El vocabulario es una parte muy importante de cualquier obra. Un buen o un mal vocabulario, más rico o más pobre, más cuidado o no, puede contribuir al éxito o al desastre de cualquier función. Pero, a veces, las vueltas dadas a una u otro expresión, pueden marcar la vida del artista, en contra o no de su voluntad. Qué sería de Chiquito de la Calzada sin su peculiar jerga, que hasta tu tuvo su propia película, Ahí llega Candemor, llena de fistros y pecadorrrr salpicados de la gloria de su madre. O títulos como El robobo de la jojoya, tal como suena. Y nadie imaginaría a ET diciendo: por favor, déjeme usar el teléfono en vez de ET teléfono, mi casa. ¿Alguien se hace una idea de cómo sonaría oír a Johnny Weismuller diciendo “Hola, me llamo Tarzán y estoy encantado de conocerla, Jane”, en lugar de darse golpes de pecho y exclamar eso de “Yo Tarzán, tú Jane”. O el lenguaje indio, un clásico de los westerns, caracterizado por conjugar los verbos en infinitivo, como si con el penacho de plumas les introdujeran en el cerebro esta modalidad de lenguaje. Y tantos ejemplos cuantos podamos imaginar. Una colección de palabros que ahí quedan para siempre
En nuestro teatro también tenemos nuestro propio lenguaje . E incluso dedicamos un estreno al vocabulario toguitacona propio de esta casa bloggera. Pero además tenemos nuestros propios palabros, surgidos accidental o voluntariamente del uso y de las mil anécdotas que pueblan nuestro mundo.
Hay algunos que son clásicos. ¿Quién no ha oído hablar del corpus cristi -en vez de habeas corpus- y más frecuentemente de los autos de escarmiento? ¿Y quién no ha llamado a los ya extintos juicios de flautas a las extintas faltas? Seguro que más de una vez. Pero no son los únicos casos.
No hace mucho conté de un hombre que se quejaba amargamente porque solo cobraba el suicidio de desempleo. Es posible que tuviera una hipoteca nobiliaria que pagar, o al vez debiera el impuesto de secesiones. Y claro, al saberlo, le daría un simposium, que la cosa no es para menos. O se pusiera hecho un obelisco al recibir la carta de Hacienda con el requerimiento de premio. Nunca se sabe.
En una ocasión, me dijeron en la puerta de un juicio que no se había suspendido, sino que se trataba del un deceso. Por supuesto, el letrado que estaba al lado de quien me lo dijo corrió a aclararlo, porque me asusté pensando en que la Parca había visitado repentinamente la sala de vistas. Y acabado el receso continuamos sin que hubiera que lamentar víctimas. Escuchando, eso sí, una florida declaración en que en una pelea unos hablaban de arraparse y otras de rempujarse. Menos mal que alguna buena amiga me ha facilitado un manual para traducir algún que otro dialecto.
Otra vez, estuve a punto de perder la compostura ante una señora que, tras el rempujon, afirmaba haber perdido la loción del tiempo. Y, según contó, se quedó vitrificada. Pero ya pagarían quienes le había causado semejante afrenta. Porque todo cerdo llega a Chamartín, vaya que sí
Y hay más materias donde hay un filón por explotar. En determinados ámbitos no se separan ni divorcian, sino que se desapartan. Y ahí empieza a liarse todo. Hasta el punto de querer redactar un plan de connivencia o, incluso, de solicitar que se prorratee el alejamiento. O el alojamiento. Que llega un punto que una no sabe si quieren repartirse la casa, los hijos, invadir una nación o cumplir las resoluciones judiciales a cachos
Otras de mis preferidas es la querella criminal, tan del gusto de los tertulianos y todólgos varios. Como si las querellas pudieran ser de otra clase. Como la demanda judicial a que apela continuamente uno de los personajes de una serie de vecinos. Aunque siempre cabe la posibilidad de repelar la resolución que no guste, y hasta hacerlo de s propio motu. Acabáramos
Pero no creamos que todos son así. Una vez, una demandante en un proceso civil, cuando fue llamada por el funcionario refiriéndose a “la actora”, le corrigió atentamente, diciendo que “será la actriz”. Faltaría más.
Y ahí seguimos. Aguantando la risa que en ocasiones nos producen todos estos palabros. Por eso, el aplauso es hoy para todos los que continúan adelante, entre el humor y el desconcierto, sin dejar de hacer su trabajo. Y a punto de que les dé un código frenético
Fantástico. Yo también detecto que «progres de seminario», y casualmente suelen ser de la nueva izquierda y que no han pisado la calle (trabajado fuera del aula), se desviven por llamar la atención en las redes intercalando a saco palabras rebuscadas con un resultado exagerado y poco natural. El lenguaje debe ser rico pero también natural. Una cosa es enriquecer el lenguaje y otra muy distinto escribir cursi o con artificio.
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Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
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Jajajajaja. Muy bueno. Deberíamos aportar cada uno sus anécdotas y escribir un libro. Sería la bomba!!!. Sin ir más lejos, el otro día, un cliente me soltó que «que se puede esperar de los políticos que juran o prometen por `imperialismo`legal».
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