Argot (II): sutantivos y adjetivos


 

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La gramática, aunque no lo parezca, da más juego de lo que pudiera pensarse. Además de que sin ella no sería posible la existencia de todas las obras de la literatura que leemos o vemos en pantallas grandes o pequeñas, el uso de sus propios términos ha dado para más de un título, como Pretérito imperfecto o, jugando con los tiempos verbales, Regreso al futuro. Por su parte, la propia enseñanza ha quedado reflejado en otros, como ocurre con Asignatura pendiente o Asignatura aprobada. Aunque el maestro por antonomasia es el de la Lengua de las mariposas. Inolvidable

Más de uno y de una se estará preguntando qué tiene que ver la gramática con nuestro teatro. Pero, paciencia, que vamos a ello.  Como ya vimos en el anterior estreno, en Toguilandia empleamos nuestro propio argot. Y en él tiene una importancia extraordinaria una distinción que parece solo cosa de la asignatura de lengua española: lo sustantivo y lo adjetivo.

Nos referimos a lo sustantivo para aludir a aquello que hace referencia al fondo, y adjetivo a la forma, que en nuestro caso es el proceso. Aunque, como nos gustan las palabrejas, no solo empleamos estas o sus sinónimos de ley sustantiva o ley procesal, sino otras más enrevesadas como ley rituaria para despistar. Un nombre que pudiera parecer que se refiere a ceremonias extrañas invocando, no la lluvia sino unos medios adecuados, nuestro particular totem.

Pero este no es el único caso en que jugamos con la gramática en nuestro argot toguilandés. A la gente suele llamarle la atención, y no es para menos, el uso peculiar de los posesivos. Se habla de “mi juez” o “mi funcionaria”, como si nos hubieran tocado en una tómbola o hubiéramos pagado una hipoteca por su adquisición. Claro que, como ocurre con los hijos, cuando no nos gusta lo que hacen, pasan a ser “tu juez” o “tu funcionaria”, para el habitualísimo caso de que compartamos uno u otra con un compañero, que en Justicia no estamos para dispendios.

También usamos de un modo propio los tiempos verbales. Aunque desparecieron de los formularios, todavía hay quien usa los gerundios, porque parece que togando, togando, se acaba sentenciando. Así que atrás quedaron los resultandos y considerandos, pero todavía quedan otros. Por no hablar de ese tiempo verbal que solo usan los códigos, el futuro de subjuntivo, sea imperfecto -el que matare a otro- o perfecto -si hubiere desistido de su acción-. ¿Alguien se imagina hablar en una tertulia de que quien pidiere el café antes será quien pagare la cuenta? Pues eso.

También es peculiar el uso de palabras propias y conectores un tanto obsoletos y hasta cursis. Y si no, que alguien me diga como suenan expresiones como “Habida cuenta”, “a la sazón” “llevado por el ánimo de enriquecerse a costa de lo ajeno” “de consuno” “toda vez” o “tuitivo” . También es muy frecuente -tanto como infrecuente en la vida normal- decir que algo no es baladí, o hacer cosas como detraer o proceder a la subsunción. Incluso hay vocablos con connotaciones escatológicas como el evacuar de los fiscales, o el deponer de los testigos. Hay que hacer un verdadero ejercicio de exégesis, otro palabro de los que nos gustan. Aunque quizás uno de los más chocantes sea el del «injusto típico». Que no significa que el hecho de que desparezca la flamenca de encima del televisor sea una injusticia, ni que la paella con chorizo sea un verdadero atentado. Aunque lo sea, sin duda.

En cuanto a la parte verdaderamente sustantiva, esto es la que afecta al meollo de la cuestión, la jerga es tal que a veces das la sensación que hablamos en sánscrito, en clave o en cualquier lenguaje solo apto para iniciados, formado por una mezcla de siglas, abreviaturas y popularizaciones. Así, tenemos varios nombres para referirnos a la violencia doméstica y a la de género, cuando no van juntas. Hacemos juicios por VIDO, por VIOGEN, por VIGEN o VIOFAM y, cuando hay problemas para las visitas de los menores, les remitimos al PEF, que, aunque parezcan las siglas de un partido político, no es sino el punto de encuentro familiar, o a otros como el SEAFI, cuyo significado es fácilmente deducible.

Para que nadie crea que solo hablo de un tipo de delitos, citaré otro cuya terminología también es peculiar. Hablamos de COBIBA para referirnos a las conducciones bajo los efectos de bebidas alcohólicas, y recuerdo que el modo de recoger la abreviatura en las carpetillas en uno de mis destinos, “Conducción BIBA”, me gustaba casi más. La de veces que hemos dicho que íbamos a hacer un “Biba la conducción”. Con tanta soltura que ni me hubiera extrañado que algún día un acusado dijera “¡¡viva!!!”. Aunque los vítores se le hubieran quedado congelados al conocer la RC derivada del delito. O sea, la responsabilidad civil, que es lo mismo que la obligación de rascarse el bolsillo.

Y, como todo se pega, también adoptamos para algunas cosas el lenguaje de nuestros clientes, y llamamos marrón a algo complicado e inoportuno que maldita la hora en que nos cayó encima. Vamos, como dice una compañera “me ha entrado un mochuelo que no me cabe en el armario”. Y es verdad. Porque entre nuestros papeles hay mucha morralla -esto es, cosas de poca importancia- los expedientes cuando fastidian es que fastidian de verdad, como decía la copla de la española cuando besa. Tan española, como el “Ajo” que usamos como adjetivo coloquial para referirnos a ellas.

Aun me he dejado alguna cosilla en el tintero, pero, como no me gusta eso de reproducir por vía de informe que de vez en cuando hacemos los fiscales -forma culta de decir “pasapalabra”-, lo dejaré para el siguiente estreno, si es que el público pide un tris.

Mientras lo espero, daré el aplauso, una vez más, a todos los compañeros y compañeras que han contribuido a hacer este estreno posible. De nuevo, mil gracias.

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