Reuniones: entre la excusa y la realidad


         Hablando se entiende la gente. Eso es, al menos, lo que nos han enseñado y lo que en mayor o menor medida hacemos cada día, en el ocio y en el negocio. Todo el mundo de cierta edad recuerda la famosa reunión previa a salir a las calles a patrullar de Canción triste de Hill Street cuyo lema, “tengan cuidado ahí fuera”, se ha convertido en un clásico. Y, cómo no, las reuniones de Los Angeles de Charlie con Boslie y el invisible Charlie, donde les explicaban el caso a resolver. Y otro tanto cabe decir de otras series sobra profesiones, como Urgencias, Hospital central, Periodistas, Lou Grant o House. Lo dicho: hablando se entiende la gente. O no.

En nuestro teatro las reuniones son tan frecuentes que en algunos casos están institucionalizadas. Sin ir más lejos, en la carrera fiscal las Juntas de Fiscales son uno de los órganos de nuestra estructura, contemplados como tal en el Estatuto Orgánico. Hay Juntas de Fiscales en todas las Fiscalías, y también las hay de carácter sectorial, o por secciones. Y su celebración periódica es obligatoria.

No obstante, no podemos perder de vista que la estructura y funcionamiento de la carrera fiscal data de un tiempo totalmente diferente al nuestro. Entonces no había macrofiscalías y las reuniones donde todo el mundo hablara y diera su opinión eran posibles. De hecho, el Estatuto preveía una periodicidad mensual que en mi primer destino se despachaba con una formalidad. Quien hacía las funciones de secretario o secretaria –el más moderno del escalafón- rellenaba nuestro vetusto libro de actas encuadernado en piel, con sus filos dorados y todo, con un lacónico “Reunidos los señores reseñados al margen –siempre se ponía “señores” porque cuando se hizo el Reglamento no había señoras en la carrera- tratan de asuntos de su interés. Y punto pelota. Aunque siempre recuerdo que alguien decía que deberíamos poner “reunidos los señores reseñados pierden el tiempo con estas cosas mientras su casillero lleno espera”. Y no le faltaba razón. A veces la burocracia exaspera.

Pero las Juntas de fiscales son muy útiles cuando pasan de una mera formalidad. Asuntos de importancia como reformas legales y repartos de trabajo necesitan de su concurso. Y más de una enemistad feroz se ha fraguado a raíz de una intervención en una junta, sobre todo si de reparto de trabajo se trata. Y es que con las cosas de comer no se juega.

En ocasiones son absolutamente trascendentales. A este respecto hay que destacar la Junta convocada al amparo del artículo 27, cuando un fiscal no está de acuerdo con la orden de un superior. Un mecanismo legal que la gente desconoce y que nos permite tener la autonomía que mucha gente niega que tengamos. No somos corderitos obedientes, desde luego.

Por otro lado, y aunque quizás es en la Fiscalía donde la Junta tenga más valor, no somos la única institución que se reúne. La carrera hermana tiene sus Juntas de Jueces, presididas por el Decano o Decana, en las que deciden cuestiones de importancia y que también están previstas en su norma correspondiente, la Ley orgánica del poder judicial. Y las salas, aunque no las llamen juntas, se reúnen a deliberar en secciones o en pleno. A este respecto no puedo olvidar un programa de televisión de hace mucho tiempo llamado Tribunal Popular, donde un magistrado jubilado hacía de juzgador de un proceso entre dos partes que acudían a la televisión en sustitución del juzgado. Lo mejor era cuando este Magistrado pronunciaba con voz pomposa un “me retiro a deliberar” y él solito, consigo mismo y con su mecanismo, tomaba la decisión. Siempre me quedé con las ganas de saber cómo deliberaba sin nadie más con quien hacerlo. Peor la gente se lo tragaba encantada de la vida.

Por supuesto, en el resto de profesiones toguitaconadas también se reúnen. Aunque no he asistido a ninguna, imagino que en los bufetes múltiples se reunirán para tomar decisiones de trascendencia, como hacían en La ley de Los Angeles o en Ally Mc Beal. Si no, me llevaría una decepción enorme.

Ahora, además, los avances tecnológicos, espoleados por las necesidades que la pandemia impuso, han hecho proliferar las reuniones por medios telemáticos. Una buena opción, aunque hay que reconocer que la falta de contacto directo quita mucha gracia a eso de las reuniones. Menos mal que siempre hay anécdotas al respecto, como las que comentábamos al hablar de las covinécdotas. Descubrir que el interlocutor trajeado en realidad lleva pantalón de pijama –o, lo que es peor, no lleva- , asistir a los paseos de niños o mascotas por detrás de la pantalla o la llegada de cualquier visitante inesperado dan un poco de color a estas reuniones, generalmente aburridas con ganas.

Aunque hay otra utilidad de las reuniones, una que todo el mundo conoce pero no todo el mundo reconoce. Se trata de las reuniones como excusa. Desde el “estoy reunida” que usa una amiga mía como estado de whatsapp, a la consigna con que secretarias, funcionarios o cualquiera que coja el teléfono excusan nuestra ausencia o nuestra negativa a atender a quien se trate. Reuniones que, además, se presumen de duración indeterminada para que sirvan a su propósito de hacer desistir al comunicante. Aunque los hay que son inasequibles al desaliento y no se conforman con que alguien “esté reunido”. Y ante semejante insistencia, que Dios nos pille confesados.

Para acabar, contaré una anécdota propia de los tiempos en que yo era una niña y mi padre ejercía en nuestra casa. Me dijo que si llamaba el señor Fulanito, dijera que él estaba reunido y que llamara otro día. Yo, muy aplicada, tomé nota menta pero coincidió que, cuando llamó el señor Fulanito, mi padre estaba haciendo esas cosas que nadie podía hacer por él. Y yo, ni corta ni perezosa, le solté al susodicho: mi papá me ha dicho que le diga que está reunido, pero está solo en el cuarto de baño. La cara de mi padre fue un poema. Y la del ínclito, al otro lado del auricular, no llegué a verla pero la imagino.

Y con esto, se cierra el telón por hoy. Pero porque la función se ha acabado, no porque esté reunida. Aunque no me olvido del aplauso, dedicado esta vez a todas las personas que más de una vez han tenido que soportar una de esas reuniones plúmbeas con paciencia infinita. Ni el santo Job lo habría hecho mejor.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s