Como sabe todo el mundo, el teatro es el mundo del disfraz. Actores y actrices se ponen en la piel de quien corresponda, disfraz incluído, y nos hacen creer que son lo que no son. Así que, por supuesto, se pueden disfrazar de jueces –o de lo que toque- pero eso, obviamente, no implica que lo sean, aunque haya quien llegue a creérselo e identifique al interpretado por el intérprete. El Spencer Tracy de La Costilla de Adán no era juez sino un actor haciendo de juez, y Katharine Hepburn tampoco era abogada, sino una actriz haciendo de tal. Obvio. Aunque a veces nos lían, como cuando en alguna serie o película salía alguien “as himself” o sea, haciendo de sí mismo y desmontaba la teoría con eso que hoy llamamos cameos. Y, para rizar el rizo, hay actores o actrices que en la vida real son lo mismo que su personaje, como la neurobióloga de Big Bang Theory. Aunque, aún así, es una actriz haciendo un personaje que, casualmente, tiene el mismo título universitario y profesión que ella, pero no es ella sino su personaje. Nada es lo que parece.
¿Por qué meto todo este rollo y que tiene que ver con Toguilandia? Pues mantendré un poco la intriga y, si lo consigo, seguirán leyendo. O, al menos, eso espero.
La verdad es que este estreno tiene que ver con algo que leí estos últimos días, aunque ya hacía tiempo que creía necesario aclarar ciertas cosas respecto a jueces –y de paso a fiscales, que lo del arrimar el ascua a mi sardina lo llevo a gala-. Y no es, ni más ni menos, que explicar que no son jueces ni poder judicial todo lo que la gente cree, o se empeña en creer. Vaya, que no es oro todo lo que reluce ni poder judicial todo lo que lleva toga o puñetas.
Resulta que leía en twitter –gracias de nuevo, pajarito azul, por ser inagotable fuente de inspiración- las críticas a la elegida para ocupar el cargo de Magistrada del Tribunal Europeo de Derecho Humanos, y los comentarios irónicos al respecto de un tuitero de pro, @AngryJuez. Y, como advertía el otro día, le dije eso de “a los tacones vas”. Así que lo prometido es deuda.
Eso sí, que nadie se espere otra cosa. No voy a entrar en las razones de fondo de las críticas, sino a usar ese ejemplo para explicar algunas cosas. Decía alguien frases del siguiente tenor: que si no tenían otro representante entre los jueces para designarle a ella, así como a otro que resultó vencido, y que por qué no le habían expulsado de la carrera porque al criticador le parecía que lo merecía. Pues bien, y empezando por el final, resulta que a esta persona nunca se le habría podido expulsar de la carrera judicial porque nunca perteneció a ella. Porque, aunque haya quien crea otra cosa, los magistrados del TEDDHH no se eligen de entre miembros del poder judicial, aunque también podría ocupar ese cargo un juez, un fiscal, o cualquier jurista de reconocido prestigio. Eso nos lleva a la contestación de la primera pregunta: no es un representante de los jueces, con lo cual, no pude usarse su ejemplo para generalizar sobre una carrera a la que nunca había pertenecido. Así que, señores criticones, protestones, y machacones, critiquen lo que quieran pero infórmense antes.
Tirando de este hilo, vamos al siguiente ejemplo, el del candidato que no resultó elegido, aunque sí había sido Presidente del Tribunal Constitucional en su día. Y a eso vengo a referirme ahora. Tampoco los miembros del Tribunal Constitucional son jueces per se, aunque entre ellos pueda haberlos, ni forman parte del Poder Judicial, aunque vistan toga y puñetas y se llamen Magistrados –y Magistradas, aunque bien poquitas, dicho sea de paso- De hecho, esta humilde toguitaconada, que nunca fue jueza, pudo haberlo sido si la hubieran votado. Aunque, en confianza, menudo marrón me quitaron de encima, viendo lo que veo en las noticias desde mi sofá. Pero, aparte de este pequeño toque de umbralismo por el que pido disculpas, eso explica todo lo que se dijo en su día acerca de su afiliación a un partido político. Los jueces –tampoco los fiscales- tenemos prohibido afiliarnos a partidos políticos. Este hombre lo estaba porque no era juez. Claro y contundente. Otra cosa es lo que se opine de ello, pero eso lo dejo para quienes me lean, usando mi privilegio de voz en off en esta función.
