Confusión: trágame tierra


                Los equívocos son siempre una tentación para echarnos unas risas, algo muy utilizado en el mundo del espectáculo. Hay comedias que giran por completo en torno a equívocos, y con un hilarante resultado por lo general, Una comedia de equívocos es una apuesta segura, que no en balde pueden llegar hasta lo más alto posible, como vemos el El cielo se equivocó o El Cielo puede esperar. Más arriba imposible. Ahora bien, siempre que me hablan de escenarios y confusiones, recuerdo aquella miss cuya metedura de pata pasará a la historia, que a la pregunta de quién era Confucio, dijo que el que inventó la confusión. Casi nada.

                Nuestro escenario se encuentra muchas veces en esas situaciones de confusión que, además, nos proporcionan momentos impagables. Ya hablamos de algunos equívocos en el estreno correspondiente, pero vale la pena hacer un nuevo esfuerzo en recordar algunos, porque la sonrisa, aun con mascarilla, no tiene precio.

                Algunas meteduras de pata, dentro y fuera de nuestro teatro son antológicas, como la famosilla -¿qué habrá sido de ella?- que estaba en el candelabro mientras se dejaba la piel en el pellejo, o el torero que escribía impresionante en dos palabras. Sin ir más lejos, ahora mismo yo habría cometido una si el corrector no me hubiera advertido a tiempo y estaría hablando de meteduras de plata. Y eso sí que no, si hay que ir se va, y si se mete la pata, que sea de oro y diamantes. Faltaría más.

                Sin duda alguna, la imagen que ilustra este estreno, que he tomado prestada de la cuenta de una buena amiga en twitter, es la prueba evidente de la importancia de una sola letra para crear una confusión importante, dicho sea, con todo el respeto del cuerpo policial en cuestión. También era cuestión de una letra la citación que una compañera hacía como testigo de la Compañía de seguros Aurora por su abreviatura de “Cía. Aurora”, en la que sufrió un error de transcripción que motivó que los funcionarios se volvieran locos -estos sí- para citar a “la tía Aurora”. No es para menos.

                También ha creado alguna confusión una letra de más o de menos a la hora de calificar y hasta de juzgar unos hechos. Una “A” traviesa que convierte a Manuel en Manuela o a Rafael en Rafaela puede llegar a variar mucho a la hora de conocer los hechos, en particular si de delitos sexuales estamos hablando. También tiene su aquel la cara de sorpresa que se le queda a más de uno y de una cuando aparece Juan en vez de Juana y viceversa, aunque ahora se vayan normalizando tanto estas cosas que pueden crear un verdadero enredo a partir de lo que solo era un error mecanográfico.

                En cualquier caso, hay quien cree que se llevan las cosas al límite cuando, queriendo llevar el lenguaje inclusivo hasta las últimas consecuencias, se cita a la perita cuando quien hace la pericia es mujer. Y claro, siempre hay alguien que dice por lo bajini lo de “…en dulce” o evoca algún personaje de Los fruitis. Y en este caso es el graciosillo -o graciosilla, para esto no hay distingos- quien mete la pata, porque ya la RAE admite el femenino “perita”, así que es mucho más que el diminutivo del fruto del peral. Que tome nota quien corresponda.

                Algo que espero que nunca admita la RAE es el término “conyugue” así, con “ue” que significa pronunciar la g suave. Porque por suave que sea la pronunciación, a mí me suena como un mazazo cada vez que la oigo. Que es, por cierto, mucho más de lo que me gustaría.

                Hay muchas más confusiones con una letra, o un par de ellas, además del cambio de sexo. Recuerdo un político que alguien hablaba de brindar las medidas de prevención en lugar de blindarlas, y otro que se empeñaba en doblegar los esfuerzos en lugar de redoblarlos. Aun me sigo preguntando cómo hacer para doblegar un esfuerzo sin hacernos daño, que es bien difícil. Pero es lo que hay.

                En cualquier caso, una de las confusiones más frecuentes, y que causan numerosos problemas, es la equivocación en los nombres de testigos e incluso de acusados. Cuando una emplea el modelo de una calificación o sentencia anterior, puede encontrarse con que pasen esas cosas y, sin darse cuenta, cite al testigo de otro asunto o condene al acusado del juicio anterior. Por fortuna, no es demasiado frecuente y tiene solución rápida -según la LOPJ, los errores materiales darán lugar a su corrección- pero no dejan de causar situaciones pintorescas, como la del juez que se dio la libertad a sí mismo. Y menos mal que no se metió en prisión.

                Otras de las confusiones vistosas son las de la fecha. Una tecla traviesa, y conviertes confusiones en la máquina del tiempo, teniendo que viajar hasta 1020 o 2220, como si estuviéramos en el Ministerio del tiempo. También he visto citaciones para el 40 de junio o, lo que es mejor, el de mayo, ese día en que según el refranero no hay que quitarse el sayo. Por desgracia, con la falta de medios de la Justicia hay algunas citaciones, a 2 años vista, que parecen un error mecanográfico, pero no son sino la triste realidad. Una realidad que no tiene pinta de solucionarse, menos aun el tiempo de pandemia.

                Y hasta aquí, un pequeño repaso por algunos errores que nos hacen sonreír. O eso espero. El aplauso, para quienes los saben torear con dignidad y tolerancia al tiempo. Porque el sentido común, como dicen, es el menos común de los sentidos

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