
El trabajo forma parte importante de nuestras vidas. De hecho, es el lugar donde más tiempo pasamos, junto con nuestra casa, por eso es fundamental conseguir trabajar en algo que guste, aunque no todo el mundo lo consiga. Quienes se dedican profesionalmente al arte en general y al espectáculo en particular suelen tener firmes vocaciones y en la mayoría de casos, haber superado serios obstáculos para estar ahí. Pero eso no quita para que reflejen en sus obras otras profesiones. Hay muchas películas dedicadas a los oficios jurídicos, El juez entre otras, pero hay otros Profesionales a los que dedican películas: La profesora, El escritor, El pianista, La violetera, El jugador de ajedrez, El cazador, El mayordomo, Ama de llaves o Criadas y señoras, son unos pocos ejemplos
En nuestro teatro las profesiones más conocidas ya tuvieron sus propios estrenos. Jueces y juezas , fiscales , LAJ , forenses, funcionariado , abogacía o procura han sido protagonistas de sus correspondientes funciones. Pero hoy vamos a ver algunas otras que, sin ser propias de Toguilandia, nos han traído sus propias anécdotas a nuestra casa.
Por supuesto, nuestra estrella más rutilante, aunque a su pesar, es la figura del investigado o investigada , antes imputado que, según la fase procesal, puede ser el procesado, el acusado, el condenado o el reo. Y, aunque no es una profesión propiamente dicha, en algunos casos alcanza un grado de profesionalidad que ya la quisieran para otros oficios. No sé a ciencia cierta cómo andará el récord de detenciones, pero en esta sede merece una mención especial una mujer que fue habitual de los juzgados de Valencia, y que contaba con más de un centenar de detenciones, todas ellas por hurtos en tienda. Para que luego digan que no es necesaria la especialización en cualquier cosa.
Al margen de esto, hay veces en que no caemos en que las profesiones que se ejercen pueden tener una enorme incidencia en lo que le ocurra a alguien a su paso por Toguilandia. Lo vemos prácticamente a diario con personas que se dedican profesionalmente a la conducción, a las cuales una pena de privación del permiso de conducir les hunde la vida. Pero, claro, su peligrosidad es mucho mayor dedicándose a lo que se dedica, y también es mayor la reprochabilidad. Les guste o no.
En menor medida, pero también con cierta frecuencia, me encuentro con investigados a quienes lo que más les duele es la privación del derecho a la tenencia y porte de armas. Como tengan aficiones cinegéticas, están hundidos. Pero, como en el caso anterior, el riesgo de tener armas impone una medida de este tipo. Aunque solo sea por si acaso, que no son pocos, por desgracia, los supuestos en que el arma homicida ha sido una escopeta de caza que se tenía legítimamente.
Mención aparte merece la pena de alejamiento, al igual que la medida cautelar de la misma naturaleza. Me he encontrado con casos en que había que hacer encaje de bolillos para no interferir en los trabajos de los afectados, porque flaco favor se haría a la víctima si el padre de sus hijos se queda en el paro y no puede contribuir a la manutención. Hay muchos conflictos cuando autor y víctima trabajan en el mismo sitio y más aún cuando se trata de una empresa familiar. Y en esos casos hay echar mano de soluciones imaginativas para no causar más perjuicios. Y no siempre las hay.
Recuerdo un caso que nos llamó especialmente la atención, puesto que víctima y autor eran músicos de la misma banda, y el propio director declaraba angustiado que no podía prescindir de uno ni de otra. No quedó otra solución, con el consenso de las partes, que decretar el alejamiento de la persona, a muy escasos metros. Y que el director en cuestión nos jurara que a la hora de distribuir los lugares de la banda respectaría esa mínima distancia. Afortunadamente, en este caso no hubo más problemas.
Otras veces, las profesiones que interfieren en nuestro trabajo son las derivadas de un pluriempleo que parta algunas personas es absolutamente necesario. De este cariz hay una anécdota que siempre nos hace reír. El único intérprete que había en el partido judicial de un idioma poco conocido pero relativamente frecuente trabajaba como camarero en un restaurante. Por supuesto, con sus pocas intervenciones en el Juzgado no sacaba adelante a su familia, y necesitaba los dos trabajos. Y más de una vez hemos tenido que llamar al restaurante para que viniera a ejercer de intérprete, cosa a la que accedía, con más o menos ganas, su jefe. Había que ver los nervios que le entraban al pobre si se acercaba la hora de abrir algún sábado y todavía no había acabado en el juzgado. Porque, como sabemos, a veces las cosas se enredan y por más que una quiera, no hay forma de acabar a una hora decente. Gajes del oficio.
Para acabar, recordaré que, en nuestro caso, pocas profesiones podemos ejercer más que la nuestra. La única compatibilidad es con la creación artística y literaria -menos mal- y con la docencia. Y gracias. Así que no podemos vender tuppers, ni cosmética, ni robots de cocina por mucho que nos lo pidan. Aviso a navegantes.
Y hasta aquí, el estreno de hoy. El aplauso se lo dedico a todas esas personas sin cuyas profesiones la nuestra no sería posible, como carpinteros, fontaneros, electricistas y, sobre todo, informáticos. Ya lo saben cuando reciban el grito de “Rupert, te necesito”