Denuncias falsas: ¿falsas denuncias?


         Las mentiras y las falsedades forman parte de la vida. Y, al igual que de la vida, forman parte del mundo del espectáculo: No es extraño que algún artista organice un montaje sobre un supuesto amor o cualquier otra cosa para atraer la atención de los medios y ganar fama. Y todavía lo es menos que esos montajes sean el argumento de una película, como Quiz show o El show de Truman. Y es que, como cantaba el bolero, La vida es puro teatro.

En nuestro teatro, esos tejemenes tienen su traducción jurídica en los delitos contra la Administración de justicia. Y entre ellos, hay que destacar el falso testimonio, la denuncia falsa y la simulación de delito que, aunque parezcan iguales, no son lo mismo. Lo que no existe en nuestro Derecho es el delito de perjurio, al que se refieren muchas películas porque en Norteamérica sí es delito. Pero aquí, faltar al juramento o promesa de decir verdad es, para testigos, un delito de falso testimonio, y para acusados, nada, puesto que ni declaran bajo juramento ni tienen obligación de decir verdad. Y, a decir verdad, y valga la redundancia, quienes habitamos Toguilandia hemos visto mentir como bellacos a más de uno.

Acerca de las denuncias falsas, se han vertido ríos de tinta. Y los que quedan por verter, sobre todo, a raíz de determinados hechos puntuales, como ha sucedido estos días con la supuesta agresión homófoba, que parece no ser ni agresión ni homófoba. Ahora bien, lo primero que hemos de destacar es la vieja historia del hombre que muerde al perro. Es una excepción, llamativa pero excepción, y no borra ni hace desaparecer el problema que supone la homofobia y el aumento de las agresiones de este cariz.

La cuestión de las denuncias falsas no es nueva. Muy al contrario, se trata del látigo con el que nos fustigan día sí y día también a quienes luchamos contra la violencia de género. Hay un sector empeñado en pintar a las víctimas de violencia de género como unas mentirosas compulsivas, malvadas y ruines, que quieren destrozar la vida de sus parejas inventándose una agresión, unas amenazas o cualquier otro maltrato. Lástima que no podamos darles la razón afirmando que no hay mujeres asesinadas, ni apalizadas, pero las cifras cantan. Los asesinatos de género siguen, y también la violencia vicaria y el maltrato. Ya me gustaría que sus denuncias fueran falsas y no hubiera cadáveres sobre los que llorar.

No obstante, no se puede negar que existan. Todo el mundo recuerda aquel episodio de la mujer que denunció haber sido agredida por su pareja con pegamento en la vagina. Pero no podemos convertir la excepción en regla y precisamente que se condene a la culpable, pública y judicialmente, demuestra que lo que es realmente falso es ese empeño en repetir que no perseguimos las denuncias falsas. Las perseguimos porque es nuestro trabajo y nada hay más dañino que dar armas al contrario.

Diferentes de las denuncias falsas, aunque el acervo popular las ponga en el mismo saco, son los hechos constitutivos de simulación de delito. En estos, una persona finge haber sido víctima de un hecho delictivo, aunque no lo atribuya a persona determinada. Sería, precisamente, el caso de la inexistente agresión homófoba de que hablaba antes.

Lo curioso de estos casos es que, según sea el tema, las conclusiones que sacan algunos son diferentes. Si se trata de violencia de género, o de delitos de odio, se pasa directamente a cuestionar la legislación que protege a las víctimas y la regulación del delito. Sin embargo, cuando se tata de otros delitos, no ocurre nada de eso

El ejemplo más típico es el de quine denuncia falsamente -o, mejor dicho, simula- un robo para cobrar el seguro. Algo muy frecuente en caso de móviles, en que se disfraza una pérdida de robo con esa intención de cobrar de la aseguradora. Pues bien, a pesar de ser supuestos numerosos, nadie cuestiona el precepto que castiga el robo ni la ley de contrato de seguro.

Otro caso, muy de moda, es el de las okupaciones, que tomo prestado a un tuitero generoso. A pesar de que se ha armado una alarma mediática totalmente desproporcionada respecto a este delito, y de que gran parte de los supuestos que nos cuentan no son sino impago de rentas o molestias vecinales, se continúa exigiendo un castigo ejemplar para los culpables. Y no solo eso, también un supuesto pintoresco de un montaje ha sido objeto de atención mediática, pero nadie ha cuestionado la ley que castiga la usurpación de inmuebles. Más bien al contrario, nos siguen torpedeando con anuncios de alarmas respecto a los que -llamadme malpensada- a quien se le saltan las alarmas es a mí.

No son los únicos ejemplos. Otra tuitera contaba el ejemplo de un político que fingió un secuentro por parte de ETA en los tiempos duros del terrorismo, que en modo alguno implicó que se pusiera en duda la efectividad de la legislación antiterrorista, sin perjuicio del castigo del mentiroso, claro.

Por último, quería hacer una puntualización. Hay quien confunde que una denuncia sea falsa con que, según él, ese hecho no debiera castigarse. Y ahí empieza el rosario de “lo que hizo no fue nada” que tanto daño hace.

Y con esto cierro el telón por hoy. Y la boca, porque hay temas de los que una podía hablar horas y horas. Pero ahora toca el aplauso. Y hoy va dedicado, como homenaje, a todas esas víctimas cuyo testimonio se cuestiona injustamente.

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