o el fracaso. Siempre vemos que los estrenos de películas con aspiraciones a premio se amontonan en fechas próximas al fallo de los mismos, o cómo se dejan las películas u obras familiares para las vacaciones de verano, o se hacen funciones ex profeso de cara a la Navidad. Y, por supuesto, el día en que se planea una acción es importantísimo, como el famoso Día D del Desembarco de Normandía. O, por qué no, El día de la Bestia y hasta El Día después
Nosotros también tenemos nuestro día D. O, mejor dicho, muchos días D. Tantos, como funciones representamos a diario en nuestro teatro. Y el cómo y cuándo se señalan es esencial al buen fin de nuestra función.
Decía mi tutor en su día que los jueces cuentan con una de las armas más peligrosas en su poder: el libro de señalamientos. Y no le faltaba razón. Agenda en mano, pueden dar con el momento para que el juicio sea por completo satisfactorio o pueden incluso destrozarte los planes más elaborados sin contemplaciones. A propósito o sin buscarlo. Y hoy en día con la inestimable ayuda de los LAJs, aliados imprescindibles en ese trance. O cómplices, según se mire.
Una sesión de juicios con unos señalamientos bien pensados y planificados es garantía si no de éxito seguro, casi. Y viceversa. Unos señalamientos mal planificados es una llamada al desastre. Salvo milagro, por supuesto. Y todo ello aderezado por las coincidencias que, para quienes no somos jueces o lajs, nos obligan a hacer encaje de bolillos. Y a veces es muy difícil no enredar el hilo.
Pero no creamos, que no es cosa fácil. No se trata de poner al azar los juicios, o hacerlo por orden cronológico tal cual van entrando. Hay que hacer unos cálculos aproximados de la duración previsible, para decidir cuánto tiempo le dan hasta el siguiente. Y, por añadidura, hacer un ejercicio de adivinación para suponer los que tienen posibilidades de conformidad o acuerdo o aquéllos en los que toda avenencia es imposible. Cualquiera que haya dado algo más de un par de paseos por Toguilandia sabe que no es lo mismo una alcoholemia sin accidente que un alzamiento de bienes, una reclamación de cantidad sencilla que una negligencia médica. Por eso, un buen señalamiento combina cálculos de probabilidades que ni los ingenieros de la NASA y las labores de la más inspirada pitonisa. Y aún así a veces no se acierta.
Por supuesto que todo sería mucho más sencillo si los juzgados tuvieran una carga razonable de trabajo y no se vieran obligados en muchos casos a forzar la máquina señalando más juicios de los que se pueden celebrar, confiando en que la providencia toguipuñetera les eche una mano en forma de acuerdo, conformidad o suspensión. Pero mientras las cosas sigan así, esto es lo que hay.
La primera decisión a tomar es la relativa al número máximo de juicios a señalar, seguida de el tiempo destinado a cada uno de ellos. Hay quien señala juicios cada cinco minutos, y quien lo hace cada hora, pero lo habitual y lo más adecuado es imaginar la posible duración del mismo. Porque, como sabemos, en cuando uno dura más de lo previsto, arrastra a los demás como fichas de dominó y se empieza a acumular el retraso. Y, con él, los nervios, la impaciencia… y el hambre. Jurp que más de una vez me he visto en verdaderos apuros para lograr hacer callar a mis tripas, que pugnaban por rugir enfurecidas.
Si no me falla la memoria, mi record absoluto ha sido celebrar treinta y tres juicios en una mañana. Y acabando a una hora razonable, encima, aunque con una considerable empanada mental. Y, por el otro lado, he acabado a más de las 8 de la tarde sesiones que deberían haber terminado antes del mediodía sin parar a comer. Gajes del oficio. Y eso que no he consultado el Guiness, que tal vez debería plantearse una sección toguitaconada.
Confieso que, en ocasiones, cuando el tiempo supera lo previsible, empiezo a ver a los demás togados con cara de bocata de jamón, hasta el punto de costarme mantener la concetración. Y más de una vez hemos presenciado muestras de impaciencia en ese “letrado, sea breve”, que tanto puede llegar a incomodar. Pero lo mejor es hacer de tripas corazón -nunca mejor dicho- y tratar de ponernos en la piel del otro. Tan difícil y pesado es estar en la puerta varias horas esperando, como permanecer dentro celebrando un juicio tras otros sin solución de continuidad. A cada cual, lo suyo.
Por eso hoy el aplauso es doble. Para quienes señalan con tino y previsión, de una parte, y para quienes soportan con paciencia y educación los imponderables que hacen que las cosas no se celebren cuando debieran. Porque, aunque a veces se nos olvide, todos viajamos en el mismo barco.
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Llevo hojeando online más de tres horas hoy, ,
pero yo nunca he encontrado un buen contenido tan que
capte la atención como el suyo. es un buen contenido el valor suficiente
para mí. En mi opinión, si todoslos administradores de sitios web y bloggers hicieran este buenomaterial escrito como
usted hizo,la red probablemente sería mucho másútil que ahora
mismo, que es casi imposible encontrar lo que uno busca con una buena respuesta.
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Muchas gracias 😊
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