La suerte. Ese ente esquivo e invisible que todo el mundo conoce pero nadie ha visto. Como la niña de la curva o la escena de Ricky Martin, el perro y la mermelada. Algo que no reconocemos siempre cuando aparece pero que echamos de menos cuando no está. ¿Quién no se ha quejado alguna vez en su vida de su mala suerte? Y, sobre todo, ¿quién no se ha quejado de su mala suerte comparada con la buena suerte del otro? Porque a veces, parece que nos interesa más que el ente no visite al contrario que el hecho de que pase por nuestra casa. Por eso compramos compulsivamente lotería a todo aquel que nos la ofrece, no vaya a ser que a él le toque y nosotros nos quedemos viendo su buena fortuna con tres palmos de narices.
Pero, lo admitamos o no, la suerte es uno de los ingredientes que jalonan el camino de la fama. Un golpe de suerte a la hora de sacar una estreno, o de promocionar una canción, llevan a la gloria a quienes la tengan. Como le ha pasado a tantos artistas que han sido flor de un día, o que han vivido Por Siempre Jamás de aquel golpe de suerte. Las Spice Girls, con su Wannabee o Massiel y un Lalala que le llegó de rebote ante la negativa inesperada de quien estaba inicialmente seleccionado para representarnos en Eurovisión. Otra cosa es mantenerse, pero eso es harina de otro costal. Y la suerte forma parte de muchos títulos de películas. Un golpe de suerte, Un tipo con Suerte nos enseñan que hasta ella misma puede ser protagonista.
Y no es cualquier cosa. Hasta tiene su propia regulación penal, que aún recito de memoria aquello de las obligaciones naturales surgidas de los juegos de suerte, envite o azar que aprendí de carrerilla en su día. Que se lo digan si no a Los Bingueros, un título que por más friki que nos parezca, todo el mundo conoce.
Nuestro teatro no es ajeno a esta azarosa visitante. Y por más que muchos se empeñen en soltarnos aquello de Al saber lo llaman suerte o A la suerte hay que buscarla, no podemos sino rendirnos ante la evidencia de que la suerte existe. Y determina muchos momentos de nuestra vida, o al menos empuja a que se resuelvan en determinado sentido.
Me contaban hace apenas unos días que un profesor de la facultad solía presentarse a sus alumnos con una frase “Yo tengo un don. Siempre pregunto en el examen la única pregunta que se han dejado”. Verdad verdadera. Y no es que el profesor en cuestión fuera el mismísimo Rappel, es que eso de que salga la única materia que alguien dejó de estudiar, es algo que hemos oído en nuestras vidas de estudiantes más veces de las que seríamos capaces de recordar. Y seguro que sigue pasando.
Y si hay un momento donde la suerte juega un papel esencial, o al menos así lo creemos, es el de la oposición. Nos jugamos en unas horas el esfuerzo de muchos años, y cualquier factor puede afectarnos. Desde una gripe inesperada hasta la letra en que comienza nuestro apellido, que fija la fecha en que nos tocará examinarnos. El número de orden del día señalado, si es viernes o lunes, si el de antes o el de después son unos cracks o unos paquetes y hasta si ese día hacen en la tele un partido de fútbol y los miembros del tribunal puedan tener prisa para acabar. Y, por supuesto, los temas sacados al azar. Luego, el león no es tan fiero como lo pintan y quien sabe y hace un buen examen acabará aprobando, si no a la primera, a la segunda o a la tercera, si tiene la paciencia, el temple y los posibles que le permitan seguir adelante. Como decía mi abuelo, todos los cuchillos cortan, es cuestión de cómo, cuánto y cuándo se les afile.
Pero la suerte no solo influye en los exámenes. Siempre jugará un papel en nuestra toguitaconada vida. El destino al que accedemos, desde luego, y un montón de pequeñas o grandes cosas. ¿Quién no se ha encomendado a todos los santos para que su asunto no caiga en manos de tal juez, o de tal otro? ¿Quién no prefiere uno u otro fiscal, o abogado, según pinten las cosas? La diversidad de criterio, la rapidez del juzgado, la inclinación o no de llegar a un acuerdo hacen que a veces creamos que estamos rellenando un boleto de la Primitiva. Aunque luego todos somos profesionales y las cosas acaban saliendo, por más que haya factores que allanen el camino o le pongan piedras en el recorrido.
El momento de esperar una sentencia, o la resolución de un recurso, nos lleva más de una vez a una ceremonia de cruce de dedos y rogativas varias esperando que el azar pegue un empujoncito a nuestras legítimas pretensiones, por más que estén perfectamente fundadas en derecho. Yo confieso que he pasado y sigo pasando nervios de principiante cuando espero a que acabe la deliberación de los miembros del jurado y lean su veredicto. Adrenalina pura, aun después de tantos años.
Pero no hay que exagerar. Por fortuna, nuestro estado de derecho tiene los mecanismos suficientes para que la suerte solo sea ese ente que empuja en un sentido u otro, pero no determina la resolución de las cosas. Y la mala suerte de algunos no lo es tanto. Como la de aquel delincuente que se dolía de su mala fortuna al haber ido a atracar directamente a quien resultó ser juez, fiscal o policía, que haberlos haylos.
Así que hoy el aplauso no va a ser fruto de la suerte, del envite ni del azar. Va dedicado a todos aquellos que salvan los obstáculos que la diosa Fortuna pone en su camino y consiguen pese a todo llevar las cosas a buen puerto. Porque no hay suerte que pueda con el trabajo, el empeño y la perseverancia. ¿O no?
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¿Quién no cree que la suerte existe y más veces de las que nos gustaría? Espero no comprobarlo nunca en ningún juzgado. Que se lo pregunten a los políticos (que aparte de tener el poder), también tienen suerte los «jodios».
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Reblogueó esto en H I J O S D I V O R C I A D O Sy comentado:
Lo primero ENHORABUENA Susana una vez mas por dar VOZ y escenario a tantas aventuras, momentos, escenas, planos, backstages y obras judiciales y de una forma artística, responsable y amena.
Gracias también por tus apoyos a través de las palabras y enhorabuena por este nuevo artículo sobre un tema tan interesante y fascinante como la SUERTE y la Buena suerte.
Yo como joven concienciado, como justiciable y como escritor, he vivido en persona esa suerte judicial que a veces sopla a un viento y a veces a otro, dependiendo a veces también de quien se siente a juzgar. Afortunadamente, antes o despúes la Justicia hace bien su trabajo, porque aunque en el camino y en cualquier obra hayan protagonistas «malos, feos y tontos» hay muchos mas que son guapos, buenos e inteligentes que contrarestan la mala suerte y guiñan a la buena Justicia y a los honestos Justiciables.
Un abrazo y seguir escribiendo, compartiendo e inspirando a miles!
-HijosDivorciados.com- 😉
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