
La moda ha sido tema, principal o secundario, de numerosas películas y series. ¿Quién no recuerda aquella marimandona Meryl Streep de Pret a Porter, o los looks que creaban tendencia de Sexo en Nueva York? Y es que, aparte de que para el éxito de cualquier obra es necesaria una cuidada puesta en escena, incluida la moda de la época, la moda en sí misma puede ser la protagonista absoluta. Pensemos, si no, en cualquier entrega de premios donde el posado en la alfombra roja de las estrellas de turno es tan importante como el concurso mismo.
En nuestro teatro, además de lo que respecta al vestuario, bastante poco creativo y al que ya hemos dedicado algún estreno, también hay modas, aunque no lo parezca. Para quien no lo crea, basta con echar la vista atrás respecto de cosas de las que se hablaba mucho dentro y fuera de Toguilandia y que hoy han quedado pasadas de moda. O vintage, que queda mucho más bonito.
Uno de los peligros de esas modas es lo que se ha dado en llamar legislar a golpe de telediario. De repente, un tema es objeto, con razón o sin ella, de una atención desmedida de los medios, y parece que no queda otra que apresurarse con una modificación legislativa, que no se diga. Y es que el BOE es muy sufrido. Y cuando se casa con la todología , muy peligroso también.
Ahora mismo se me viene a la cabeza un caso del que ahora apenas se habla, pero en su momento dio lugar a una alarma social superlativa. Era el caso de los llamados conductores suicidas, que parecía responder a una moda de conductas extremas y apuestas, consistente en conducir en contradirección por una autopista o vía de gran densidad, con el peligro que supone y los terribles resultados que puede implicar. Lo bien cierto es que esas conductas fueron, afortunadamente, flor de un día, pero no había informativo que no hablara de alguna. Y, aunque el Código ya tenía un perfecto encaje de estas conductas entre los delitos contra la seguridad del tráfico –ahora seguridad vial- se empeñaron en hacer un precepto específico para contentar a propios y extraños. Sin explicar, claro está, que la regla de la irretroactividad de la ley penal no es posible en perjuicio de reo.
Y, no hace nada, antes de que pandemia y guerra colmaran espacios en las noticias, nos hablaban día y sí y día también de los okupas, como si la ocupación de inmuebles no fuera un delito ya existente y sancionado. Pero claro, la alarma social sale barata y rápidamente se hacía creer que cualquiera que faltara media hora de sus casa podría encontrársela okupada y no tener, además, posibilidad de recuperarla. Después, mirando con ojos jurídicos, resultaba que muchas de las supuestas ocupaciones que denunciaban no eran sino impagos del alquiler, y que muchos de los denunciantes indignados no eran los propietarios sino unos vecinos molestos por el comportamiento de quien estuviera en la casa. Afortunadamente, en este caso el BOE no llegó a hacerse eco, pero sí fueron muchas las horas de información, las tertulias jurídicas y hasta las notas de servicio destinadas a un tema que desapareció de los telediarios en cuanto algo más atractivo llenó su espacio. Eso sí, suponiendo generosos ingresos a las empresas de seguridad que fabricaban alarmas, dicho sea de paso.
También recuerdo que, en un momento en que surgió una verdadera alarma por la existencia de asesinatos que tenían relación con los juegos de rol, empezó a hablarse de estos como si fueran el mismísimo demonio, y como si el solo hecho de practicarlo te convirtiera en un asesino en potencia. Otra moda que acabó en humo, como tantas otras.
Pero a veces no son los medios de comunicación sino la realidad la que da lugar a que surjan determinadas modas en los tipos delictivos. Quienes tenemos cierta edad seguro que nos acordamos de haber hecho juicio tras juicio por robos de radíocasete en el coche. Claro está que se trataba de unos artilugios que se extraían con relativa facilidad, y que daban lugar a que en muchos casos, los propietarios anduviéramos de un lado a otro con nuestro radiocasete en la mano para evitar disgustos. En esa misma época otro de los delitos frecuentes era la utilización ilegítima de vehículo de motor, o robo de uso, que ahora ha pasado a ser una reliquia. Nadie, o casi nadie, coge un coche ajeno para dar una vuelta, y, además, la tecnología actual de los coches no lo pone fácil.
Recuerdo con mucha tristeza la época en que los atracos a farmacias, o los robos usando una jeringuilla que decían infectada de SIDA eran habituales. La época más negra del consumo de heroína combinada con un SIDA entonces incurable hicieron estragos. No había día que no archiváramos varias ejecutorias por la defunción del reo.
Y si de modas hablamos, no podemos olvidar esas cosas de las que todos los días nos hablaban como una realidad y que siguen siendo una quimera. Me refiero, obviamente, al llamado Papel 0 y la famosa digitalización que se supone que era inminente, y aún seguimos cargando con expedientes de tomos y tomos. Eso sí, lo de referirse al Papel 0 quedó aparcado en el rincón del olvido.
Los ejemplos serían muchos, y no descarto volver a este tema. Pero por hoy cerramos el telón. Eso sí, sin olvidar el aplauso, dedicado, cómo no, a quienes no se dejan llevar por las modas y modismos. Si cundiera el ejemplo, otro gallo nos cantara