Tribunales consuetudinarios: por los siglos de los siglos


              Hay tradiciones que merece la pena conservar. Otras, no tanto, así que esas mejor cuanto más lejos. Pero, a veces, es necesario mirar al pasado para tomar impulso para el futuro. Y de eso el cine y el teatro saben un montón. Hay tradiciones que destrozan vidas enteras, como lo que le ocurría a La niña de luto o a las protagonistas de La casa de Bernarda Alba. Y hay otra que merece la pena conservar y cuidar. Y de esa vamos a hablar hoy.

            En nuestro teatro hay tradiciones a punta pala, hay que admitirlo. Algunas, sobre todo las referidas a formalismos se han convertido en costumbre inveterada y ya no desaparecen ni con agua caliente, aunque no siempre es necesario que desaparezcan. Pensemos en el caso de pedir la venia a la que ya dedicamos un estreno.

            Pero hoy, más que de costumbres jurisdiccionales, quería hablar de jurisdicciones. O, mejor dicho, de tribunales, más allá de los que vemos en Toguilandia. Porque esto de la Justicia se inventó hace muchos siglos.

            Esta semana se publicaba en el BOE el reconocimiento de dos tribunales consuetudinarios y tradicionales junto a los dos que ya existían, Todos por mi zona, en la Comunidad Valenciana, donde, junto con Murcia, copamos los reconocimientos de este tipo. Que, si hay que sacar pecho, se saca. Y sanseacabó.

            Lo bien cierto es que cuando yo estudiaba la carrera y luego la oposición, es esa época donde tener una máquina de escribir eléctrica era ser el no va más de la tecnología, nos hablaban de este tipo de tribunales y siempre nombraban el mismo, nuestro Tribunal de las Aguas de la vega de Valencia. Incluso estaba nombrado tal cual, en la Ley Orgánica del Poder Judicial, a pesar de existir desde Que, siglos antes que esta, lo que no dejaba de tener su punto entre folklórico y cultural.

            Pero era mucho más que eso. A pesar de que no había colegio de Valencia que se precie que no nos hubiera llevado una o varias veces de visita cultural a ver una sesión del Tribunal de las Aguas, es mucho más que una rareza que atrae al turismo. El Tribunal de las Aguas fue creado para resolver las disputas acerca del uso del agua de riego de las acequias y, de hecho, en las sesiones que celebra, se van llamando por turno a los denunciados de cada una de las acequias, si los hay. Hay que reconocer que no es fácil coincidir un día en que efectivamente haya juicio, pero eso no empecé para que cada jueves a las 12 en punto acudan a la puerta de los Apóstoles de la catedral y, sentados en semicírculo -en rogle– vayan recibiendo a los demandados y demandantes de cada una de esas acequias y resuelvan sus pleitos, si los hay. En los últimos tiempos, solo el confinamiento impidió esa convocatoria semanal. De hecho, la frase con la que el Presidente del Tribunal de las Aguas da y quita la palabra para moderar el debate ha pasado a nuestro acervo popular. Parle vosté i calle vosté -hable usted y calle usted- Nada de venias ni de mandangas.

            La imagen de un grabado del Tribunal de las Aguas reunido alrededor de una mujer y un hombre ataviados con el traje típico que, aparentemente, exponen su caso, la hemos visto hasta la saciedad. Es la que ilustra este estreno. En Valencia, fundamentalmente. No hay orla de Derecho, casal de falla, o local donde se practiquen bailes regionales que no disponga de una copia. También la hay, a tamaño gigantesco, en salones de bodas, bautizos y comuniones, en bares y en algunas casas particulares. La de mi madre entre ellas, que no se diga.

            A este tribunal oficialmente reconocido se unió el Consejo de Hombre Buenos de Murcia y ahora el Juzgado Privativo de Aguas de Orihuela y Pueblos de su Marco y el Tribual Comuner del Rollet de Gràcia de l’Horta d’Aldaia. De modo que el precepto de la Ley Orgánica del Poder Judicial que los reconoce ya se pude considerar de Los cuatro fantásticos. Porque fantástico es, desde luego, que una forma de dirimir conflictos tan antigua se mantenga en el tiempo.

            Estos tribunales forman parte de la jurisdicción, aunque sus miembros no pertenezcan al poder judicial. De hecho, sus decisiones son impugnables ante la jurisdicción ordinaria y, aunque no sea muy frecuente, se dan casos en que así ha sido. Además, tal conforme tenemos al pobre planeta no es de extrañar que las disputas por temas de aguas alcancen nuevos protagonismos. Nunca se sabe.

            La cuestión es que ahí están, sobreviviendo al paso del tiempo. Y bien está que nuestro Derecho los reconozca. Al César lo que es del César.

            Por eso hoy el aplauso será para ellos, para esos tribunales que han resistido el paso del tiempo. Y, por supuesto, para quienes lo han hecho posible. Gracias por mantener las tradiciones que sí vale la pena mantener,

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