Nuestro teatro se pone peineta, pero no olvida que, mientras disfrutamos de las cosas bellas, hay mujeres que siguen sufriendo cada día ese drama de la violencia de género.
En honor a ellas el escenario de Con Mi Toga Y mis Tacones quiere estrenar este cuento, creado ex profeso para una subasta solidaria a favor de la Asociación Alanna que se celebró gracias a la ayuda de la Junta Central Fallera y amadrinado por ls Falleras Mayores de Valencia de 2018.
LA FALLERA MEJOR
Después de tanto tiempo esperando que llegara la ocasión, lo había conseguido. Su sueño de ser fallera mayor de su querida falla se había hecho realidad cuando ya casi pensaba que no llegaría nunca. Estaba feliz y pletórica de emoción. Sin saber todavía que su sueño se convertiría en pesadilla.
La Junta donde la nombraron fue, finalmente, menos emocionante de lo que ella se había imaginado cada vez que había soñado con aquel momento. Tal vez sus expectativas eran muy altas, pero no sintió la alegría arrebatadora que debería de haber sentido. Y, aunque aun no se atrevía a reconocerlo, ella sabía por qué.
El. Su chico, su pareja. Había ido a abrazarlo y la había rechazado. Y, ademas, tenía una expresión en su cara que le hizo sentir un escalofrío de los pies a la cabeza. No obstante, no quiso que el momento se echara a perder. Y trató de quitarle importancia aunque no podía olvidarlo.
No tardó ni un instante en descubrir que su intuición no le engañaba. Esa misma noche, cuando, como hacía siempre, él le acompaño a casa, tuvieron una enorme discusión. El la recriminó por dar besos a todo el mundo, en particular a los chicos de la falla. Ella no comprendía nada. Eran sus amigos, los amigos que tenían desde que eran unos críos y se conocieron en la falla. Ella lloraba, y cuando le preguntó si no se alegraba por su nombramiento, él estalló como una mascletá de gritos. Incluso llegó a temer que, si no llega a marcharse, él le hubiera golpeado. Le decía que ahora se luciría delante de todos con escotes pronunciados, que la mirarían, que no le haría caso a él, que estarìa con otros hombres y que él la quería para él solo, como debía de ser.
Se fue a la cama con un nudo en la garganta y otro en el corazón. Intentaba explicarse qué le pasaría, que habría bebido demasiado, que tendría un mal día y lo había pagado ella. Pero a lo largo de toda una noche de insomnio, no logro creérselo. Y, de repente, fue recordando escenas que había borrado de su memoria. Días en que él había inventado cualquier excusa para no salir con sus amigas, veces en que le reclamaba su móvil para mirar los mensajes, aquella vez en que tuvo que cambiarse de vestido porque la falda le parecía demasiado corta, sus frecuentes e inexplicables arrebatos de mal humor. Pero, después de darle mil y una vueltas a la cabeza, pensó que él la quería tanto que tenía miedo de perderla. Con esa idea se convenció y miró hacia adelante. Seguro que él ya lo había comprendido y se arrepentiría. Y todo volvería a ser como siempre.
No se equivocó. Al día siguiente él pareció en su casa con un enorme ramo de flores y le pidió disculpas por su comportamiento. Juró que no volvería a hacerlo y aseguró que estaba muy contento y orgulloso de que ella fuera Fallera Mayor. Y ella le creyó
La pesadilla, sin embargo, no había hecho más que comenzar. Cada acto al que acudía, cada exaltación, cada cena, era peor que la anterior. Si él iba con ella, no dejaba de hacer comentarios despectivos y de quejarse, si no iba, no dejaba de llamarla al móvil y enviarle mensajes. Dónde estaba, con quién, envíame una foto para comprobarlo, vuelve a casa. Poco a poco, ella fue dejando de disfrutar de su reinado y muchas veces dejaba de ir a algunos actos con tal de evitarse la pelea. Se consolaba pensando en su Presentación en la que, a buen seguro, él estaría contento a su lado.
El día se acercaba y ella aún pensaba que entonces cambiaría todo. Y cambió, desde luego. Pero no en la forma en la que ella deseaba.
La semana anterior a su Exaltación sus amigas le prepararon una fiesta sorpresa. Ella acudió sin saber adonde iba, creyendo que no era más que un cafecito ente amigas. Lo pasaron de maravilla, y llegó de madrugada a casa. El la esperaba en el portal, con la misma expresión en su cara que le había visto el día de nombramiento. La agarró del brazo y le pidió que le enseñara el traje de valenciana para la Presentación. Ella obedeció, sin saber muy bien qué pretendía. Entonces, él la empujó y, con unas tijeras que llevaba consigo, comenzó a hacer cortes en el vestido hasta dejarlo destrozado. Después, con los ojos inyectados en sangre, puso las tijeras en el cuello de ella, mientras le decía que si se movía la mataría. Ella permaneció quieta, muerta de miedo, mientras él usaba las mismas tijeras para cortarle el pelo hasta dejarla casi calva. Y, como ella no dejaba de suplicarle que le dejara, le empujó con todas sus fuerzas. Ella cayó, inconsciente, al suelo, donde languidecían los retales de su precioso vestido de fallera.
Cuando su madre regresó a casa, ella ya no estaba. Alguien llamó a la policía, y la ambulancia se la llevó al hospital
Las heridas de su cabeza resultaron superficiales pero las del alma eran muy graves. Ya no habría Presentación, ni vestidos, ni moños, ni nada. Adiós a todo lo que habìa soñado. Al día siguiente, ya en su casa, le pidió a su madre que presentara su renuncia a ser Fallera Mayor.
El sábado en que tenía que haber sido su presentación, escuchó música desde su casa. Cerró la puerta para no oírla. Probablemente, otra la habría sustituído en su cargo. Pero su madre insistió en que saliera al balcón, y la llevó a la fuerza.
No podía creer lo que estaba viendo. Toda su comisión estaba allí, y gritaban su nombre. Y eso no era lo más llamativo. Todas las chicass llevaban trajes de fallera pero no estaban peinadas. Se habían cortado el pelo y lo llevaban como el de ella, casi calvas. Nuca en la vida habrá una comisión tan hermosa, aunque ninguna llevara peinetas ni agujas
La Presentación fue el acto más inolvidable de su vida. Con un vestido que había hecho entre todas, estaba más preciosa que si llevara el mejor espolín de seda. Ese día supo que no estaba sola ni lo estaría nunca. Y recuperó las fuerzas que había perdido para mirar hacia adelante con la alegría y la esperanza que le habían arrebatado. Y, por supuesto, fue la mejor Fallera Mayor de la historia
(fotografía de la Falla Na Jordana 2012, que representa una máquina para acabar con la violencia de género, cedida generosamente por Francisco M Prieto. Mil gracias)
Me ha parecido un relato increíble, a la vez que impactante. Explica con detalle lo que puede sentir una mujer víctima de violencia de género dentro de un ambiente fallero que sólo los valencianos podemos entender. Lo que no entendemos es la violencia en ninguna de sus formas. Gracias por regalarnos tus letras Susana.
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Muchas gracias!!!!
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