No se puede saber de todo, desde luego. Pero no se puede presumir de lo que no se sabe, ni, mucho menos enmendar al la plana a quien conoce el tema. Actores y actrices no discuten al director de cómo hacer una escena ni a la diseñadora de vestuario de cómo vestirse. El riesgo es suyo, pero el Dolor y gloria también. Y cuando no sale bien, ya se sabe, hay que Volver a empezar. Porque, ya se sabe, zapatero a sus zapatos. Y quien no sabe de zapatos, que no se empeñe en pontificar sobre suelas y tacones.
Alrededor de nuestro teatro hay mucho zapatero amateur o, como he dicho más de una vez, todólogos. Son opinadores varios que, sin haber pisado una facultad ni leído un libro de Derecho y sin tener la más mínima intención de hacerlo, pretenden sentar cátedra sobre la vida judicial y sentar cátedra sobre ello. ¿Nos suena?
Seguro que sí. No es la primera vez que hablo de ellos, ya hubo un estreno sobre telejuristas y pseudodelitos, pero de entonces a acá cada día suben los ejemplos. Si hubiera una Bolsa de este tipo de cosas, cotizaría al alza siempre. Y algunas cadenas de televisión tendrían enormes carteras de acciones, aunque ningún medio se salva. Por desgracia.
Hace nada leíamos en una conocida revista del corazón la noticia cuya imagen ilustra este estreno, digna de la mejor antología del disparate el periodismo tribunalero. En la crónica de la separación del torero le atribuyen un abogado tan estupendo que es juez y parte, y de ahí que el magistrado les represente a ambos. O sea, como Juan Palomo, y me lo guiso y yo me lo como. Probablemente por eso piensen que vaya a ser veloz, en tan solo unas semanas, gracias a ese batiburrillo entre conformidad y juicio rápido penal en vez de mutuo acuerdo civil. Pero el colmo de los colmos es esa explicación acerca de que el divorcio no vaya a lo contencioso administrativo. Dios mío, sería el primero que vería, pero esta toguitaconada nunca termina de asombrarse.
También hace unos pocos días saltaba a las redes un vídeo donde, a propósito de una manifestación anti-mascarillas, el sabihondo de turno gritaba “habeas corpus, habeas corpus” como si se tratara de El Exorcista diciendo “Satanás, sal de su cuerpo” y otro decía que lo explicara bien porque lo grababa todo y se haría viral. Y viral se hizo, pero no por que pretendían sino por todo lo contrario. Aquello que pensaban sesudo y contrastado era risible a todas luces para cualquiera que hubiera tenido un Código en sus manos aunque ni siquiera lo hubiera abierto.
Y, como no hay dos sin tres, y en todas partes cuecen habas, no tardé en recoger otra perla de la todología jurídica. Ante la llegada de varios migrantes en cayuco a nuestras costas, la reportera, nada dicharachera por cierto, explicaba muy ufana que o se les daría asilo o se tramitaría su extradición inmediata. Así, sin contacto entre países, ni proceso ni autoridades judiciales ni nada de nada. Cuando la extradición, como sabemos, es un procedimiento diferente, que se tramita por la reclamación entre países de alguien que ha cometido un delito para ser juzgado o para cumplir la pena. Es evidente que se refería a repatriación, e incluso colaría lo de la expulsión, aunque no sea nada tan inmediato, pero nunca extradición. Ni deportación, por cierto, que no es terminología propia de nuestro derecho, a pesar de que en pelis como Matrimonio de conveniencia quedaba de lo mejor
Otro de los hits de la todología, llegaba no hace mucho con el nuevo delito de bolsicidio, esto es, tirar bolsa al mar. Un tuitero de pro se quejaba de que tirar bolsas al mar fuera delito, pero no lo fuera tirar una vagón de tren. Lo dije y lo repito, lamento estropear el argumento pero tirar bolsas al mar es una cochinada y causa daño al medio ambiente pero, al menos de momento, no es delito.
Tampoco lo es el famoso delito contra la salud pública que parece haberse puesto de moda. Aunque lo dijera toda una señora política, saltarse el confinamiento no es delito contra la salud pública, como no lo es no llevar mascarilla o vulnerar la distancia –que no distanciamiento- física –que no social- establecida por la ley. Porque, oh sorpresa, puede haber cosas prohibidas por la ley que no son delito. El verdadero delito contra la salud pública es, en la mayor parte de los casos, el tráfico de drogas y sustancias estupefacientes, aunque también hay otros como la adulteración de medicamentos. Es lo que hay.
Y luego están los clásicos, de los que tanta gente habla pero que no existen o ya dejaron de existir. Entre los primeros, me refiero al perjurio, propio del derecho americano y, por tanto, de las películas, pero no del nuestro. Entre los que dejaron de existir, aunque algunos lo ignoren, está el escándalo público –el otro día un tuitero sentaba cátedra diciendo que lo habían cometido las activistas de Femen-, el desacato o el abandono de hogar, que, aunque existe como abandono de familia, no consiste en tomar las de Villadiego sin más sino que requiere muchas otras cosas.
Por ultimo, hay que recordar que aunque en el habla popular acostumbremos a hablar de que algo es de Juzgado de guardia, no puede denunciarse en el mismo cualquier cosa que nos parezca mal. Que el vecino ponga un toldo con una calavera cuando la junta de propietarios acordó que habían de ser todos de rayas verdes no es delito y el juzgado de guardia no puede hacer nada. Aunque le parezca un atentado al mal gusto. Como tampoco puede hacerlo si el vecino se dejó el grifo abierto o cualquier otra cosa. Dejemos la “demanda judicial” para la protagonista de La que se avecina y para sus amigas aficionadas al delito penal
Así que hoy, el aplauso es para quienes se informan antes de informar. Porque, aunque como diría una de esas misses que se lucen en el momento de las preguntas, todólogo es el que sabe de todo, más vale no arriesgarse. Como decía al principio, zapatero a tus zapatos
En el artículo publicado en la Revista «Lec… as», se ha omitido que será el Juez de lo Social, quien dictará Laudo Arbitral, aprobando el allanamiento. Seamos rigurosos en estos temas.
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