Ubicuidad: el don


ubicuidad

El don de la ubicuidad sería un verdadero sueño para cualquier cineasta o director teatral. La de cámaras y esfuerzos que podrían ahorrarse si consiguieran estar en varios lugares al mismo tiempo, y más aún si lograran trasladar al público de uno a otro. Pero, al menos de momento, eso no es posible. Más allá de duplicar a las protagonistas y enviarlas, como mucho Tu a Boston, Yo a California, solo mediante la ciencia ficción puede conseguirse de momento. Una verdadera lástima.

En nuestro teatro el don de la ubicuidad sea tal vez el más deseado y el más codiciado de cuantos nos pudieran dar con una varita mágica, habida la profusión de señalamientos  y las posibilidades -tanto estadísticas como hijas de la ley de Murphy – de que coincidan al mismo tiempo. Ahora bien, un apunte previo. Hablemos con propiedad y llamemos a las cosas por su nombre, que una vez se me quejaba un testigo de que no tenía el don de la ubicación y casi me da un síncope -¿o era un simposium?- al escucharlo.

La cuestión es que tan anhelado don se ha puesto de moda en estos días debido a un incidente en exceso publicitado -en mi opinión, claro está- y retransmitido por uno de sus protagonistas. Tanto es así que por un momento llegué a dudar de si me hallaba ante un culebrón titulado Las togas también lloran o una nueva serie de ciencia ficción, al estilo del Ministerio del tiempo, llamada El Ministerio del espacio.

No voy a hablar de ese caso concreto, que ya se ha hablado bastante y no creo que dé más de sí, ni de no dicho sea de paso. Pero sí que voy a aprovechar el momento de actualidad para echar un vistazo a esa situación que se da con tanto frecuencia en nuestra querida Toguilandia.

Cuando empecé en esto, mi tutor ya me dijo que el juez tenía en su poder el arma más poderosa del mundo: el libro de señalamientos.  A ello hay que sumar ahora las competencias cada vez más compartidas con los LAJ s al respecto. Y ojo que a veces, por delegación, también en los funcionarios, que quien tiene asignada la tramitación de un asunto es quien al final acaba decidiendo los días y horas en que se señalan declaraciones y comparecencias. Obviamente, ni juez, ni LAJ ni funcionario tienen en principio el más mínimo problema de este tipo porque, como pertenecen al personal de un juzgado concreto, el mismo juzgado no señala dos cosas a la vez.

Pero fijémonos que he dicho “en principio”. Porque aunque hubo un tiempo en que esto era una verdad incuestionable, ahora o no es tan verdad o no es tan incuestionable porque con la proliferación de apaños y parches que son juzgados paralelos, jueces paralelos, refuerzos, sustituciones sin relevación de funciones y demás enturbian bastante el panorama. Y es que si en vez de crear plazas, crear juzgados, o poner sustitutos cuando toca van haciendo estas chapucillas tipo Pepe Gotera y Otilio, pasa lo que pasa. Y lo que pasa es que al final hasta a un juez pueden coincidirle señalamientos, si los tiene de su propio juzgado y de aquel en que voluntaria o forzosamente le ha tocado sustituit. Y sí, sé que voy a derribar un mito, pero ni magistradas ni magistrados tienen más poderes que el resto de los mortales. Y el de la ubicuidad, pues va a ser que no. Pero guardadme el secreto, no vaya a ser que alguna señoría se enfade por descubrir su talón de Aquiles

No obstante, quienes más sufrimos por esa coincidencia de señalamientos que Murphy se empeña en activar, somos los otros operadores jurídicos. Empezando por fiscales y acabando por quienes ejercen la abogacía y la procuradoría. Y sí, sí, ya sé que habrá quien piense que a los fiscales no nos pasa. Pero a Dios pongo por testigo de que sufrimos eso mucho más de lo que el común de los mortales imagina.

Me explicaré un poco, que si no mi fiscalita interior no me perdona, y eso si que no. Cada fiscal, además de llevar uno o varios juzgados de instrucción -exclusivos o mixtos- tiene que acudir a hacer juicios al juzgado de lo penal, a la sala y a las vistas de jurado, de recurso o de lo que sea que tenga asignadas, además de las guardias de presencia o disponibilidad que le toquen. Que una de estas coincida con juicios por delitos leves es más que probable. Que lo haga con declaraciones es casi seguro y, como quiera que la Ley de Enjuiciamiento Criminal no obliga a la asistencia del fiscal a la mayoría de declaraciones, pues salvo casos muy gordos ni se cuenta con que vaya. Explico esto para que la próxima vez que alguien vaya a una declaración y no vea al fiscal piense que no es que seamos unos vagos sino, simplemente, que no tenemos el famoso don de la ubicuidad. Si, además, llevamos un juzgado civil, las combinaciones y permutaciones se hacen infinitas.

Pero soy consciente de que, si para nosotros el problema es gordo, para abogados y abogadas, procuradores y procuradoras puede llegar a ser tremendo. Y también soy consciente que depende mucho de la empatía y capacidad de comprensión de Sus Señorías en cada ocasión. A mi siempre me fascina el sudoku que se monta cuando se suspende y se señala una continuación para otro día en un juicio con varias partes. Agendas, llamadas y consultas varias, hasta el punto  que encontrar día y hora a gusto de todos a veces cuesta más que lo que hubiera durado el juicio de haberse celebrado.

De todos modos, lo peor no es lo que sucede entonces. Lo peor ocurre cuando empiezan a llover los señalamientos en modo riego por goteo -o más bien riego por lexneteo- y en cuanto empieza a asomar el documento, una empieza a leer cruzando los dedos. Que no sea ese día, que no sea ese día, que no sea ese día. Y zas, no hay dedo cruzado que valga, que acaban coincidiendo. Y hay que pedir rápidamente al juzgado que corresponda la suspensión. Y que nadie se lleve a engaño, que hay una prelación establecida: primero las causas con preso, las de violencia doméstica y de género sobre las que no lo son, el penal sobre otras materias y la guardia siempre preferente. Y, si aun así hay coincidencias, pues es preferente quien primero señaló -versión jurídica de «tonto el último»-. Y cuidado con alterar ese orden y pedir la suspensión a quien no toca, que los jueces se enfadan mucho por eso. Quien avisa no es traidora.

Así que hoy solo e queda el aplauso, que no va a ser para el don de la ubicación, que no aparece por más que lo busquemos desesperadamente, sino para todos y todas los que hacen el sudoku de señalamientos con paciencia y buen humor, y a quienes los reciben del mismo modo. Hacer las cosas más fáciles no es tan difícil.

 

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