El momento del estreno es, sin duda alguna, el punto culminante de la vida de un artista. La criatura va tomando forma, desarrollándose en la mente, reclamando espacio y al final, quiere salir y que todo el mundo la vea. Ya no se conforma con habitar las fantasías de quien la crea, la concibe o fabula con ella. Y, si ese día llega, no hay alfombra roja suficientemente brillante para expresar todo lo que supone. Los estrenos son parte esencial del mundo del espectáculo, pero cada uno tiene la magia de ese instante que quedará en la memoria para siempre. Esperanza y gloria.
En nuestro teatro, los estrenos se suceden día a día en cada juicio, en cada guardia, en cada declaración. Ese es nuestro mundo. Pero a veces, una pasarela imaginaria se tiende entre uno y otro y ese universo de togas y puñetas se traslada hasta la alfombra roja para pisar con los tacones en él. Y empieza la magia.
Esta humilde toguitaconada acaba de tener esa inolvidable experiencia. Por eso, me tomo la licencia de despojarme de la toga y calzarme unos tacones más altos que nunca para compartir ese momento mágico. Y a hacer umbralismo en su más genuina manifestación: hoy vengo a hablar de mi libro.
El 1 de diciembre de 2016 quedará en mi memoria grabado para siempre en letras doradas. Mucho más que cualquier cabecera de cartel de la película más laureada. Ese día, en el valenciano y tradicional Casino de Agricultura de Valencia, hice realidad un sueño que llevaba acariciando desde que tengo conciencia. La presentación de mi primer libro. De ficción y en solitario, rodeada y arropada de un montón de personas que me hicieron el mejor regalo imaginable: compartir conmigo ese instante.
Mi criatura tiene por título “Mar de Lija”. Un título que dice mucho y que se gestó ya hace tiempo, y en el que tiene mucho que ver mi querida Rosario Raro, que depositó una semilla fuerte y empeñada en germinar en aquellos talleres del añorado primer local de Bibliocafé, con José Luis y Fernanda siempre pendientes de todo. Mil gracias a los tres por ese primer empujón, y por seguir ahí.
El resto, vino solo. Todas las mujeres que reman por las páginas de Mar de Lija, luchando contra las adversidades, hicieron el resto. Ellas querían salir a la luz, y tuve la suerte de que se subieran al teclado de mi ordenador y me dictaran lo que querían contar. Ellas ya traían la barca y los remos para navegar en ese mar que pintó mi buena amiga Eva Molla, derrochando su talento en una portada que no podía expresar mejor sus historias.
Así que me tomaré otra licencia. Al consabido umbralismo añadiré una dosis de Almodovarismo y, como si hubiera oído aquel Peeedro que Penélope Cruz grabó en nuestro disco duro para siempre, me permitiré esa licencia: la de las dedicatorias y agradecimientos. A Mauro Guillén, editor y amigo, que se convirtió desde el minuto 0 en depositario de mis locuras, al equipo de Telos con Angeles Pavía como cabeza visible que limaron las aristas del texto para que saliera redondo. Y, por supuesto, a Miguel Lorente, que hizo un prólogo que me sigue poniendo los pelos como escarpias.
No me arriesgaré a que estas líneas se conviertan en otro libro agradeciendo a todas las personas que estuvisteis allí, algunas de ellas después de recorrer muchos kilómetros para estar conmigo. Pero levantar la cabeza y ver una sala repleta, con caras que han formado parte de mi vida es una sensación difícil de explicar. Hay que vivirla. Gracias por ese regalo. Y también gracias a quienes sin estar físicamente sentasteis vuestro corazón en las butacas. Os aseguro que notaba vuestra presencia.
Y gracias también a la Vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, por acceder a amadrinar a la criatura, y hacer una presentación preciosa.
En cuanto a las dedicatorias, a mi familia y en particular a mi madre, de la que ya he hablado en este espacio y que es una de esas mujeres que ha remado como nadie en ese Mar de lija. Su espíritu gravita en muchas de sus páginas. Y tenerla allí sentada aplaudiendo fue todo un lujo.
Y, por supuesto, a todas las mujeres cuyas vivencias han dado forma al libro. Con un recuerdo muy especial para aquellas que nunca podrán leerlo porque pasaron a formar parte de esa cifra de la vergüenza que nos sigue azotando. Aquellas cuyos remos se partieron mientras seguían luchando contra ese mar adverso.
Mar de Lija es un sueño hecho realidad. Un sueño del que formáis parte muchas personas. Incluidas aquellas que, aun sin conocerme personalmente, quisisteis estar ahí. Para vosotros y vosotras es el aplauso de hoy. Un aplauso empañado por lágrimas de emoción y por el escozor de la sal de ese Mar de Lija.
Gracias.
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Una reflexión preciosa, Susana. Vives la literatura como la vida y por eso la vida fluye hacia el papel. Espero tener pronto entre las manos ese mar que tantas surcan/surcamos a despecho de todas sus asperezas. Me encanta cuando te pones esos tacones tan altos.
Enhorabuena y un abrazo.
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