
Este 25 de noviembre me hubiera gustado hablar de lo que hemos cambiado, de la evolución en nuestra concienciación y de la disminución del numero de víctimas, pero no puedo. Me hubiera gustado que películas como La estrella, Durmiendo con su enemigo o Te doy mis ojos fueran meros testimonios y no realidades candentes, y que cosa tan espantosas como lo que ocurría en Sor Citroën, donde se hacía mofa y befa del maltrato, ya no pasaran. Pero pasan. Y por eso no hay que callarse.
En nuestro teatro, no podemos decir que el machismo campe por sus fueros, pero ahí está, como en la sociedad. Y por más que en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer tratemos de poner nuestra parte para acabar con esto, es solo eso, una parte. Porque tenemos que recordar que en los Juzgados actuamos cuando el mal ya está hecho, es decir, cuando se ha cometido un delito y que, aunque podamos evitar -o intentarlo- que se cometa uno más grave, no podemos actuar sin la comisión de un delito y sin unos indicios razonables para seguir adelante. Y ese es nuestro problema y muchas veces, nuestra gran frustración.
En este nuestro teatro llevamos mucho tiempo reivindicando la lucha contra la violencia de género. El hacerlo con la toga y sin la toga puesta, con y sin los tacones, me ha valido más de un disgusto, no lo niego, pero la balanza se inclina a favor de las satisfacciones. Ya conté como me sentí de abrumada ante las muestras de apoyo por la acción en redes de alguien a quien solo calificaré llegado el momento procesal oportuno. Y no soy la única. Cada día vemos en redes, en medios de comunicación y hasta en el Parlamento como las mujeres somos agredidas por el hecho de ser mujeres. Y eso también es Violencia de Género.
Así que hoy, como homenaje a las que ya no están, y como grito de ánimo para las que siguen enfrentándose cada día a esta tragedia, os dejo un poema. No soy poeta, pero soy mujer, y el grito me sale del alma
PERDIDA Y ENCONTRADA
Hace tiempo que perdió su sonrisa
en una olla llena de lentejas y sangre
Hace tiempo que perdió su alegría
y que la vio escaparse por el desagüe
Hace tiempo que no ve los espejos
porque no se reconoce
en esa imagen de derrota y miedo
Hace tiempo que la esperanza
dejó de ser siquiera una quimera
Pero hoy alzó su voz
y buscó su sonrisa en el plato de lentejas
y desmontó el desagüe para recuperar su alegría
Hoy le quitó al espejo
la sábana negra que le impedía verse
Y dejó que la esperanza entrara otra vez
por su ventana abierta
tiñendo de morado su cuerpo y su alma
Hoy volvió a ser ella
Y decidió que nadie
volvería a borrarla
Hoy decidió retomar las riendas de su vida
y, por fin, nos ha invitado a acompañarla
Yo voy con ella al fin del mundo
¿quién viene con nosotras?
Comparto totalmente tu reflexión y precioso el poema, no puede describir mejor la situación qué viven muchas mujeres.
Soy abogada del turno de oficio de Cádiz.
Un abrazo
Nieves Granado
Enviado desde mi iPhone
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Muchas gracias. Seguimos
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Hola, Susana.
Me parece muy interesante tu reflexión y los hechos que nos haces saber mediante tus versos. Nos gustaría que utilizaras nuestro espacio para expresarte y ayudarnos mutuamente a que tu punto de vista llegue a más personas.
Somos una revista de literatura de publicación catorcenal. Actualmente vamos por el segundo número y nos gustaría que alguna publicación tuya apareciera en el siguiente.
Te agradezco tu atención y te sigo.
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Con mucho gusto
Contad con ello
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