El sentido de la propiedad es uno de los más arraigados en el ser humano. Una de las primeras cosas que aprenden los bebés es a gritar “mío” referido a cualquier cosa que se les antoje, y a berrear si no la consiguen. Y esto es algo que el mundo del espectáculo, como reflejo de la vida que es, tiene muy presente. ET el extraterrestre reclamaba su teléfono y su casa, y eso que ni siquiera era humano y el Gollum de El señor de los anillos no dejaba de reclamar “mi tesoro”, al igual que uno de los protagonistas de Lazy Town cantaba que todo era suyo. Las actrices que han rodado para Almodóvar pasan automáticamente a ser “chicas Almodóvar” y son frecuentes los títulos que emplean el posesivo “mi”. Mi chica, Mi vida sin mí, Mi padre, Todo sobre mi madre y muchas más.
En Toguilandia también tenemos un pronunciado sentido de la propiedad. O mejor dicho, de las propiedades, porque por nuestros lares el concepto da para mucho. Un sentido que es, además, peculiar y diferente de lo que ocurre en otros ámbitos, aunque parta de lo mismo.
Nuestro primer contacto con el concepto de “propiedad”, más allá de los tiempos en que, chupete en ristre, reclamábamos nuestras papillas o nuestros juguetes , viene de la propia carrera. En cuanto una se adentra en el Derecho Civil, le pinchan en vena los conceptos de propiedad, posesión y sus diferencias, con sus modos de adquirir y todo, incluida la usucapión que más de un dolor de cabeza ha causado. Pero ya antes la cosa se anunciaba, que no en vano Ticio, Cayo y Sempronio querían ser propietarios de sus fundos y sus sextercios, y de ahí a la creación de un Derecho Romano de cuyas fuentes todavía se bebe. Sin olvidar, claro está, el Derecho Constitucional, que nos garantiza el derecho a la propiedad privada, entre otras cosas, y, por supuesto, el Derecho Penal, que castiga a los amigos de lo ajeno que emplean modos de adquirir la propiedad diferentes a los que estudiábamos en el Derecho Civil y contrarios a la opinión de sus dueños.
Además la propiedad, como la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma. Por eso nos surgen la multipropiedad , la propiedad horizontal –que siempre pensé que tenía que llamarse vertical, ya que se trata de pisos que están uno encima de otro-, la propiedad indivisa, dividida, por cuotas, las comunidades de propietarios y mil cosas más, incluida la propiedad intelectual.
Pero como no solo de Derecho vive el jurista, también tenemos nuestro propio modo de vivirla, bastante más prosaico. La primera manifestación llega cuando una acaba la carrera y tiene en sus manos su flamante título de licenciada –o graduada, ahora- en Derecho. Mío, mío y mío. Sensación que se acrecienta para quienes estudiamos una oposición y tenemos, por fin, nuestra plaza. Mía, mía y mía. Mi tesooooro, como Gollum. Como me dijo una tía mía, “ahora ya tienes la jubilación asegurada”.
Y ahí no acaba la cosa. De pronto, se nos desarrolla un sentido de la propiedad que abarca a las personas. Y pasamos a hablar de “mi juez”, “mi LAJ” –antes “mi secre”- “mi forense” y “mis funcionarios”. Y, por supuesto, a la recíproca. Ellos nos consideran “su fiscal”, lo cual ya empieza a complicar las cosas. Y no porque seamos más libres ni más independientes, ni siquiera porque digan que somos inmortales, como el viejo chiste, sino porque muchas veces es difícil hacer comprender que no estamos destinados en ningún juzgado, sino adscritos por cuestiones de reparto que pueden variar en cualquier momento. Y por el detalle importarte que no tenemos ninguna exclusiva con ningún juzgado. Es más, muchos fiscales llevan más de un juzgado y todos, toditos, todos –y todas, claro- hacemos muchas más cosas que atender al juzgado al que estamos adscritos. Por ejemplo, hacer juicios en Sala y Juzgados de lo penal, un dos tres, responda otra vez. Y por 25 pesetas cada respuesta, como decía Victoria Abril en sus tiempo de azafata del programa, le podríamos dar hasta sacar un piquito. Como dice siempre mi compi @escar_gm, no solo acusamos. Registro Civil, Menores, extranjería, incapaces, guardia, reuniones, social, contencioso, consumidores…hasta el infinito y más allá. Pero es lo que hay. No siempre podemos acudir prestos como el rayo cuando nos llaman del Juzgado reclamando “su fiscal”. Que por algo vamos de la Ceca a la Meca y viajamos más que el baúl de la Piquer.
Y, si hay un momento en que el sentido de la propiedad se exacerba como las alergias en primavera, ése es cuando andamos a la búsqueda del abogado. De pronto, tenemos una comparecencia de prisión, un detenido, una declaración, o cualquier otra cosa y lo necesitamos. Y empiezan las peleas: que si esto es del de guardia, que si es el que lo atendió la otra vez, que si el que hizo la guardia de ayer tenía un juicio hoy y el de guardia de hoy está en una comisaría en la Chimbamba. Y ni Paco Lobatón en sus mejores tiempos nos lo soluciona con su Quién sabe dónde. Y, de pronto, vislumbramos en lontananza la letrada que buscábamos u otro que nos puede servir. Y empieza la subasta. Que le han llamado de ese otro juzgado que señaló antes, que no, que nosotros llamamos primero, que la causa con violencia es preferente, que ésta es con preso, que la otra es de jurado. Y pobre, de Herodes a Pilatos sin saber a qué juez hacer caso, y cuál le echará menos bronca. Confieso que más de una vez he robado abogados y abogadas y hasta me los he llevado con malas artes toguitaconadas. Pero, ya se sabe, es mío, mío y mío. Faltaría más. Y a veces, cuando veo eso, me viene a la cabeza una cancioncilla de Alaska y los Pegamoides, Terror en el supermercado, cuando decía “de quién es esta cabeza, este brazo, esta pierna..”. Tanto tirar de un lado a otro que el día menos pensado nos encontramos en el DSM VIII el síndrome del letrado desmembrado. O una reforma de la Ley de enjuiciamiento criminal que regule la búsqueda y captura abogadil. Y si no, al tiempo.
Así que, como las criaturas en el colegio, tendremos que reaprender eso de compartir es vivir, que tanto costaba cuando le tenías que dejar tu bici a otra. Pero mientras tanto, a espabilar, en aplicación del principio de “prior tempore, potior iure” que en castizo es “tonto el último”. Como de muestra vale un botón, juro que hay un juzgado donde me llaman a las 8.30 de la mañana cuando tengo guardia en ese partido, que se simultanea con otro, para decirme “no tenemos nada aún, pero cogemos turno por si le llaman del otro sitio”. Como en Quién da la vez, que no se diga.
Por todo lo dicho, y por mucho más, el aplauso hoy no podía ser otro que para los seguidores del santo Job. Esto es, quienes se toman estas cosas con paciencia. Y si, además, es con buen humor, aplauso extra, que hoy estoy que lo tiro.