Más palabros: Justicia para todos


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Una de las herramientas fundamentales del mundo del espectáculo es la palabra. La utilizan escritores, guionistas, actores y actrices, rapsodas y cantantes para sus representaciones. A las palabras se dedican películas como el ladrón de palabras o El jardín de las palabras, y, a veces, su ausencia es de lo más elocuente, como la de la protagonista de la historia real de El milagro de Anna Sullivan o la de Hijos de un dios menor. Pero las palabras se pueden usar bien, y no tan bien. Y los resultados de su mal uso pueden dan lugar a situaciones terribles, y también a situaciones hilarantes.

De estas últimas tenemos muchas en nuestro teatro. Tantas, que aunque ya les dedicamos un estreno, el de los palabros , se quedaron más de una y más de dos en el tintero. Y lo que te rondaré, morena. Así que ahí va un recopilatorio nuevecito, recién salido del horno de la experiencia de muchos compañeros y compañeras. Y no olvidemos que estas cosas no nos son exclusivas. Hace nada escuchábamos a un político hablar de cajeros autonómicos, y hace un poco más a otro algo le era inverosímil. Consultad a San Google y veréis que no miento.

Entre los clásicos de toda la vida, está el de aquel que cogió la amoto para ir a robar una arradio. También la petición de corpus cristi y, mejor aún, la de un ave escorpión, que no está nada mal. Claro está que estos justiciables, preguntados por su trabajo, explicaron que “trabajaban en lo ajeno” , a lo que su orgullosa abuela aclaraba que tenía a todos sus nietos colocados. Y no, no se refería a las sustancias que en un momento dado tomaran, que seguro que también, sino a que estaban en la cárcel toditos. Alguno, incluso, tenía el VHS que había pillado tas un mal pico, y otro se quedó cristofénico y con personalidad multipapel. Y, si no es verdad, que traigan la máquina de las mentiras, como me han dicho hoy mismo. Aunque, a la misma pregunta de si trabaja por cuenta ajena, otro respondió que trabaja por la cuenta que le trae. Pues claro que sí, guapi.

Los delitos contra la seguridad vial, por ejemplo, dan mucho juego. Me cuentan de quienes afirman que el acusado tenía la deambulación deambulante –claro que sí- y de quien, tras una leche de dos pares de narices, sangraba en ambulansia. Y sí, debía seguir sangrando en la ambulancia por la abundancia de sangre. Acabáramos. Y ojo, que lo vio desde el mirapatrás del coche, mucho más bonito que el retrovisor de toda la vida.

Y qué decir de los delitos sexuales, con su propia nomenclatura. Una señora, para explicar lo ocurrido, llamaba flauta al pene y bujero a la vagina, así que casi hay que llamar a un intérprete para traducirlo. También hubo quien hacía referencia a las cosas de hombres que no eran el coñac Soberano del anuncio de antaño, sino el semen, ni más ni menos. Pero bueno, siempre lo podrán analizar en el Instituto Autonómico de Orense, donde están todos los forenses del mundo mundial, como todo el mundo sabe.

Las peticiones de medidas cautelares también tienen su historia. Es frecuente ver pedir una orden de alojamiento, o de escarmiento, que le coloquen una pulsera telepática, o que le cambien la multa por trabajos porque es disolvente, según una versión, o insolente, según otra. O porque no tenía extensión de agredir. Hay que ver lo que dice la gente para justificarse

En ocasiones, hay malentendidos que dan mucho de sí. El otro día tuvimos un curioso asunto, donde el investigado había pegado, según el atestado, a su novia y a su novio. Preguntado el segundo si él también tenía una relación sentimental –que no semental, que también lo he oído- con él, contesto muy digno que él no era homosexual, que era etéreo. Aun me parece verlo volar.

También nuestros  atuendos tienen su aquel. En virtud de ello, nos han llamado Santidad, Majestad, o simplemente “la del batín negro”. Y, si de mujeres se trata, “su señorita”, vaya que sí. Pero mejor aún es oír que los policías iban de campesinos. Y que nadie crea que vestían boina y garrote, que es que iban “de normal”, o sea, de paisanos.

Y hasta nuestros nombres y cargos dan para más de una anécdota. Me cuenta una compañera que había un justiciable que la llamaba “Inma”, como si la conociera de toda la vida, y eso porque en la placa del nombre ponía “Ilma”. Y ya me he referido alguna vez a una señora que acudía al juzgado preguntando por “Francisquito, el secretario», por aquello de infrascrito.

Los procuradores también tiene sus propias cosas, que eso de tener poder especial provoca confusión. Oiga, que tengan poderes normalitos, como los de todo el mundo.

¿Y que decir de las lesiones? En esos delitos, encontramos desde el que se empeña en que se causaron “aqui”, sin más, a quien creyéndose el más listo del mundo hace referencia al arco cigomático derecho para luego señalarse el dedo gordo del pie, por ejemplo. Lo que recuerda la anécdota clásica de aquel que, preguntado si fue herido en la reyerta, respondió que mas bien ente la reyerta y el ombligo.

Y que nadie crea que las TIC no tiene sus propios palabros. Me habla un compañero de los delitos cometido por Internet de Santander . Ahí queda eso. Y si no lo encontraban, sería porque estaba en panadero desconocido, aunque lo hubieran localizado a través de las cámaras de vidrio del banco.

Y como no solo de derecho penal vive el jurista, traigo otro palabro recién sacado del Código Civil. El testamento calígrafo. No sé si hecho con los cuadernillo de Rubio de toda la vida o con letra gótica.

Por todo ello hoy el aplauso es para justiciables y justicieros a partes iguales. Gracias por estas vivencias. Y que conste que no me acojo a la Quinta enmienda para decirlo

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