Sanidad: batas y togas


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Pocos temas hay que den para tanta obra como la sanidad. Enfermos y médicos son protagonistas de infinidad de obras de teatro, películas y series de televisión y, por supuesto, novelas, empezando por la del título más obvio, El Médico. Doctor Zhivago, Despertares, Coma, Contagio, Alguien voló sobre el nido del cuco o Una terapia peligrosa nos acercan a médicos y hospitales; El Paciente inglés, El enfermo imaginario, Planta Cuarta o Maktub, nos aportan la perspectiva del enfermo. Como muchas otras, a las que hay que sumar las que tienen en la propia enfermedad a su protagonista, como la recientísima Un monstruo viene a verme. Sin olvidar, por descontado, las series de televisión, como Urgencias, Médico de familia, Hospital Central, La doctora Quinn, Fraiser o Un médico precoz. Y es que las batas blancas –o los pijamas verdes- tienen tirón, no puede negarse.

Y es que si hay algún sitio por donde todo el mundo ha pasado alguna vez, es por una consulta médica. La mayoría desde antes de nacer. Por eso no es extraño que en nuestro escenario aparezcan por cualquier sitio, aunque a veces ni siquiera seamos conscientes de ello.

Por supuesto que tenemos nuestra estrella con bata blanca, los –y las- médicos forenses , protagonistas absolutos de uno de los primeros estrenos de este teatro. Pero hay muchos más.

Cuando hablamos de Medicina y Justicia, lo primero que se nos viene a la cabeza a quienes vestimos toga, y también a quienes visten bata, son los famosos partes de lesiones. Esos impresos que nos mandan de centros de salud y hospitales y que hacen constar que alguien ha sido atendido por unos hechos que pudieran ser delictivos. Un gran saco donde cabe todo: accidentes de tráfico o domésticos, peleas en bares, violencia de género y doméstica, ajustes de cuentas, reyertas callejeras, abortos, mutilación genital, violaciones, siniestralidad laboral y hasta imprudencias médicas. Luego habrá que ver qué hay de delito en todo eso, y si la cosa acaba en éxito o fracaso judicial. Aunque en el lenguaje médico siempre me llamó la atención eso de “exitus”, que más bien debía ser “fracasus”, porque es eso lo que apuntan cuando el hecho acaba con la muerte del paciente.  Alguna vez me lo explicarán. O no. Que seguro que viene del latín, pero a mí me sigue chocando.

Y es que si hay en algo que se puede ver lo viejuno e ineficaz que es el sistema procesal y sus vetustas leyes, necesitadas de un geriatra a toda urgencia, es en esto. El parte de lesiones tiene unas cualidades esotéricas que le hacen desaparecer como si de un truco de prestidigitación se tratara. Como si estuviéramos viendo El Mago o Harry Potter en vez de El Médico o La Doctora Cole. Seguro que a cualquiera nos ha pasado. A los de blanco y a los de negro. Se rellena el parte en el centro sanitario, con sus copias y todas sus formalidades, se mete en el sobre, se entrega y se da al “enviar” por el ordenador. Y se pierde en algún agujero negro del espacio, y acaba dando lugar a otro procedimiento en otro juzgado de aquel adonde fue el atestado. Y aparece en el momento más insospechado, percatándonos entonces que se pueden haber incoado varias causas por el mismo hecho. Trabajo perdido, por supuesto. Algo tan frecuente que, cuando aparece en manos de la víctima, la policía, el letrado o quien sea, ganas entran de abrazarlo y decir eso de “Mi tesoooro…”. Y eso suponiendo que, una vez encontrado, esté hecho a ordenador o con una letra legible, que no sé que les dan en la Facultad de Medicina pero parece que escriben en sánscrito.

Pero como decía hay mucho más. Y mucho más allá de delitos que acaban en lesiones o muerte, sea cual sea la causa. Quienes hemos hecho guardias nos hemos encontrado alguna vez con esos problemones que vienen de la mano de una huelga de hambre, una transfusión de sangre o un explante de órganos, cuando falta el consentimiento de quien debe de darlo. Cuestiones entre la ética y la ciencia en las que acaba teniendo que intervenir un juzgado y que siempre nos pillan de sorpresa.

Y por supuesto, hay una segunda parte. La intervención de los galenos como estrellas rutilantes haciendo de peritos  en juicio. También tuvieron su propio estreno, y de ellos depende en muchos casos la diferencia entre una absolución o una condena, entre estimar una demanda o no hacerlo, entre ganar un pleito o perderlo. Malas praxis, imprudencias médicas, existencia de motivos para una baja, determinación de capacidad o establecimiento de una filiación, sin ir más lejos. Que no sólo a los artistas o toreros les reclaman hijos, no vayamos a creer.

Así que hoy el aplauso viene con fonendoscopio incorporado. Y es para todos los sanitarios cuya colaboración con la justicia hace que ésta sea no solo más justa sino también más humana. Porque la justicia también viste bata blanca.

Y una mención especial a Mercedes, «la foren» de la imagen que me la ha prestado generosamente

 

 

 

 

6 comentarios en “Sanidad: batas y togas

  1. Susana Guisbert refleja en sus artículos un baile de pensamientos, emociones y sensaciones como si de una gran obra se tratara haciendo que según vamos leyendo en nuestro pequeño escenario se dibujen ésos primeros pasos de bailarina transmitiéndonos un revoloteo de mariposas en nuestro interior como si de nuestra primera interpretación se tratara.
    Felicidades escritora.

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  2. Pingback: Diagnóstico: ¿qué me pasa, doctor? | Con mi toga y mis tacones

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