Retos: preguntas sin respuesta


reto

   Los retos son tema recurrente en el mundo del cine, del teatro y de la literatura. Desde Don Quijote hasta Los Tres mosqueteros, no hay obra de época que se precie sin que aparezca alguien velando armas, arrojando el guante, escogiendo padrinos o citándose al amanecer por una deuda de honor, por el favor de un dama o por cualquier quíteme estas pajas. Y no solo en su versión directa. También en la versión metafórica, consistente en enfrentarse al mundo por la razón que sea. Desde Duelo de titanes hasta Duelo al sol, pasando por todos lo duelos que imaginarse pueda.

En nuestro teatro, en realidad, hacemos duelos a diario. Eso sí, no usamos más armas que la palabra ni más padrinos que quienes visten toga, aunque a veces diríase que se ven volar los puñales a poco que una se fije.

Pero, además de duelos, tenemos nuestros propios retos. Los que se plantea cada cual en el modo de desarrollar su trabajo, en cada guardia, en cada juicio, con cada víctima o con cada investigado. Y otros, que nos vienen impuestos desde fuera. Y se trata de decidir si se recoge o no el guante, y cómo se hace.

Recuerdo en un ocasión que un investigado –imputado de entonces- pillado in fraganti atracando una gasolinera, nos decía muy convencido que él no había sido. Para reforzar su versión, insistía en que él no mentía jamás, porque su religión se lo prohibía. Por supuesto que la faca albaceteña  con la que acariciaba el cuello del sufrido gasolinero le parecía pecata minuta, y llegó a retarnos a que encontráramos a una sola persona que demostrara que alguna vez había mentido. Pero hete tú aquí que, como no debemos ser buena gente, no aceptamos su reto y entendimos que el testimonio del pobre empleado que aún no se había quitado el miedo dele cuerpo, y la aprehensión del arma nos parecieron suficiente para meterle en la cárcel. Cosas que pasan en nuestro mundo puñetero.

Aunque, por supuesto, hay otros retos más sutiles. Sin ir más lejos, hace unos días, un mandamas retaba al mundo entero a encontrar algún o alguna fiscal que no estuviera encantado de la vida con su reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, concretamente, con la limitación del tiempo de instrucción del artíuclo 324. Y parece que aquí sí aceptamos el reto y más de uno y de una nos esforzamos en encontrar, en persona o en redes, a tan raro ejemplar. Y, lamento decir que la búsqueda, pese a ser más difícil que encontrar a Wally, no dio el resultado deseado, Seguimos no solo sin encontrar a fiscal alguno, sino que tampoco ha aparecido abogado, procurador, juez, laj o cualquier otro habitante de Toguilandia a quien le haya gustado el invento. Así que habrá que oficiar a Paco Lobatón para que continúe con las pesquisas oportunas. O tal vez a Iker Jimenez, que nunca se sabe.

Otro reto interesante es el de la digitalización. O, mejor dicho, el de la presunta digitalización, y conste que con lo de “presunta” no me quiero referir a la presunción de inocencia, que los únicos inocentes fuimos quienes nos creìmos que esto iba en serio. De hecho, quien haya encontrado al fiscal contento con la reforma procesal a la que antes aludía, tiene ante sí otro reto: el de hallar al operador jurídico contento con Lexnet . Y, de paso, que busque al Papel 0, que es como la chica de la curva: todo el mundo ha oído hablar de ella pero nadie la ha visto. Porque, a día de hoy, ya es un dato que después de la implantación de la llamada “justicia digital” que iba a eliminar el papel, se ha multiplicado el gasto en tóner y en folios. Y no, no es broma. Como no lo es que seguimos necesitando grapadoras y otros adminículos de papelería, y no son precisamente para grapar las pantallas de nuestros sufridos ordenadores, por más que de vez en cuando nos asalten las ganas de arrojarla contra ellas mientras el dichoso circulito no deja de dar vueltas con la leyenda «espere un momento…»

Y, como me vine arriba, les contaré otro reto que me planteó mi hija, todavía menor de edad. Me decía que por qué en las papeletas que metemos en las urnas en las elecciones nos deberían obligan a poner, como en los exámenes del instituto, “justifica tu respuesta”. Si eso fuera así, podría incluso haber un subapartado para quienes trabajamos en Toguilandia, y que tuviéramos que hacer referencia a las mejoras presentes, pasadas o futuras de aquellos a quienes confiamos nuestro voto. No estaría mal, desde luego. Aunque mucho me temo que, si así fuera, la jornada de reflexión debería alargarse a una semana o un mes para dar con la respuesta adecuada. Por no hablar del momento de la votación, que podría durar un par de días. Y ni así.

Y hasta aquí llegan los retos por hoy. Pero seguro que a quien tenga la paciencia de leerme se le ocurrirán otros muchos. Por eso, hoy el aplauso es para quienes cada día saltan los obstáculos que nos ponen en el camino y continúan planteándose el hacer justicia como el reto nuestro de cada día. Que no es poca cosa.

 

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