
Es bien sabido que los niños -y las niñas, claro está- siempre dicen la verdad. Aunque hay que reconocer que la dicen de un modo adorable- Tal vez por eso el mundo del espectáculo ha recurrido tantas veces a protagonistas infantiles, llegando incluso a explotarles hasta robarles la infancia. El rayo de luz de Marisol no brillaba tanto como quisieron que viéramos, los bucles de Shirley Temple no eran tan dorados como parecía, ni El pequeño ruiseñor era tan feliz como sus trinos hacían creer. Mucho se ha escrito sobre niños prodigio, pero, sea cual sea la historia de cada cual, su presencia en las películas suele funcionar. Es desternillante saber qué piensan los bebés de Mira quien habla, qué hace un niño que se queda Solo en casa, o conocer como crece Harry Potter película a película.
En nuestro teatro la intervención de menores es tan frecuente como importante, y sus derechos han de ser objeto de especial protección, algo a lo que ya dedicamos más de un estreno. Pero hoy vamos a ponernos en su piel y saber que piensan de Toguilandia y de las cosas que pasan en el mundo.
Cuando mi hija mayor tenía 5 años, su monitor de natación, un chico muy joven vino un día a hablar conmigo y, un poco azorado, me dijo que él no sabia en qué trabajaría yo, pero la niña le había dicho muy seria que si la volvía a obligar a tirarse de cabeza su madre -o sea, yo- le metería en la cárcel. Entre la risa y el bochorno, tuve que explicar a aquel chico que yo era fiscal y que ese era el modo en que mi hija interpretaba mi trabajo, barriendo, claro está, para casa. La verdad es que no sé si esto influiría pero años más tarde, estando en el Juzgado de guardia, un joven abogado me llamó, y en su cara pude reconocer después de un rato a aquel monitor de natación.
Lo bien cierto es que entre nuestras hijas e hijos el tema de la prisión es muy recurrente, quizá porque es la manera más sencilla de explicarles nuestro oficio. Aunque no siempre piensan que es lo mejor. Entre nuestros vástagos, hay quienes quieren ser como mamá o como papá, y quienes de ningún modo porque trabajan mucho, como le dijeron a una compañera, o porque vuestras conversaciones son muy aburridas, como nos decían mis hijas. Pero cuidado, que cuando la niña de esta compañera le dijo que prefería ser ladrona para coger los dineritos, la hermana le advirtió que no lo hiciera porque su mamá le metería en la cárcel. No fue, sin embargo, el único. También otra compañera tuvo que escuchar de labios de su hijo de 5 años su vocación de ladrón en vez de fiscal aunque, en este caso, porque le parecía bastante más divertido. Y a lo mejor algo de razón tiene, el angelito.
Lo bien cierto es que a veces les armamos un lío. Dice un compañero que su criatura no sabía muy bien lo que era su padre, que debía ser policía o médico porque trabajaba siempre en la guardia. Me cuenta otra compañera que, tras explicar pacientemente a sus niños que su trabajo como fiscal consistía en meter en la cárcel a los malos y en proteger a los niños, les preguntó si lo habían entendido. Aun se está riendo de su respuesta, ya que había hecho un mix y le dijo que los fiscales metían a los niños en la cárcel. Y tan contento.
Sin duda, debemos tener cuidado con lo que les contamos, o nos podrá pasar lo que a una compañera, que se enteró que su hijo, muy fan de la policía, en una charla que le dieron en el colegio, afirmó con toda convicción que su madre trabajaba con los malos.
Y es que las criaturas interpretan lo que ven a su manera. Ya conté en las covidnécodtas que la niña de otra compi decía que ella no iba a hacer los deberes porque no era la niña de guardia, tras oír a su madre decir que ella no era la fiscal de guardia en ese momento. Ahora ya sabe un poco más y le pide a su madre que llame al juez para organizarse, no vaya ser que haya un malo malísimo detenido por coger algo del Ale Hop -lo peor de lo peor en su particular ranking delictivo- y les fastidie la tarde.
