Partidos: la liga de la Justicia


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¿ Cuántas veces habremos hecho la comparación entre lo que importa el fútbol y lo que importan otras cosas? Incluídos, por supuesto, el arte y la cultura, que hasta para crear un Ministerio los ponen juntos no vaya a ser que lo de la cultura pase desapercibido. Y claro está, el cine se ha hace eco. Y por eso podemos encontrar películas de los tipos más diversos que se dedican a ello, desde Evasión o victoria hasta Quiero ser como Beckham, pasando por Tres de la Cruz Roja y muchas más. Con el permiso, por descontado, del baseball, que todo el mundo ha visto esas pelis americanas donde los niños se sienten realizados cuando su padre entrena el equipo de la escuela y le saca a batear y ganan el partido y acaban llorando, incluido el chico fantasma de Campos de Sueños.

En nuestro teatro, los partidos que nos son más familiares son los partidos judiciales, que nada tienen que ver con balones y porterías. Y lo cierto es que, más allá de algún partidillo de jueces y fiscales contra abogados que ví en mis primeros tiempos toguitaconados –ignoro si en algún sitio se seguirán haciendo-, cualquier parecido con la práctica del balompié es pura coincidencia, empezando, claro está, por los sueldos de sus protagonistas.

Pero como todo lo que toca el fútbol parece tener interés, se me ocurrió que futbolizar de algún modo la Justicia haría que la gente se fijara más en ella. Y claro, si interesa más, interesara más también dotarla de medios adecuados. Porque si Cristiano Ronaldo o Messi no pueden jugar sus partidos en un patatal, nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Y menos aún teniendo en cuenta que ellos y algún que otro compañero se han visto obligados a hacernos una visita contra su voluntad.

He de confesar que la idea no es del todo mía. Me ayudaron, como tantas veces, las ocurrencias de algunos de mis compis a través de las redes sociales, que me proporcionan un buen filón. La cosa empezaba cuando una de mis compañeras se quejaba, por enésima vez y con más razón que un santo, del cúmulo de tomos y tomos de papel a pesar de la tan cacareada digitalización  Y, ni corta ni perezosa, nos mostraba las estanterías recién llegadas para apilarlo. Y no pude evitar hacer la gracia. Papel 0/ estanterías 1. Y es que eso del papel 0  da mucho juego. Lo malo es que siempre le ganamos por goleada.

La cosa no quedó ahí. Al día siguiente, otro compañero hacía su propia crónica de los juicios rápidos de la guardia como si del mismísimo Matías Prats de sus buenos tiempos se tratara. Aunque no recuerdo exactamente el resultado, la cuestión es que cantaba: alcoholemias 3/ conducciones sin carnet 2. Un marcador ajustado, la verdad. Aunque no tanto como el mío de esa misma mañana, que era: maltratos 3/ quebrantamientos de  medida cautelar 3. Por supuesto, la prórroga, al menos en mi caso, se jugó por la tarde, y esa vez ganaron los quebrantamientos, aunque hasta el último momento la cosa estaba reñida. De hecho, si no hubiera sido por el detenido que pasaron a última hora, en tiempo ya de descuento, nos hubiera tocado jugárnosla a penaltys.

Pensando esto, recuerdo que, en los principios de la Ciudad de la Justicia de Valencia, había unos bonitos paneles digitales que se suponía que irían anunciando el estado de los juicios que se celebraban en cada sala. Jamás lo vi en funcionamiento y un buen día ya no estaban, si que nadie sepa muy bien a dónde fueron a parar. Algún chistoso comentó que irían al aeropuerto de Castellón, donde hacían mucha falta dado su denso tráfico aéreo, pero seguro que solo es una leyenda urbana. La cuestión es que, planteados los juicios como si fueran partidos de fútbol, hubieran venido de lujo a modo de pantalla gigante. Hasta podríamos haber montado saraos a ver cuándo acaba este macrojuicio, con apuestas de si fulanito  va a declarar o no y en qué sentido. Oye, y puesta a venirme arriba, se podría montar hasta una porra on line a modo reality, incluso con una app diseñada al efecto, que no se diga. Y habilitar los correspondientes números de teléfono para votar a la acusación o a la defensa: si quieres condena marca el 0000, y si quieres absolución marca 0001. ¿Y por qué no votar a los intérpretes de nuestro teatro, al modo Operación Triunfo, como favoritos, para que se salven de las nominaciones? Y por supuesto, quien no cruce la pasarela, nominado para el juicio que viene.

Y sí, sé lo que más de uno y de una estará pensando.  Que se me está yendo la olla y que no se puede tratar a la justicia como si fuera un espectáculo televisivo. ¿Verdad? Pues algo que resulta tan obvio, es menos obvio de lo que parece, porque en esos juicios paralelos que tanto gustan de hacer los medios y los usuarios de las redes sociales hacen algo parecido. Poner verde, azul o amarillo a juez, fiscal, letrado, víctima o quien les venga en gana sin conocer los hechos ni el Derecho.

Pero, como quiera que unos y otros –el fútbol y los reallitys- tienen mucho más interés para el público, y lo que es peor, para quienes mandan, habría que planteárselo. Dar con una fórmula que haga llegar la trascendencia de nuestro trabajo. Y que el grito de Justicia sonara alguna vez más fuerte que el de goooooool. Que, al fin y al cabo, entre pena y penalty solo distan tres letras. Y a quien lo haga mal, pues tarjeta roja de quien corresponda, pero con moviola, ojo de halcón y todo.

Eso sí, que nadie se haga a la idea que una está dispuesta a cambiar los tacones por botas de tacos, que eso sí que no. Todo tiene un límite. Que aunque mi toguitaconada imagen no tenga montante económico como las de los astros del deporte, no tiene precio.

Y para acabar, el aplauso, hoy convertido en una ovación al grito de “campeones, oe” a quienes, a pesar de todo, juegan el partido de la justicia sin rendirse. Aunque a veces tengamos que tener más moral que el Alcoyano.

 

 

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