Medias verdades: mentiras a medias


verdad_mentira-253x300

Dicen que no existen las verdades absolutas. Y no lo dudo, pero no es lo mismo una verdad que una verdad a medias, que casi se convierten en mentiras. O sin casi. A verdades y sobre todo a mentiras se han dedicado muchas películas. A veces son Mentiras arriesgadas, otras se deben a que alguien es un Mentiroso compulsivo y otras lo que empieza como una mentira inocente puede acabar como La infamia. Y las consecuencias son imposibles de predecir.

En nuestro teatro se supone que se proscriben las mentiras. Salvo, claro está, para el investigado que tiene derecho a no declarar contra sí mismo ni declararse culpable, lo que a veces se traduce en que puede mentir, simple y llanamente. Aunque la verdad es que más de una vez más le valdría quedarse callado, que no hay que ver las meteduras de pata que hay cuando usan de su derecho a la última palabra

A veces dan ganas de acudir a la fórmula de las películas americanas para pedir a los testigos que digan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, porque la nuestra es bastante más estoica. A lo de “jura o promete decir verdad “ que se le pregunta a los testigos podría faltarle esa rotundidad de exigir que la verdad sea toda y no un trocito. Y por ese resquicio se nos puede escapar alguna vez más de un matiz

Siempre que se habla de estas cosas me viene a la cabeza aquel forense con una retranca digna de encomiar que a la pregunta de formulario que empezaba por “diga ser cierto…” contestó, sin alterar lo más mínimo: ser cierto. Verdad verdadera. Como verdad es también que la jueza casi se muere de la risa.

También recuerdo a una de mis amigas, cuando la toga solo era un objetivo lejano en nuestras vidas, que me dijo muy seria que la profesora dijo que iba a hacer el examen –se rumoreaba que habría un aprobado general por su jubilación- pero no que lo fuera a corregir. Menos mal que no le hicimos caso y seguimos estudiando, porque hubo examen y corrección. Como está mandado

Medias verdades hay muchas, Una de las más comunes son las contestaciones de acusados de malos tratos e incluso de víctimas. A la pregunta de si han agredido a su pareja, dicen que no, para añadir a continuación que de agredirla, nada, que solo la ha empujado. Como si los empujones fueran caricias amorosas, vaya.

Otras medias verdades también bastante frecuentes son las relativas a los insultos, y hasta a las amenazas. Cuando preguntas a alguien si insultó a fulano llamándole ignorante, o tonto o estúpido, te puede contestar que no le insultó, que le dirigió tales epítetos porque responden a la verdad. Y que lo comprobemos si queremos. Una exceptio veritatis difícil, sin duda

Aunque para exceptio veritatis, o, mejor dicho, mentiratis, la que pretendía probarnos el otro día un detenido. Declaraba por videoconferencia sobre los insultos que había dirigido, presuntamente, a su pareja. Pero él, lejos de contestar, repetía una y otra vez, haciendo alarde de indignación, que ella le había dicho «que la tenía pequeña». Lo peor de todo fue cuando, a voz en grito porque la tecnología obligaba a hablar de ese modo, se empeñaba en ofrecernos la prueba visual de que semejante afirmación era del todo falsa. Incluso hizo un amago de mostrárnoslo, rápidamente abortado por el policía que le custodiaba, por fortuna. Eso sí, la mascarilla la mantuvo en todo momento en su sitio.

Lo de las amenazas también es curioso. La de maneras de interpretar expresiones claramente amenazantse que tienen los acusados de este delito. Recuerdo que a un “te vas a enterar” nos explicaba que lo que quería es, precisamente, que se enterara bien de las cosas, que luego le faltaba información y tenía que preguntar. Ni que decir tiene la explicación de la expresión “enterarse de lo que vale un peine” que hizo este mismo sujeto. Pero una de las más frecuentes es el conocido “yo no la amenacé, solo le advertí de lo que podía pasarle”.  Pues claro que sí.

Por último, una de las medias verdades que más recuerdo, por el malentendido que suscitó, fue la que surgió a partir de lo que contó una niña a su padre. El padre, alertado por la noticia de que la madre, cuando estaba con la niña, le estiraba del pelo, instó un procedimiento de jurisdicción voluntaria para adoptar medidas urgentes sobre custodia  en la vía civil. Una vez todo el mundo allí, la niña explicó que era verdad que la madre le estiraba del pelo, pero que lo que no había dicho, porque nadie se lo preguntó, era que era por razón de pediculosis. O sea, para quitarle los piojos, que cuando la toman con una cabeza, son muy persistentes. Así que aquí hay una clara muestra de lo que cambian las cosas de tratarse de una verdad completa o de una verdad a medias.

Y hasta aquí, el estreno de hoy. El aplauso, que destinaré a quienes convierten la verdad en una constante en su vida y su trabajo, espero que no sea a medias. Verdad verdadera. Y entera.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s