
Hubo un tiempo en que nuestro folklore era uno de los temas fundamentales del cine patrio. En gran parte, el folklore andaluz de bata de cola y castañuelas de Carmen la de Triana o Morena Clara. Pero también dan entrada a otras tierras, como la aragonesa en Nobleza baturra. También cantaba copla La niña de mis ojos, la protagonista de Ay Carmela o los de Las cosas del querer, entre otras muchas. Y es que la lista sería interminable.
En nuestro teatro, parece que somos poco de folklore, pero quizás solo lo parece, porque Toguilandia es un mundo de tradiciones y ¿qué es el folklore sino la conservación de tradiciones que merece la pena mantener?
No sé si ocurre en otros lugares, pero en mi tierra, como entendemos que nuestras fiestas forman parte de nuestro día a día, había una tradición que a mí me duele haber perdido. Cada año, en cuanto se elegían a las falleras mayores de Valencia, estas acudían a hacer una visita institucional y protocolaria a la sede del Tribunal Superior de Justicia y Fiscalía. Llamadme cursi, o tonta directamente, pero a mí, como fallera, valenciana y fiscal, me hacía ilusión. Pero se acabó, aunque no sé exactamente por qué ni si fue un adiós provisional o definitivo. Esperemos que sea lo primero.
Y en nuestro caso, no solo eso. Hay compañeras que fueron en su día Falleras Mayores de Valencia o pertenecido a sus Cortes de honor, y somos legión los falleros y falleras que nos las arreglamos para tener días libres en las fiestas falleras, o, en su caso, en las de sus respectivos pueblos o ciudades. Y en algún que otro caso, la simbiosis entre Administración de Justicia y Fallas ha sido tal que han pensado en alguien de la casa para hacer las labores de mantenedor o mantenedora en la Exaltación de la Fallera Mayor de Valencia. Yo fui una de esas afortunadas, y viví un momento que jamás olvidaré.
Me consta que en Valencia no somos un caso único, que otros pueblos y ciudades de nuestra geografía han contado con alguien de nuestro teatro para hacer el pregón de las fiestas. Y a mí, por supuesto, me parece fantástico. Una buena muestra de que la justicia pertenece al pueblo y tiene que ser cercana al mismo, algo que muchas veces se nos olvida, y que nos tendríamos que hacer mirar. No es la primera vez que lo digo.
De otra parte, quienes habitamos Toguilandia no siempre vestimos toga. De hecho, en nuestro tiempo libre, hay quien viste el traje regional correspondiente cuando procede, como es mi caso. No hay más que darse un paseo por redes sociales para comprobar los testimonios gráficos de lo que afirmo. Una prueba más de naturalidad y cercanía que a mí, personalmente, me gusta.
Pero en algunos casos, no nos conformamos con vestirnos y hacernos la foto. Hay quienes van más allá. He visto imágenes de toguitaconadas en el Rocío o la Feria de Abril, y tengo una buena amiga, de la otra punta de nuestro mapa, que toca en tambor cuando procede como parte de una de las fiestas más populares de su tierra. De hecho, cuántas veces nos lamentamos ella y yo durante las restricciones de la pandemia por haber perdido todas estas cosas. También recuerdo otro de nuestros amigos que se lamentaba de haber perdido sus procesiones de Semana Santa, en las que toma parte activa desde la noche de los tiempos.
Quizá haya alguien que se pregunte por qué cuento esto y qué interés tiene. Y lo respeto, faltaría más. Pero el otro día, cuando volví a vestirme con la indumentaria tradicional para participar en una exhibición de bailes regionales con el grupo al que pertenezco, me acordé del éxito que tuvo el estreno que dediqué al disfrute de la danza y lo que supone para mí, y pensé en compartir las sensaciones maravillosas que me produce bailar una jota, o un fandango, o un bolero tradicional.
Podría dedicarme a hacer comparaciones entre tradiciones buenas y malas, tradiciones que merece la pena conservar y otras que hay que rechazar de plano. Pero prefiero quedarme con mis pasos de danza. Creo que puede ser un buen modo de iniciar esta vuelta al cole que siempre cuesta lo suyo. Porque bailar siempre mejora todo.
Así que aquí queda esto. Espero haber transmitido al menos una pequeña parte de la alegría que me causan estas cosas. Por eso me permito dedicar el aplauso esta vez a mis compañeros y compañeras de dansà, incluida la fotógrafa autora de la imagen que ilustra este estreno. Gracias por hacer mi mundo mejor