Eurovisión: Vivo calificando


Los festivales de música existen desde que el mundo es mundo, desde luego, y por eso películas y obras de teatro se hacen eco de ello. La vida sigue igual nos contaba el triunfo de Julio Iglesias con el tema del mismo nombre en el Festival de Benidorm -hoy reseteado en el Benidorm Fest- y, mucho más recientemente Eurovisión:la historia de Fire Saga, nos hablaba del Eurofestival en clave de comedia, precisamente en el único año en que no pudo celebrarse, pandemia mediante, el 2020. Y es que, querámoslo o no, el festival de Eurovisión ha sido una constante en nuestras vidas. Y más aun después del casi-triunfo de Chanel tras muchos años de sequía eurovisiva.

            Tal vez haya quién se pegunte qué narices tiene que ver nuestro teatro con semejante evento. Y tal vez tengan razón como las cosas no siempre son lo que parecen, hoy propongo este juego de relaciones músico jurídicas con un toque friki. Y, por supuesto, invito a quien quiera a participar.

            En Toguilandia es cierto que no hacemos festivales , pero no es menos cierto que tenemos nuestra propia selección para ser parte de este mundo. Ahí está la carrera, y, para quien quiera una toga con puñetas en el lado fijo de estrados, la oposición. No hay casting más exigente, os lo aseguro. Y a más de uno y una se le ha escapado un gallito como el que hizo tristemente famoso a nuestro representante de la edición de 2017, Manel Navarro, o ha acabado su participación con los 0 points que nos hicieron renegar en su día de Remedios Amaya y de quien manejaba su barca.

            La verdad es que aunque Julio Iglesias participó con Gwendoline, hay otro título suyo, que ganó otro festival, el de Benidorm, que parece escrito para describir la situación de nuestro teatro en todas las épocas: La vida sigue igual. Aunque a veces nos encontramos cada desastre que parece nuestro particular Waterloo, por más que no nos quede otra que decir que Voy a quedarme. Qué vamos a hacer si no. Y qué va a hacer la ciudadanía cada vez que haya que detener a un Bandido. ¿Deccirle que Baile el chiqui chiqui como el Chiquilicatre? Pues eso.

            No podemos negar que este año hemos recibido un chutazo de energía, con ese tercer puesto de Chanel, pero hemos tenido que sufrir muchos palos antes, por más Euphoria que pusiéramos cada año. Algo parecido a lo que nos sucede cada vez que el ministro de turno nos promete medios materiales y plazas, y luego nos deja como nos deja, diciendo Hallelujah si no nos quitan algo, practicando el Virgencita que me quede como estoy. Porque hay que reconocer que en este mundo vivimos un poco como esas Marionetas en la cuerda que tienen que hacer esfuerzos para no caerse.

            No obstante, siempre hay quien se empeña en mirar la vida con optimismo y va cantando La la la por donde quiera que vaya, que eso de Vivir cantando nos fue muy bien en su día, aunque fuera Al fin del camino. Ya lo decía Peret: Canta y sé feliz. Por eso otro de nuestros representantes repetía lo de Enséñame a cantar una y otra vez, mientras que Su canción, con Betty Missiego y su coro de niños nos dejó a los niños y niñas de la época al borde del colapso con ese segundo puesto que fue primero hasta la última votación.

            Pero no pensemos que todo es tradicional y rancio. Ya vimos que la parejita edulcorada  que nos cantaba Tu canción hacía un papelón, mientras que otras visiones alternativas triunfaban, como la propuesta de Conchita Wurst, con sus lentejuelas y su barba. Y es que, por qué no, Eurovisión es una buena excusa para reivindicar la igualdad, y más en modo Diva, y también para abrirnos los ojos en temas como el bullyng, convirtiéndonos en Héroes o en Toys. Y, por descontado, sobre los horrores de la guerra, que han sido los que, según todos los eurosabihondos, ha llevado a Ucrania y su Stefania al triunfo en 2022.

            Aunque, tratándose de un festival europeo, no podemos olvidar la vocación de transnacionalidad del Derecho Europeo, que podía ser a lo que cantaba Rosa en su Europe’s livings a cellebration. Aunque para los británicos la cosa no era para tanta celebración, y, si hubiera que dedicarles alguna canción tras el Brexit, seguro que sería Quédate conmigo, o, mejor, Vuelve conmigo. Y quizás nos contestarían que La fiesta terminó.

            Incluso podemos ver un trasunto de las órdenes de busca y captura finalizadas con éxito cuando Mocedades cantaban Eres tú, y un modo de responder el de Raphael Yo soy aquel. Y, si se trata de esos habituales con los que tantas veces nos encontramos, alguien acabará diciéndoles, una vez atraviesan las puertas de juzgado de guardia que Volverá.

            Y qué decir del amor, que tantos títulos genera, y que, en algún caso, estarían cerca de ser protagonistas de alguno de nuestros procesos. Pues que no sea siempre así, pero esa insistencia en decirle a la ex pareja Vuelve conmigo, o buscar a alguien para hacerle el encargo de Dile que la quiero pueden rozar el acoso, como ese empeño en decir que Voy a quedarme o Guarda tus besos para mí. Habría que saber mucho del fondo de la historia, claro.

            Y con esto, acabo este pequeño divertimento jurídico eurovisivo que, si no otra cosa, espero que haya ayudado a esbozar una sonrisa. Y, en vez de aplauso, esta vez será un Congratulations en que dedique a todos esos artistas que nos han alegrado la vida. Bravo samurais

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