Quizá el lío venga porque, pese a lo que creen o quieren creer muchos, el Tribunal Constitucional no es una tercera instancia ni sus miembros forman parte del poder judicial. Las sentencias son firmes cuando no se han recurrido o se resuelto el recurso por el órgano superior del que dictó la sentencia –la Audiencia Provincial, el Tribunal Superior de Justicia o el Tribunal Supremo, según el caso-. Así que, tachen de su vocabulario eso de que la sentencia no es firme porque está pendiente un recurso ante el Constitucional o el TEDDHH porque no es así. Estos resuelven sobre supuestas vulneraciones de la Constitución o de los Derechos Humanos pero no son la tercera ni la cuarta oportunidad. Aunque en la práctica alguna vez puedan serlo si anulan la resolución porque se han vulnerado tales o cuales derechos. Y, otro dato importante, se necesitan determinados requisitos para que algo se pueda impunar ante ellos, que van mucho más allá de que la sentencia no nos guste, no nos parezca bien o no estemos de acuerdo con su contenido.
Pero como me he venido arriba, me voy a meter en otro jardín. O en dos, que no se diga. El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno de la judicatura, pero no ejercen jurisdicción, ni tampoco son todos ellos jueces de carrera –aunque una parte de su composición sí lo son necesariamente-. Como dice la propia Constitución, el ejercicio de la potestad jurisdiccional se ejerce juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, ni más ni menos. Que esa parte que sí proviene de la carrera judicial se elija solo por los jueces, como se hizo en un primer momento, o a través del Parlamento, como se hace ahora, es otro debate que da para varios post y al que, de momento, no voy a entrar. Aunque lo que está claro es que el sistema necesita una buena capa de chapa y pintura, sea el de los muchachos de Grease o el de Cars, aunque me temo que lo nuestro es más de Manolo y Benito en Manos a la obra.
Y, como no podía ser de otro modo, no pondré el The End de esta función de hoy sin aclarar otra cosa. El Fiscal General del Estado no es fiscal de carrera. No es requisito serlo, aunque algunos si lo han sido –los últimos FGE que eran fiscales, curiosamente o no, ni siquiera acabaron sus mandatos-. Y en cuanto al sistema de elección, también aquí vendría bien un gotelé legal. Y puesta a aclarar, aclararé que el Consejo Fiscal, sin embargo, sí está compuesto por fiscales y, salvo los miembros que lo son por su cargo –consejeros natos- los vocales electos sí se eligen únicamente entre fiscales y por fiscales. Que cada cual saque sus conclusiones.
Quizás alguien se preguntará qué hace esta fiscalita pisando los charcos de la carrera hermana. Y me explicaré. Como ocurre en todas las familias, los hermanos se pelean entre ellos, pero, cuando toca, salen a defender al hermano o la hermana cuando alguien le toca las narices. Y ahí está la cosa. Me fastidiaron las críticas a la carrera judicial por lo que haga o deje de hacer alguien que no pertenezca a ella. Que cada palo aguante su vela, oiga.
Así que sin más, hoy, por una vez y sin que sirva de precedente, mi aplauso va para los jueces y juezas con los que trabajamos cada día. Aunque no os hagáis ilusiones, que no siempre voy a echaros flores. Que somos la carrera hermana y, como reza el dicho, Dios dijo que fuéramos hermanos pero no primos.
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GENIAL. Me encanta tu forma de escribir.
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Muchas gracias!!!
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