A veces, no sabemos explicarnos bien, desde luego. Por eso la hija de 4 años de una compañera se quedó asombrada porque su madre le explicó que el malo del día había robado una casa. Después de preguntarle cómo lo hizo, con lo muchísimo que pesaría, ella misma se contestó. Con una grúa, claro. Blanco y en botella.
No estaba sin embargo, tan blanco y en botella nuestro trabajo para el hijo de un colega que explicó en el colegio que su padre trabajaba en correos. Alertado por la tutora, que conocía que el padre era fiscal, preguntaron al niño quien, muy convencido, explicó que su padre llevaba muchos papeles y ponía muchos sellos. Y, desde luego, tenía toda la razón del mundo. Viva el Papel 0
Pero nuestros retoños no solo se preocupan de nuestro trabajo. El coronavirus ha cambiado sus vidas tanto como las nuestras y sus reacciones han sido de lo más curiosas. Me cuenta una amiga abogada que su niño se le aparecía en pleno confinamiento al pie de su cama con sus zapatos en la mano, pidiéndole que le llevara al parque porque en ese momento, en plena noche, el virus estaría durmiendo. Su madre no pudo convencerle de que eso no era así exactamente, así que el niño acabó diciendo que se quería poner malo, así que fueran a la calle ya. Y, como no es tonto, cuando le riñen por portarse mal, le echa la culpa al virus, Y yo creo que voy a copiarlo, que como excusa no tiene rival.
Desde luego esto del covid ha alterado incluso sus sueños y preocupaciones. La misma niña que no es la niña de guardia está muy agobiada pensando en cómo lo harán los Reyes y Papá Noel para llegar a las casas pese al virus y a las medidas restrictivas, y otro fiscalito junior se pregunta si no superarán el aforo los tres reyes y los habitantes de la casa. Y, además, a ver cómo lo apañan que no solo no son convivientes sino que además son personas de riesgo con las de años que tienen. Y así es, desde luego.
Y a veces, por más que nos empeñemos en que son mayores para saber ciertas cosas, tiene sus propios tiempos. El sobrino de una compañera se encontró en una pintoresca situación cuando su padre decidió decirle que el ratoncito Pérez era él. El niño, ni corto ni perezoso, le miró asombrado y le dijo : Ualaaa ¿y cómo lo haces para ir a todas las casas?. A ver quién era el guapo de insistir con la verdad ahora.
Porque los niños y las niñas saben muy bien lo que quieren. Que se lo digan si no a otra compañera que, harta de oir a su hija decir “yo quiero, yo quiero” una y otra vez , quiso contestarle diciéndole lo que quería ella. La niña le interrumpió, indignada, diciendo “estamos hablando de mí, no de ti”. Tal cual.
Claro está que con esa actitud su madre no se enteraría de lo que pretendía saber otra fiscalita baby, cuando le preguntaba si tenía un enano en el estómago. Ante la sorpresa materna, la niña explicó que eso era como los que bailan flamenco, que se tiene o no se tiene. Y eso a los 6 años, que habrá que oírla cuando crezca.
Para acabar, recordaré lo que dijo una niña valenciana a las cámaras de televisión, dándonos una lección de civismo acerca del uso de mascarillas. “Me ahogo un poquito, pero más vale ahogarse un poquito que morirse”. Ojala las personas adultas fuéramos tan consecuentes.
Por si acaso alguien no quiere hacerme caso, no dudaré en lo que hace la sobrina de otra compañera, de solo 6 meses que, apercibida de que cuando tose corren a cogerla, ahora finge una tos que ni un carretero después de fumar cuatro paquetes de caliqueños. Me la anoto como técnica de márquetin.
Y esto es todo en Minitoguilandia, al menos de momento. El aplauso, sin duda, es para todos los niños y niñas cuyas palabras forman parte, aun sin saberlo, de este estreno, y para sus mamás y papás que me lo han querido contar.. Mil gracias
Por supuesto, no me olvido de la ovación extra para mi ilustradora de cabecera @madebycarol, que con sus pinceles todo lo mejora. Gracias otra vez