Entrada en vigor: sudoku legal


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Todas las salas donde se representan espectáculos tienen su programación. Es lo suyo. Con la suficiente antelación, se organizan los estrenos, reestrenos, funciones benéficas o de temporada, que suelen ser previstos desde mucho tiempo antes y anunciados a bombo y platillo en los carteles y en la publicidad que tengan contratada en los medios de comunicación. Sería impensable que alguien acudiera al teatro sin saber qué función va a ver, que no es lo mismo ir a ver Dora la Exploradora que Cinco Horas con Mario, ni va destinada al mismo público. La necesaria previsión es tan necesaria que determina hasta dónde se encuentran los personajes, como les pasaba a aquellos viajeros en Si hoy es martes, esto es Bélgica. Y así debe de ser, salvo imponderables absolutamente excepcionales.

Y en nuestro teatro debería suceder otro tanto. Deberíamos saber a ciencia cierta cuándo una ley nos da la pauta para empezar a representarla. Y anunciarla debidamente en nuestros carteles publicitarios, que no son otros que el BOE y demás boletines oficiales. Y eso parecía ser lo que se hacía. Por eso precisamente la ley dice que las leyes entrarán en vigor a los veinte días de su publicación, salvo que en ellas se prevea otra cosa. O sea, una regla general y una excepción. Claro, clarísimo en apariencia ¿no?. Pues ahora resulta que no. Y que hay que volverse loco para saber cuando entran en vigor y cuál es su tiempo de vacatio legis y comenzar a hacer ese sudoku en que se ha convertido el calendario a la hora de contar los plazos y adivinar la ley aplicable. Que ya quisiera yo ver a Aramis Fuster en semjante trance.

Y es que algún duende maligno escondido entre las bambalinas de los Ministerios ha decidido expandir el polvo de sus travesuras. Y parece que mueve la naricilla, como hacía Samantha en Embrujada, y pone plazos a su antojo. Y nosotros, a volvernos locos.

Alguien me podría decir que eso ha pasado siempre, no digo yo que no. Pero parecía algo excepcional, pero hoy parece que la excepción se ha convertido en regla general y así no hay quien se aclare. Por eso, de un tiempo a esta parte, cuando miro el BOE –o su trasunto en twitter o en cualquier otra red o foro- me entran sudores fríos como si el mimísimo Freddy Kruger fuera a emerger de sus páginas y atravesarme con sus garras. Y el temor se vuelve pánico si miro el final y la recua de Disposiciones Finales, Adicionales y Transitorias. Leyes que reforman varias leyes y que tienen varios plazos de entrada en vigor, correcciones de errores de esas leyes que reforman otras leyes pero que no hacer referencia a su excepcional entrada en vigor, con los que, si se aplica la regla de los veinte días, serán de aplicación antes que la ley que corrigen. Y plazos para todos los gustos, desde el inmediato hasta el de varios años. Y ojo, que la cosa no es para tomársela a broma. Porque al establecer que algunas disposiciones entran en vigor el mismo día de su publicación, y publicarse por la mañana, resultaría que fueron aplicables antes de ser publicadas. Y, en cambio, hay otras que se publicaron y nunca entraron en vigor porque fueron reformadas o derogadas antes. O sea, un verdadero galimatías, que daría para protagonizar Este BOE es una ruina.

                Así que no queda otra O hincharse de tranquilizantes e hincar los codos o hacerse con un GPS legislativo que nos ayude a viajar por la legislación y a llegar a buen puerto. O ambas cosas.  Que tal como están las cosas lo de Aterriza como puedas será la función que acabaremos representando.

Así que ánimo. Que igual hay suerte y empiezan a derogar como locos, que nunca hay que perder la esperanza. Aunque compadezco a los pobres opositores, que para ellos rige la ley que estaba publicada cuando se convocó la oposición, lo que puede llevarles a situaciones tan absurdas como la de examinarse de leyes derogadas o de leyes que nunca hayan tenido vigencia.

Por eso hoy me espero para el aplauso. Y lo guardo para el que consiga acabar el sudoku. Aunque, eso sí, reservo una ovación especial al compañero que me prestó la idea. Gracias, Fernando.

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