
Uno de mis títulos de película preferido es, sin duda, el de Mujeres al borde un ataque de nervios. Aparte de que la película se convirtió ya hace mucho en un referente, ese título ha dado para parafraseos varios. ¿Quién no se ha sentido al borde del ataque de nervios alguna vez? Y quien no ha cantado, como Camilo Sesto -o, en versión remasterizada Nathy Peluso- “Y ya no puedo más” a voz en grito
En nuestro teatro podría decirse que vivimos al borde del ataque de nervios. Los plazos, la falta de medios, las reformas y la materia misma convierten nuestra vida toguitaconada en una carrera de obstáculos a la que llegamos sin la equipación adecuada. Y, aunque tratamos de superarlos, no podemos evitar que nos saquen de quicio.
Ya dediqué en su día varios estrenos a esas cosas que molestan a abogados y abogadas, jueces y fiscales , lajs y función pública . Pero, por desgracia, me quedé corta. Por eso hoy quería retomar el tema con la inestimable colaboración de mis compañeros y compañeras fiscales, aunque la inmensa mayoría de nuestras quejas son extrapolables a toda Toguilandia.
Una de las quejas más frecuentes es la relativa, cómo no, al material. Los folios, aunque no lo parezca, siguen siendo un bien tan necesario como escaso, y de ahí que una compañera describa la situación diciendo que esperamos su llegada como alimañas y otra comente que a veces no queda otra que “robarlos” cual ninjas silenciosos en la noche. Y si se trata de posits, ya ni os cuento. O de bolis, que da mucha penita firmar con un bic sin tapa y ver como hay quien saca su estilográfica de luxe.
Otro de nuestros caballos de batalla en cuanto a medios es la informática. Es desesperante llamar al servicio técnico que sea y perder la mañana escuchando un tono de espera que una acaba odiando. Y luego, te dan solución…o no. Y vuelta a empezar-
El tóner, por supuesto, se convierte en producto de lujo y a veces hay que traficar con él como con el más clandestino de los productos de contrabando
Las contraseñas que caducan son otra pesadilla. Como lo sigue siendo la videoconferencia con sus fallos que te hacen polvo. Aunque lo más desquiciante es no poder conectar porque “no está el funcionario que la lleva”. Y todo el mundo colgado. Verdad verdadera
Por su parte, quienes ¿disfrutan? De fiscalía digital alucinan con sus fallos y su impotencia. Parece ser que ponerse a trabajar y no poder hacerlo porque el visor no va es una constante.
Y para constantes, la estadística dichosa . Sea fiscalía digital o analógica, eso no cambia. Y parece mentira que, a pesar de tenerlo todo registrado -aun en las fiscalía no digitalizadas- informáticamente, sigamos haciendo palotes cada mes por imposición. Y ojo, que a esta tortura han incorporado a jueces y juezas, que ahora saben de primera mano de qué nos quejábamos.
Otras de las cosas de que se quejan -y con razón- es de la disparidad de festivos. Como quiera que gran parte de fiscales tenemos sede en una ciudad y juzgados e varios pueblos, el día que es fiesta en nuestra sede y señalan en el pueblo les hacen polvo. Y viceversa.
¿Y las prisas? Pues y dice el refrán que no son buenas consejeras, y quizá por eso suela darse el fenómeno de que hay muchas cuando te llaman y muy pocas cuando resuelven.
Las conformidades darían para una novela entera. Me dicen que en las citas previas hay algunas que son como las peores de First Dates y, visto lo visto, lo creo. En ellas hay algo que nos altera mucho, y es que nos aprieten diciendo que hay un compañero que me lo baja más o me pone la multa a 2 euros.
Y es que el Ministerio Fiscal será único pero sus componentes son diferentes. Por eso da tanta rabia cuando alguien llega a fiscalía, pregunta por el fiscal X y como quiera que el fiscal Y le dice que no está, pues le espeta un “da igual, tú me sirves”. Como si fuéramos cromos.
Aunque, si hay algo con lo que nos pueden hacer polvo, es con los señalamientos. Ir a una sesión de juicios y que en medio haya varios sin fiscal, especialmente si es en un sitio lejano de nuestro despacho y sin despacho de fiscal, no es plato de gusto. Algo perfectamente extrapolable a lo que les ocurre a abogados y abogadas que hacen encaje de bolillos para completar el puzle de señalamientos.
Pero para tortura compartida por todos los operadores jurídicos, las reformas. Los Códigos no duran ni un telediario y con lo que cuesta conseguirlos, acaban llenos de fotocopias, grapas, posts y anotaciones, siempre que nos dé tiempo a ponernos al día entre expediente y expediente que no es fácil.
Y hasta aquí, estos problemillas nuestros de cada día, solo algunos de los muchos que surgen cada día. El aplauso no pude ser otro que para quienes los superan, casualmente, esos compañeros y compañeras que han tenido la generosidad de compartirlos. También son solo una muestra de quienes sufrimos cada día las cuitas de Toguilandia