Depresión: hay salida


La búsqueda del tesoro anhelado es una constante en el mundo del cine. En busca del valle encantando, En busca del arca perdida o Tras el corazón verde son muestras de ellos. Pero no es necesario ir muy lejos para encont5rar la salida, por muy Desesperado que se encuentre alguien, por muy despacio que pasen Las horas para la Gente corriente

Hoy nuestro teatro aprovechando que acabamos de conmemorar el Día Mundial contra la Depresión trae hoy un relato para infundir esperanza incluso cuando parece todo perdido

Espero ganarme el aplauso

Una habitación sin vistas

(Relato incluido en la Antología Habitaciones de paso, de varias autoras, entre las que me incluyo)

UNA HABITACIÓN SIN VISTAS

– Necesito una habitación sin ventana

– Lo siento, señora. No tenemos habitaciones sin ventanas. Teníamos, pero la normativa covid nos obligó a clausurarlas

– Pues lo necesito. Es importante

La mujer se retorcía las manos con nerviosismo. Se movía tanto en todas direcciones, que a punto estuvo de tirar al suelo el pequeño jarrón con flores de plástico de color violeta. Las flores, que tiempo atrás le encantaban, ahora le traían demasiados recuerdos y demasiado dolor. Aunque fueran de plástico y de color violeta.

-¿No puede darse prisa?

Se la veía muy preocupada. Se sentó en el sofá de Recepción, un sofá negro de imitación de piel que había conocido mejores épocas. Apretaba entre sus manos uno de los cojines blancos, mirando sus numerosas manchas como si pudiera leer en ellas su futuro.

-Acabo de consultarlo con Dirección -le dijo la recepcionista- y creo que hemos encontrado la solución

-¿Una habitación sin ventana?

-Más bien una habitación sin vistas. Hemos escogido la que tenía la ventana más pequeña y la taparemos por fuera de modo que nadie pueda ver en su interior. Por supuesto, tampoco se podrá ver el exterior. Y es una pena, porque daba a la puerta lateral de la estación y es bonito ver el trasiego de viajeros desde tan cerca. Aunque siempre puede entretenerse con la tele. Es vieja, pero funciona de maravilla. Ya no hacen aparatos como aquellos

-Perfecto, perfecto. ¿Me da ya las llaves, por favor?

-Aquí están -dijo tendiéndole una tarjeta perforada- Habitación 323.

Le costó un par de intentos lograr que la tarjeta encajara en la ranura para abrir la puerta Las manos le temblaban cada vez más. Una vez dentro, revisó en un vistazo rápido todas las esquinas de la sobria habitación y respiró hondo. Todo en orden.

Descolgó el teléfono para impedir cualquier llamada, y puso en marcha la televisión. Las ofertes de la teletienda se sucedían una tras otra sin lograr captar su atención. Era justo lo que necesitaba, un mero ruido de fondo para acompañarla.

Comprobó que la ventana estaba condenada y se tranquilizó un poco. Sentada en el borde de la cama, se dispuso a organizar toda la parafernalia para su misión secreta.

Lo tenía todo. Aquellas pastillas eran las adecuadas. Le había costado bastante conseguir la receta y todavía más que se las trajeran a la farmacia de la otra punta de la ciudad, pero ahí estaban. El plástico metalizado que las envolvía individualmente reflejaba la luz de la lamparilla de la habitación y le hacía guiños. Había llegado el momento.

Sacó su neceser y se maquilló con cuidado en el cuarto de baño. La luz no era muy buena, pero consiguió buenos resultados. Se veía guapa. Se cepilló el pelo con energía y volvió al borde de la cama, donde había dispuesto todo para la función. La última función.

Se entretuvo imaginando cómo se sentiría él cuando lo supiera, cuánto lloraría por haberla tratado tan mal y cuánto se arrepentiría de cada una de las palizas, de cada uno de los insultos, de cada uno de los golpes. Lo vio yendo a su entierro, cabizbajo y entre lágrimas, con un enorme ramo de flores como los que usaba para zanjar cualquier situación. Incluso se relamió y saboreó el gusto de la venganza. Un gusto acre, mucho menos agradable de lo que había pensado.

Permaneció un rato sin pensar en nada, con la vista fija en el teléfono, y al final se decidió

-¿Recepción?

-Dígame

-Le llamo desde la habitación 323

-¿Está todo a su gusto, señora?

Bueno…sí. Pero he cambiado de idea. Quiero cambiar de habitación- ¿Es eso posible? Le compensaré -por las molestias, por supuesto.

-Ha tenido suerte. Este es un hotel pequeño, pero todavía disponemos de algunas habitaciones libres. ¿Cómo la quiere?

-Una habitación con vistas, por favor

En cuanto entró a su nueva habitación, abrió la ventana y sacó la cabeza, respirando hondo. Entonces, cogió los envases de la farmacia que hacía un rato le habían hecho guiños, y los arrojó con fuerza.

El sonido que causaron al estamparse contra el suelo fue la melodía de inicio de su nueva vida.

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