Resiliencia: adaptándonos


resiliencia

Los héroes y las heroínas cinematográficos no han llegado a este status porque sí. El hecho de que el protagonista de una obra se convierta de un mero personaje en un referente se determina en gran parte por su capacidad de adaptación a las circunstancias. Como hacían los juguetes de Toy Story al verse abandonados por sus dueños, o como en Buscando a Nemo son capaces de salir de su zona de confort para buscar al pececito naranja. Aunque no hace falta ser un dibujo animado para eso. Hay figuras reales que son capaces de reinventarse del modo más admirable, como hace el Nelson Mandela de Invictus, que convierte un partido de rugby en una metáfora del avance de una nación, tras haberse pasado más de media vida en prisión.

Esta capacidad de adaptación tiene un nombre, resiliencia, y si es necesaria en muchas ocasiones en nuestro teatro y en la vida, hoy es imprescindible. Hay que reinventarse para salir adelante. Y si no, pensemos en la canción que tanto se canta estos días, el Resistiré del Duo Dinámico, que habla del «junco que se dobla pero siempre sigue en pie». La verdad es que esto no casa demasiado bien con la parte en que se vuelve «de hierro para endurecer la piel», pero ya se sabe, nada ni nadie es perfecto, como dice esa escena antológica de Con faldas y a lo loco.

Ahora lo fácil sería parafrasear esta escena y hablar de Con togas y a lo loco, pero no están las cosas para demasiadas bromas, aunque el sentido del humor nunca nos puede abandonar del todo o estaremos perdidos. No obstante, no me resisto a comentar que esa frase de “nadie es perfecto” es el más claro ejemplo de lo que quería hablar hoy, la resiliencia.

Se define resiliencia en el Diccionario de la Real Academia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Pero este palabro tiene un significado más concreto. En psicología, es la capacidad que tiene una persona parea superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido o una accidente. Por supuesto que quien elaborara esta definición no pensaría entre los ejemplos posibles en una pandemia mundial en pleno siglo XXI, pero encajaría como un guante. Vamos a tener que elaborar toneladas de esa resiliencia para salir adelante. Ahora y en el futuro

Confieso que cuando oí por primera vez esta palabra, pensé que alguien se estaba confundiendo y se refería a resistencia. Pronto me dí cuenta de que la confundida era yo -y no por la noche, que una no es Dinio- y habían querido decir exactamente lo que habían dicho. Resiliencia.

Como decía, ahora la necesitamos más que nunca. Y la seguiremos necesitando por bastante tiempo. A veces, resulta pasmosa la capacidad del ser humano para asumir cosas que pensaba que no asumiría nunca. Hoy mismo alguien empezó a hablar en twitter de lo que hacía hace un mes, cuando no podía ni figurarse la que se nos venía encima. Yo me preparaba para mis queridas Fallas, una amiga estaba de viaje, otra manifiesta que su mayor preocupación era el colegio del próximo año de su hijo y también había quien estaba planeando las vacaciones de Semana Santa o verano. Y de pronto, la hecatombe. Nuestro mundo sufre una sacudida gigantesca, y nuestras prioridad hacen otro tanto. Nadie nos hubiera dicho hace nada que sobrevivir estaría entre ella, pero así es.

Cuando, mientras estudiábamos la carrera o la oposición tratábamos los casos de fuerza mayor, nuestra imaginación no iba más allá de una catástrofe natural indeterminada y, casi siempre, lejana. Y la turbamulta de que hablaban antes las leyes no hacía otra cosa que causar hilaridad. También reaccionábamos con displicencia ante instituciones como el testamento en tiempo de epidemia o en peligro de muerte, algo que nos parecía tan viejuno y que hoy es tan posible que duele pensarlo. Porque, nos guste o no, nada volverá a ser como era. Tampoco nuestra manera de ver la vida, en general, ni el Derecho, en particular.

Por eso, habría que revisar todas esas veces en que nos hemos referido al tiempo de estudio de la oposición como un encierro o un confinamiento. Era una cosa graciosa que ahora no tiene ni pizca de gracia. Y es que la diferencia es obvia, y no solo se basa en la voluntariedad ni en la necesidad, que es lo esencial. En el tiempo de la oposición, por más que se enclaustrara una, siempre podía salir a dar una vuelta o tomar el aire. Ahora, ni siqueira para ir al preparador, porque no es actividad esencial, aunque lo sea para quien está en ello. Menos mal que la tecnología ayuda mucho en estos casos, y se pueden cantar temas por Skype o cualquier otro método de conexión. Aunque sí hay algo en que se parecen ambas situaciones, la incertidumbre sobre cuándo terminará esta situación. En uno y otro caso, espero que pronto, y aprovecho además para dar un empujoncito de ánimo a quienes opositan , que falta les hará.

También quienes habitamos Toguilandia hemos elaborado un cambio de chip mental de más de 360 grados. Hoy, cuando estaba en Juzgado de guardia, entre personas enguantadas, alejadas entre sí, cruzando los dedos para que la videoconferencia funcione, parecía estar en una escena surreal. Pero era tan real que causaba perplejidad asumirla con tanta naturalidad.

No hablaré de nuevo del teletrabajo, ni de la diferencia con trabajar en casa, pero sí me atreveré a recordar que lo que nos viene por delante va a ser de órdago. Una vez salgamos, que saldremos, y hecho el duelo por quienes ya no están, habrá que tratar de ponerse al día. Y no va a ser fácil hacerlo en una Justicia ya colapsada. Podríamos pensar que es lo de menos. Y lo es, al lado de lo que supone la pérdida de vidas humanas, sin duda. Pero resolver sobre cosas tan esenciales como un régimen de visitas, un desahucio o la reclamación de una deuda que quedaron en stand by recobrarán su importancia. Y habrá que estar ahí.

Estaremos, sin duda, como hemos estado siempre, pero no nos lo hagan más difícil. Que esto sirva para reaccionar ante la falta de medios y de eficiencia de una justicia decimonónica. Porque si no somos eficientes, no podremos resolver todas esas cosas tan de capital importancia con eficiencia. Obvio.

De momento, aquí seguimos, dando el servicio que se pude dar y que no admite demora. Una pieza más en el engranaje que hace que la maquinaria, aunque ralentizada, siga funcionando. Y a quienes realizan este servicio público, va el aplauso de hoy. El dirigido a personal sanitario y a los que están en primera línea, lo seguiremos dando cada día en esos balcones que se han convertidos en nuestras ventanas al mundo.

No repetiré que lo vamos a conseguir. Prefiero decir que ya lo estamos consiguiendo.

 

5 comentarios en “Resiliencia: adaptándonos

  1. En eso estamos. Y para facilitar esa resiliencia tengo sobre la mesa, y entre otros, tres libros…Remos de plomo, Descontando hasta cinco y Balanza de género. Ya le contaré, Señoría,.que tal. Con la venia y mis zapatos…saludos

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