
Posiblemente, reír sea el ejercicio más sano del mundo. Reír y bailar, claro está, como hacían los protagonistas de Cantando bajo a lluvia con su famoso Make ´Em Laugh, que todavía me sirve como banda sonora para alegrarme el día. Que no es poca cosa en los tiempos que corren.
En nuestro teatro, con los temas tan duros con que nos encontramos, podría parecer que hay poco espacio para las risas. Ni siquiera para las sonrisas, podría pensar alguien. Pero, como quiera que necesitamos no solo sobrevivir, sino también vivir, siempre quedan rendijas para que nuestro humor no sea siempre malo.
Las tablas virtuales de este escenario han sido testigos de más de un estreno donde anécdotas, ocurrencias o frases graciosas nos han salvado el día de morir de tedio, o, lo que es peor, de risa. Tanto si suceden en persona como si vienen de redes sociales, lo más frecuente, suelo contestar a quien aporta una de estas perlas con el consabido “a los tacones vas”. Y he de decir que en los últimos tiempos han llegado a mi poder varias de estas perlas. Y no podía dejar de compartirlas. Porque, como me decían en el colegio, compartir es vivir.
Para empezar, comentaré algo que vi esta semana y que no podía quedarme para mí. Ya he hablado alguna vez de nuestra vetusta Lecrim y sus viejunas cosas, como lo de atar la pieza con cuerda floja. La pieza no es otra cosa que el cuadernillo referente a la materia de que se trate, sea responsabilidad civil, situación personal, alejamiento o la que toque. La cuerda floja, hasta lo que yo había visto, era un cordel rojo, que siempre me ha recordado al que ata los chorizos -sin ánimo de ofender- que ataba la pieza al procedimiento principal. Y ojo, que no era capricho, recordemos que la ley es del siglo XIX y entonces las grapas de ahora no las hubiera imaginado ni Julio Verne. Pues bien, esta semana he visto una pieza donde dice literalmente, en la portada “cuerda floja de documentación”. Paradójicamente, no había cuerda ni era floja, sino que los folios venían cogidos en un cachivache de esos de plástico que sirven para archivar y que se llaman “fastener” y bien apretaditos además. Nada poético, y mira que a mí lo de la cuerda floja me hace siempre evocar la equilibrista que con su paraguas y su traje de bailarina, avanzaba en el alambre en los circos de otra época.
Pero han sido las redes las que me han traído regalos maravillosos que me alegran el día. Uno de ellos, el que me hicieron llegar de un tuitero llamado rubert@icacs que se refiere a la herencia adyacente. Obviamente, querría decir “yacente” pero se ve que a los correctores eso de que las herencias puedan yacer como si fueran los amantes de Teruel no le acababa de convencer, y lo convirtió en la herencia adyacente, esto es, la que está al lado. Como si pudiéramos quedarnos la herencia del vecino.
Por su parte, mi querida Amparo Salom, que ya ha hecho varias aportaciones al repertorio taconil, me trae una resolución donde se habla de “beneficio de exageración del pasivo insatisfecho”. Casi nada. Para quien no lo sepa, o no caiga, se refiere al “beneficio de exoneración”, pero claro está que lo de “exageración” queda mucho más bonito. Y puede ser la razón de esa insatisfacción del pasivo, que bien poca gracia le hará al Sr Pasivo que exageren las cosas ¿O no?
Y, para acabarlo de arreglar, una verdadera joya, de la tuitera mano de @Fasmida. Nada más y nada menos que el principio “hindú bio pro reo”. Aun estoy superando la impresión de leer semejante cosa, en vez de nuestro requeteusado latinajo “in dubio pro reo”. Y conste que siempre que sale a colación, me acuerdo del conocido chascarrillo del “in dubio aporreo” o de aquello que decía un magistrado de mis primeros tiempos toguitaconados, “in dubio, pro estudio”, para aludir a quienes no se preparaban suficientemente los asuntos antes de ir a juicio.
Por último, me referiré a algo que oigo de vez en cuando, pero sigue provocando mi hilaridad. No es otra cosa que los diferentes nombres que se dan a la aplicación Whatsapp cuando forma parte de la prueba o el objeto del juicio. La primera vez que me dijeron que se lo había mandado “por guasa” me entraron ganas de decir que poca guasa tenía aquello, pero me mordí los labios. Cuando me dicen que es “por guacha” todavía me cuesta traducir mentalmente ara saber a qué se refieren. Pero es lo que toca.
Y hasta aquí el estreno de hoy. Y como de vez en cuando hay que alimentar el espíritu con una sonrisa, el aplauso se lo daremos a quienes la han provocado. Con sus aportaciones de hoy y de siempre. Mil gracias.