Precaución: pisando huevos


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Cada vez que alguien dice que tenga cuidado, dos cosas me vienen a la cabeza. Una, aquella copla de Perlita de Huelva que decía Precaución amigo conductor..; la otra, la frase antológica con que el jefe de la comisaría despedía a sus muchachos para las misiones el día Tengan cuidado ahí fuera. También me acuerdo mucho de esos carteles de Cuidado con el perro o con cualquier otra cosa que salían en los dibujos de Correcaminos y que, indefectiblemente, acababan con el pobre coyote machacado mientras el protagonista decía Mic mic. En cualquiera de los casos, Mejor ten cuidado. Y haz caso de las advertencias como que El amor perjudica seriamente la salud que, como dice siempre mi madre y el título de un programa de televisión, Más vale prevenir.

En estos días de coronavirus, estado de alarma, desescalada y fases varias, tener cuidado es más preciso que nunca. Lo que pasa es que lo que para unos es necesario, para otros es simple cautela, y hay para quien no es nada. De ahí la necesidad de una herramienta legislativa como el estado de alarma y unas normas claras para saber que hacer y, sobre todo, qué no hacer.

Desde luego, la cantidad de detenciones por delitos de desobediencia respecto del confinamiento y las muchas multas impuestas por saltárselo son cosas que nos dicen bien a las claras que no tenemos nada claras las cosas, valga la redundancia. Y que, por eso, no basta con decir que hay que tener cuidado sino que, para más de un cenutrio, hay que dar un empujoncito más. Lo que viene siendo el efecto de prevención del poder sancionador de las normas. O sea, que si no me comporto porque he de hacerlo, me tendré que comportar por miedo al castigo.

Aunque estemos en estado de alarma, yo no soy alarmista, lo juro. Y no porque no sea partidaria del estado de alarma que, si toca, toca, si no porque creo que hay que tener el sosiego suficiente para no asustar más de la cuenta al personal. Porque lo que si que es verdaderamente alarmante es la cantidad de cuñados virólogos por metro cuadrado en Twitter, y otras redes sociales incluido algún presidente de país poderoso que recomienda beber lejía e inyectarse rayos ultavioleta. O al revés, que ni lo se muy bien ni e importa demasiado.

He de confesar que tampoco me gusta leer continuamente mensajes apocalípticos. La verdad es que lo que está pasando ya es lo bastante gordo como para empeorarlo con teorías conspiranoicas de los iluminati, los extraterrestres o los seres del más allá, juntos o por separado. Tampoco ayudan nada los neoprofetas, otra nueva especie que ha proliferado en redes sociales, que no solo adivinan el futuro sino que reinterpretan predicciones antiguas con tal profusión que ríase usted de las velas negras de la bruja Lola y las túnicas extravagantes y las gafas del revés de Rappel

Hay que tener cuidado, sin duda, pero no hay que pasarse asustando a la gente. Tampoco hay que exigir cosas que no sean exigibles. Por ejemplo, no se pueden lanzar mensajes insultando a todo aquel que no lleve mascarilla y guantes en una vía pública, porque no es obligatorio llevarlos. Lo que sí es obligatoria es la distancia de seguridad, y a fe que hemos visto algún acto público donde esta brillaba por su ausencia. Pues bien, hay que tener cuidado de tomar ejemplo de estas insensateces. Y llevar mascarilla en los medios de transporte públicos y allá donde nos digan, pero no convertinos en el vengador enmascarador en vez de enmascarado.

Tampoco el tener cuidado nos puede convertir en policías de balcón, aunque si haya una infracción hay que comunicarla. Pero de ahí a volverse la vieja del visillo hay un buen trecho. Y menos mal que se suprimieron los juicios de faltas, porque si llegan a seguir existiendo, tendríamos un filón inacabable. No obstante, aviso a quien corresponda. Si ves una multitud o a gente saltándose la norma, corre a avisar a la policía, no a subirlo a redes. No alcanzarás la fama, pero harás un favor a todo el mundo.

Me pregunto  cómo distinguiremos en Toguilandia entre tener cuidado y pasarnos de la raya, Y también cómo tener cuidado si no hay nada regulado ni obligado Pondré un ejemplo fácil: no se puede obligar a investigados ni a testigos a llevar mascarillas si guardan la distancia de seguridad, o se la hacen guardar al indicar dónde ponerse, obviamente. ¿Podemos pedirles que se le pongan? ¿U obligarles? O, al reves, como he visto que ha pasado ¿podemos pedirles que se la quiten, aunque sea porque no entendemos bien lo que dice?.

Tampoco hay ninguna norma que obligue a profesionales a llevar guantes ni mascarilla. Incluso hay quien dice que es mejor no llevar guantes si una se lava las manos frecuentemente. Y todo eso está muy bien, pero si nos lo aclararan no estaría mal. Podría decir que es para saber a qué atenernos, pero suena mucho mejor si digo que es por seguridad jurídica. Porque en el fondo, de eso se trata, de que haya una norma aplicable.

Por último, me pregunto por algo que leí y que no sé si será fruto del cuñadismo o tenía fundamento. ¿Qué pasa con las corbatas? ¿Se siguen usando o no son nada recomendables?.

Puede que yo no sea tan lista como todos los todólogos que hay por ahí, pero estaría bien que, antes de empezar los Encuentros en la Tercera Fase toguitaconada, nos dijeran lo que debemos hacer, cómo lo debemos hacer -lo de ponerse y quitarse los guantes tiene un procedimiento tan complejo según algunos vídeos que da miedo-, y hasta dónde podemos exigir, tanto para los intérpretes fijos de nuestro teatro, como para las estrellas invitadas y los visitantes. Porque el criterio tener cuidado está muy bien, pero como norma, como que le falta algo. Igual es que yo soy pejiguera, pero no lo creo.

Así que, como el la serie, tengan cuidado ahí fuera., y también aquí dentro. De momento, mi enguantado aplauso será para quienes ponen fácil protegerse y protegernos. Porque nos jugamos mucho.

Y, por supuesto, una vez más la ovación extra para @madebycarol, por poner tan bien imágenes a las palabras

 

3 comentarios en “Precaución: pisando huevos

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