
No siempre es fácil mantenerse de buen humor. De hecho, a veces ni siquiera podemos evitar que nos llegue Un día de furia, como a Michael Douglas. Y es que los sentimientos son un carrusel, y si no, que se lo digan a la niña en cuyo interior se desarrollan las dos entregas -por el momento- de Del revés. O a cualquiera de nosotras. O al pobre pollito Calimero que siempre andaba lamentándose
En nuestro teatro hay ocasiones en que cuesta la vida no dejarse vencer por el desaliento. Y aunque somos capaces de ver las cosas con optimismo y ver la botella medio llena, esta tiene a vaciarse con más frecuencia de l que nos gustaría. Y de la que debería.
Hay caso en que recibir las noticias con optimismo o pesimismo es una simple cuestión de actitud personal. Podemos esperar el resultado de un recurso con el convencimiento de que nos van a dar la razón, o exactamente lo contario. O podemos ser personas normales y asumir que, como dice la canción de Amaral -y el dicho popular´– Unas veces se gana y otras se pierde. Aunque hasta para esto hay versión optimista y hay quien lo reformula con el «unas veces se gana y otras se aprende” que, según parece, dijo por vez primera John C Maxwell.
Otro tanto, y con más nervios aún, ocurre cuando se espera el veredicto de un asunto del tribunal del jurado Como quiera que ahí entran otros factores que escapan por completo de aquello a lo que estamos acostumbradas, que es el conocimiento por un tribunal profesional por el que se llevan la mayoría de los casos, la incertidumbre es todavía mayor. Y, como siempre, las personas optimistas esperan el veredicto seguras de que va a triunfar su tesis, y las pesimistas exactamente lo contario. Y luego, pasa lo que tenga que pasar, que no queda otra.
No obstante, hay que reconocer que a menudo nos lo ponen muy complicado para no caer en las fauces del pesimismo, cuando no directamente de la depresión. Y cada nueva reforma nos pone a prueba. Pensemos si no en la última, con sus MASC, sus audiencias previas, sus tribunales de instancia y todas sus zarandajas que, de momento hacen perder los nervios a más de una y de uno.
En cualquier caso, no es la única reforma que nos sacó de nuestras casillas y acabamos sobreviviendo. Recordemos, si no, todo lo que hemos sufrido cada vez que una nueva reforma del Código Penal se cernía sobre nuestras togas. Comprar Códigos nuevos -quienes seguimos necesitando tocar papel-, estudiar y, sobre todo las revisiones Las malditas revisiones, que ya llevamos unas cuantas, tantas que si hiciéramos muescas en nuestras togas seríamos como el sheriff más eficiente del Salvaje Oeste.
Y, aunque las reformas, como todo, se pueden acometer con diferentes actitudes, quienes ya llevamos uno cuantos años en Toguilandia tenemos la experiencia de que, al menos a principio, las cosas van de tal manera que es difícil tomárselas con optimismo. Quizás si alguna de esas reformas trajera consigo un despliegue de medios que diera gloria, nos pareceríamos más a Alegría, la muñequita verde Del revés y menos a Tristeza, la muñequita azul. Por no hablar de Ansiedad o Ira, que a veces también nos poseen.
¿Y qué vamos a decir de los famosos sistemas informáticos, que, en vez de ir a la cabeza de la tecnología, como debiera, nos traen de cabeza, como no debieran? Y ahí nos tienen todo el día Calimereando, con el “es una injusticia” y «que´desgraciadito soy» en la boca. Y es que, en realidad, Calimero era un precursor de lo que ocurre en justicia sin saberlo, porque repetía mucho eso de que las cosas le pasaban porque los demás eran grandes y él chiquito, que tanto se parece a la frase que es un mantra de Toguilandia: la justicia es la hermanita pobre de la administración. O la primita huérfana, visto lo visto.
Así que no amargo más a nadie con el pesimismo de hoy. Aunque el aplauso se lo dejo para quienes siguen siendo capaces de mirar las cosas con optimismo. Que ya tiene mérito