Asco: togas melindrosas


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Ya hemos hablado otras veces de la importancia de los sentimientos, en nuestro teatro y fuera de él. Amor, odio y todo el elenco de sensaciones que hay por medio forman parte de él como de la vida misma. Pero no todo es glamuroso y brillante. Y a veces, algo desagradable retuerce nuestras entrañas y se sube a la garganta. Y hay que mantener el tipo, mejor o peor.

En el cine esa sensación de repugnancia ha sido explotada por todo un género. Las vísceras desparramadas a diestro y siniestro en La Matanza de Texas o por el terrible Jason en las mil y una partes de Viernes 13, o los bichos asquerosos que tan del  gusto son de algunos, desde La Mosca hasta Alien y sus descendientes pretendiendo inundar las pesadillas de quienes no tengan el estómago forrado de amianto.

Y en nuestro teatro no nos quedamos atrás. Pequeñas y grandes cosas que hacen difícil mantener la compostura y a veces, hasta la dignidad. Y que hacen que tengamos que desarrollar nuestras dotes de actores y actrices hasta el infinito y más allá para que las náuseas no del al traste con nuestra función.

Después de varios trienos poblando Toguilandia, recuerdo más de uuna situación que ha puesto a prueba mis tragaderas. Y juro que no exagero.

Las primeras, las relacionadas con las sedes. Aunque parezca que estoy hablando de la prehistoria, no hace tanto que había juzgados donde los Bichos eran parte del entorno, especialmente unos negros y bastante repulsivos que gustaban de vivir en el hueco de un ascensor de cierto juzgado de pueblo. También recuerdo otro, donde llegó a salir en el periódico que las ratas estaban devorando con fruición los expedientes de Registro Civil. Y, más recientemente, las pulgas nos visitan con una cierta frecuencia. Tanta, que se rumorea que están confeccionándose toguitas y buscando tacones para hacernos la competencia. Pero tal vez se trate solo de un rumor. O no.

Otras veces hay que soportar momentos que ponen nuestros estómagos a prueba. es difícil aguantar el trago de algunos levantamientos de cadáver, por ejemplo. Recuerdo uno, el de un anciano que fue encontrado muerto en pleno mes de agosto después de más de una semana del deceso, en que el olor era tan fuerte que un policía, con la mejor intención del mundo, me instaba a que fumara para que el humo ahogara aquellos vapores. Algo impensable hoy, y más si tenemos en cuenta que yo lucía una tripa de siete meses de embarazo. Pero la intención era buena, desde luego.

Aunque la verdadera repugnancia no es tanto la física, sino la que nos vemos obligados a sufrir ante algunos hechos que pasan por nuestro teatro. Los relacionados con criaturas, particularmente los relacionados con abusos sexuales o la pornografía infantil nos someten a situaciones en que hay que contar hasta cien para no dejarse llevar por lo que a una le pide el cuerpo.

También ocurren algo parecido con los delitos cometidos contra personas mayores o contra discapacitados, a quienes algunos desaprensivos desposeen de su patrimonio y hasta de su dignidad aprovechando sus circunstancias. Y hay que respirar hondo para aguantar la compostura. Y aún así, cuesta.

Y todavía hay otras cosas que me causan repulsión, aunque sea de otra clase. Entre otras, la pasividad ante la falta de medios endémicos de la justicia, la poca sensibilidad de algunos para la violencia de género, o pata temas de odio como la homofobia. Se me abren las carnes de pensar que en los últimos minutos de silencio por las víctimas de crímenes machistas se contaban con los dedos de la mano las personas concentradas al respecto en algunos lugares públicos. ¿Resignación? Tal vez, pero no deja de darme una aprensión enorme una sociedad que se resigna a cosas como estas, y otras que he nombrado.

Así que hoy el aplauso es para todos los que encuentran el equilibrio. Y sin llegar a acostumbrarse, hacen de tripas corazón y siguen adelante. Gracias por estar y seguir ahí.

 

 

 

 

 

 

4 comentarios en “Asco: togas melindrosas

  1. El primer aplauso para tí. Alucino con tu descripción de esa Cenicienta que llamas Justicia. Triste y duro, todo lo que cuentas y los «medios» de los que disponéis, incluida la fauna.

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  2. Pingback: Trianiversario: la vida sigue igual | Con mi toga y mis tacones

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