
Hay personas que dicen a todo que no. Generalmente, es más fácil oponerse a todo y destruir, que intentar construir. Aunque hay que reconocer que también hay personas a las que les cuesta decir que no a algo. Aunque no me refiero a ellas sino a las que niegan por principio y caiga quien caiga. Cuentan que, en su día, el intérprete de James Bond dijo que sería su última película de la saga y como luego cayó en la tentación de repetir con el superagente, la frase de su esposa al respecto acabó siendo el título del filme, Nunca digas nunca jamás. No sé si esto es cierto o es una leyenda urbana, pero lo que sí es verdad es que cuesta mucho más encontrar títulos afirmativos que negativos. No me chilles que no te veo, No estas sola, No somos nada. O, simple y llanamente, No.
En nuestro teatro el negacionismo está más presente de lo que en principio podíamos creer y a las siatodistas como yo, que me cuesta decir que no a cualquier cosa que me ofrezcan, se oponen los Noatodistas, que antes muertos que admitir algo. Como decía un amigo respecto a su hija, si llega a saber cómo iba a salir la chiquilla en vez de Lola la hubiera llamado María de la No. Igual de folklórico, pero mucho más cercano a la realidad.
El primer negacionismo del que voy a hablar es uno al que, por desgracia, ya me he referido más de una vez, el negacionismo de la violencia de género. Hay personas, políticos y juristas entre ellos, que se empeñan el repetir una y otra vez que la violencia de género no existe, por más que las cifras de mujeres asesinadas y de las que cada día acuden a denunciar a Toguilandia lo desmienta. Y eso que, como es sabido, el silencio sigue siendo uno de los problemas de este delito, y se estima que solo se denuncian un 30 por ciento de los casos, de ahí que muchas de las mujeres asesinadas no hubieran denunciado. Pero, así y todo, hay quien erre que erre con que no cree en ello, como si se tratara del misterio de la Santísima Trinidad –en el que igual va y si que creen- en vez de una evidencia.
Otro tipo de negacionismo con el que nos encontramos es el relativo a los delitos de odio . Hay negacionismo del Holocausto, por más que hayamos visto esas terribles imágenes de los campos de exterminio mil y una veces. Y hay negacionismo de otras matanzas genocidas. A este respecto, nuestro Código penal incluye esta conducta entre los delitos de odio, si bien ha de hacer referencia a delitos de genocidio, de lesa humanidad o de delitos cometidos contra personas y bienes en caso de conflicto armado, referirse a los motivos de discriminación que dan lugar a los delitos de odio y, además, como exigió en su día el Tribunal Constitucional, crear un ambiente de hostilidad contra el colectivo afectado.
Por tanto, y mientras no se diga otra cosa, el negacionismo de los crímenes del franquismo no es delito a día de hoy, porque no hay un reconocimiento oficial de que se cometieran delitos de genocidio o de lesa humanidad. Tampoco lo sería el negacionismo de la violencia de género por similares razones, sin perjuicio de eventuales reformas legislativas que a día de hoy, no se han planteado.
Junto a estos tipos de negacionismo, surge con fuerza otro de especial importancia día de hoy, el negacionismo de las vacunas. Personalmente, no entiendo a quienes, teniendo en sus manos la posibilidad de anular o aminorar los efectos del Covid –u otras enfermedades-, no quieren aceptarlo. Para mí sería como operarse de menisco sin anestesia, como en el Salvaje Oeste, apretando los dientes y con un whisky, con la diferencia que el menisco roto no se contagia y el coronavirus sí. Todavía me sorprenden más quienes han centrado su negacionismo en esta vacuna y esta enfermedad cuando en su día se pusieron la triple vírica, y la cuádruple si hace falta, y se la han puesto a sus criaturas sin ningún problema. Luego vemos casos de arrepentidos cuando ya es tarde y están hospitalizados, pero hasta entonces ahí están, miguelboseando que es gerundio.
Por supuesto, hay más negacionismos igual de aluncinantes. El terraplanismo, por ejemplo, con lo caro que casi le cuesta la broma al pobre Copérnico. O la negación del cambio climático que como no venga un iceberg y se les derrita encima no sé cómo habría que metérselo en la cabeza a estos tipos. Pero haberlos, haylos.
En Toguilandia tenemos nuestros negacionistas más de andar por casa. En primer lugar, están esos acusados/investigados/condenados que se empeñan en repetir una vez y otra que ellos no fueron aunque tuvieran el cuchillo en las manos y la sangre de la víctima chorreando en su ropa cuando fueron detenidos. Hay tantos inocentes de esta clase que podrían llenar varios estadios de fútbol.
Y luego está el negacionismo de las defensas, que, aunque esté en su trabajo, no siempre es el mejor argumento. A mí, personalmente, me gustan más los escritos de defensa que delimitan otros hechos en contraposición a los de la acusación, que los que se limitan a un lacónico “niego, niego, niego” a todas las correlativas. Con referencia a esto siempre me acuerdo de un compañero que empezaba sus interrogatorios preguntando al acusado si no se llamaba Fulanito. El interfecto, sorprendo, decía que sí, momento en que mi compañero, con un sentido del humor un tanto peculiar, decía “como su abogado niega todo…” Y se quedaba tan fresco.
A mi me gusta especialmente algo que me contaron al principio de mis días togitaconados y que, aunque no he comprobado su veracidad, me sigue gustando. Decían que uno de esos noatodistas recalcitrantes contestaba “y respecto al Otrosí, Otrono”. Que no se diga. Aunque, Con relación a ese elemento tan sui generis de nuestro mundo llamado “otrosí” y que consiste en que añado esto y lo otro y lo de más allá, no puedo evitar caer en la tentación de algo que me ha llegado por una compañera de la carrera hermana en Twitter. Nada menos que un escrito donde, en lugar de “otrosi digo”, dice, y repite “artrosis digo”. Supngo que el autocorrector hizo de las suyas, pero yo aun me estoy riendo. Gracias, Amparo, por ese ratito.
Y con esto acabo por hoy. El aplauso se lo doy a todas las personas que, con paciencia infinita, se oponen a todos estos negacionismo y a alguno más. Espero que a lo que no os neguéis nunca sea a seguir leyéndome
Yo creo que sí debo ser un negacionisto de esos… aunque me falte mucho para ser perfecto. ¿Y tú, no me digas que no eres negacionista?
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